29 de junio de 2010

Desde Kuching, Sarawak, Borneo, Malasia

Hola queridos.
Qué alivio dejar el paraíso del mosquito en Yakarta; pero qué pena dejar Indonesia, pues si bien Kuching es lindo, no tiene el mismo “aire”.
Temprano tomé un “khusus” (cochecito de tres ruedas a motor, 8.000rp) para alcanzar el bus de recorrido al aeropuerto (20.000rp) rumbo a Malasia.
Mi vuelo de Yakarta a Kuching (NZ$532, capital de Sarawak, el sur de Borneo malayo), hizo escala y cambio de avión en Kuala Lumpur (capital de Malasia, ubicada en la península). Con esto, no tuve que declarar en Kuching los corales que llevaba, pues la gente pensaba que había estado en Kuala Lumpur y no en Indonesia… ¡qué suerte!
En cada uno de los vuelos de Malaysia Airlines me dieron comida; pescado y luego pollo saté (con maní)... ¡qué rica la comida!; hasta me dieron chocolates que no había comido desde hace un mes.
Desde el aire, el rededor de Kuala Lumpur se veía tapizado con cultivos y palmeras; todo era verde, verde, verde, y se podían ver los “mil y un” hoteles lujosos en una costa color turquesa... bello. Luego, en el vuelo a Kuching, conversé con el señor sentado a mi lado, muy amable, quien me dio algunos datos. La vista del paisaje de Borneo era una verdadera maravilla; había bosques densos, naturales, con vegetación “que se caía” hasta el agua; montañas entre medio; y una luz preciosa.
El señor sentado a mi lado viajaba con su familia, que me presentó una vez en el aeropuerto cuando su hija llegó a recogerlos en auto. Fue así como me llevaron hasta el centro de Kuching; allí nos despedimos y dejamos el contacto del otro.
Kuching es una ciudad linda; lo malo es que ya conozco Valdivia, y me parecen ciudades similares; pero Kuching es tropical. Tiene un río, un paseo que lo bordea, un hotel grande y negocios. Tiene, además, influencia china e india, más católicos, menos musulmanes, caras con rasgos más asiáticos y tono de piel más blanco que el indonesio.
La ciudad, occidentalizada sin duda, tiene muchas villas con casas pareadas de población y edificios construidos en bloques. No tiene motos, sólo autos, y nada muy lujoso aunque pobreza tampoco. Me parece que la gente vive bien aquí, aunque no se ven las sonrisas incansables de los indonesios.
Me estoy quedando en un B&B; la primera noche dormí sola en una pieza, porque pedí una para mujeres y las compartidas tenían hombre y mujeres juntos. Pero desde hoy compartiré la pieza con otras chicas. El precio por la pieza compartida en Malasia (16 RM) es el mismo que el de una pieza para una persona sola en Indonesia, y los precios subirán más aún desde el primero de julio porque comienza la temporada alta... se vienen “en masa” los europeos de vacaciones... ¡diablos!
En fin, esta mañana quedé en llamar a Yen, la chica que ayer me llevó en auto desde el aeropuerto. Como dijo que me iría a buscar enseguida, y después de esperar una hora aún no llegaba, decidí partir por mi cuenta a explorar el centro de la ciudad. Para cuando volví al B&B ella y dos amigas aparecieron, así que tuve un tour completo en un día.
Yen y sus amigas me llevaron a visitar la “Long House” Annah Rais, de Padawan, una de las viviendas tradicionales de Borneo; si bien fue interesante, estaba lleno de basura y deteriorado pese a ser parte del turismo regional (32RM). Las “longhouses” corresponden a comunidades construidas en altura que contienen hasta 100 familias en habitaciones conectadas por un techo y plataforma exterior enorme, todo hecho de bambú.
Más tarde fuimos a ver ¡orangutanes! Ni sabía

que en esta parte de Borneo también los había; y si bien están en una reserva antigua, liberados, algunos regresan dos veces al día de visita a comer sus colaciones que les siguen dando. ¡Qué lindos!, ¡qué grandes!, ¡qué maravilla verlos en su ambiente natural! Luego fuimos a la playa, y terminamos cenando en la casa de la familia.
La familia resultó ser bastante humilde y muy amorosa; viven a 45 minutos del centro de Kuching, por eso Yen tardó tanto en pasar a buscarme. Para ellos, yo fui “la nota” del día, la invitada de orgullo. Cocinaron un sinfín de platos diferentes de verduras, mariscos, pollo y arroz; yo llevé algunas frutas que compré para el postre. Comimos alrededor de una mesita, sentados en el suelo, y nos sacamos fotos “como enfermos del cráneo”; así que no se sientan mal si me ven en facebook con mi “familia nueva”, que parecían no poder más de felicidad con mi presencia. También compartimos direcciones electrónicas entre todos. Y qué bueno que tenía algunos regalos de Chile que pude darles, porque me los agradecieron emocionados.
La nota final del día fue un jugo de “ciruela ácida” que tomé en un pub con Yen y Alexis, una de sus amigas; más que ácido estaba un poco salado para mi paladar... extraño.
Y eso. Sí mami, ya estoy un poco cansada; pero tengo que seguir porque sólo tengo 10 días aquí en Borneo. Cuando encuentre una buena playa paraíso me echaré y no me levantaré por un buen rato.

Cariños, Antonia.






28 de junio de 2010

Mapa de la ruta por Borneo, Malasia

MALASIA

Territorio peninsular, entre Singapur y Tailandia, e insular en Borneo.
Borneo, isla compartida por Indonesia, Malasia y Brunei, posee en su región malaya una zona norte llamada Sabah y una sur, Sarawak.
Capital: Kuala Lumpur (en territorio peninsular); capital de Sabah, Kota Kinabalu, y de Sarawak, Kuching.
Población: 25 millones
Mezcla étnica: malayos, chinos, indios, tribus de Borneo (Iban, Bidayuh en Sarawak; Kadazan en Sabah, entre otros) y mezclas.
Originarios de Borneo y el sur de China. Influenciados por europeos, indios, Sumatra, camboyanos y chinos. Invadidos en 1500 por Portugal, luego por Holanda y finalmente por Inglaterra que llegó a controlar hasta Borneo en 1881. En 1900 los ingleses llevaron a los chinos e indios. La independencia de Malaya (territorio peninsular) ocurrió en 1957; en 1963 se formó Malasia (fusión entre Malaya, Singapur y Borneo malayo); en 1969 estalló una confrontación multirracial que mató a cientos de personas, cuando intervino el gobierno; hoy es una sociedad que coexiste pacífica y en cooperación étnica.
Religión: predomina la musulmana; los chinos son mayoritariamente taoístas o budistas; los indios, hindú o cristianos, aunque también musulmanes; en Borneo muchos originarios se han convertido al cristianismo, aunque aún existen los animistas.
Idioma: bahasa malayo, muy similar al bahasa indonesio; también destacan inglés, chino (hakka y hokkien) e indio (tamil).

Moneda: US$ 1 = 3,17 RM (ringgit)

27 de junio de 2010

Desde Yakarta, Java, Indonesia

Estoy en mi último día en Indonesia. Qué pena, todo ha sido tan bueno y bonito aquí, y hay tanto más que me gustaría visitar de este país.
Yakarta resultó una sorpresa para mí; creo no haber visto en mi vida tanto edificio grande ni tanto lujo. Este país debe tener muchísimo dinero, si bien bastante mal manejado porque la pobreza también es tremenda; así como Santiago, pero más exagerado aún.
Las carreteras tienen seis pistas por lado, los edificios son altos, hay muchos espejos, vitrinas de negocios muy lujosos, centros comerciales a escalas inimaginables, incomparables con los chilenos. Hay harto contraste; por un lado hay miles de autos impecables, principalmente de color negro y con vidrios polarizados, entre ellos Mercedes, Audi y BMV de último año, y por otro lado una micro tipo cerro de Valparaíso y “bajaj” (cochecitos a motor de tres ruedas).
Ayer tomé el tren para comenzar mi tur en Kota, la zona histórica del norte de Yakarta donde están las edificaciones con influencia holandesa, una plaza bien bonita con el café Batavia, de 1805, y los museos. Ahí también corre un río, con edificios bonitos a ambos lados, pero el río... el río... como los años dorados del Marga-Marga en que cruzábamos con la nariz tapada por su hediondez. Allí fui también al “Pasar ikan”, asumiendo que era un mercado de pescado (ikan = pescado); pero resultó ser un ambiente bastante “malacatoso”, horrendo y con artículos de repuesto para embarcaciones, como anclas, cuerdas y engranajes, sin pescados.
En la caminata, entre puentes y tráfico, un auto lujoso se detuvo a mi lado; era un hombre negro, con acento brasilero, que se presentó como jugador de la selección de fútbol. Me declaró su interés hacia mí e invitó a salir y quedarme con él. Gracias a que estaba rodeada de gente, rechacé tranquilamente la oferta y seguí mi camino.
En la parte sur de Kota había influencia china, siendo además el sector más pobre; no indagué más allá porque no sentí tranquilidad.
Tomé el tren de regreso al centro de Yakarta, pero en vez de bajarme en Gondaglia lo hice una estación antes, en Gambir, a la altura de “Lapagan Merdeka” (merdeka = libertad), la plaza con el monumento a la libertad, de 132 metros de alto, erguido por Sukarno en 1949 en memoria a la independencia de Indonesia. La plaza es enorme y bonita, y si bien se puede subir a la cima del monumento, hay un horario limitado y demanda alta, por lo que no subí.
De la plaza seguí caminando por la avenida principal, Jalan Thamrin (jalan =calle), donde están los edificios altos y lujosos, pero sólo hasta la “estatua de la bienvenida” de Yakarta porque era muy extensa y hacía mucho calor.
Hoy también caminé. Recorrí el perímetro de la plaza de la libertad, donde están los palacios de gobierno, la biblioteca y otros edificios importantes, otra vez enormes y lindos, y pintados principalmente de blanco. No les saqué fotos porque cuando intenté cruzar la calle, para acercarme al palacio presidencial, uno de los guardias armados me levantó la mano para que me devolviera... no saqué foto para evitar conflictos (me dio susto).
Hasta que llegué a la mezquita más grande del Sudeste-asiático, o una de las más grandes, “Masjid Istiqlal”. Entré, un señor me llevó a una sala para que dejara mis zapatos (chalas) y me pusiera una bata especial, y me paseó por el interior de la mezquita. ENORME; dentro caben unas 135.000 personas. Si bien el exterior es feo, el interior es muy lindo... ¡casi me convertí al musulmán! El ambiente estaba fresco y relajado. Había un altavoz en el patio exterior, una torre muy alta y delgada desde la que hacen “el llamado” para ir a predicar, ese que me “enferma” cada madrugada. Al menos en la meca me trataron muy bien y el encargado, bien buena gente, me sacó fotos para el recuerdo, agregando que Ricardo Lagos los había visitado, y orgulloso añadió “tengo una foto con él”. Al final, puse en una cajita de madera una donación por la visita.
Al lado de la mezquita había una catedral católica, otra vez gigante y apoteósica, y muy bonita.
Ahora comí un “gado-gado” (ensalada con salsa de maní deliciosa, 15.000rp) y estoy lista para “el sobre”; ¡estoy agotada! Los mosquitos me han “devorado” estos dos últimos días y noches, y casi no he dormido por sus ruidos; ayer, después de la cena, me conté 50 picadas en una pierna, siete en una mano y siete en un pie... así que hoy compré un “bálsamo chino” natural (3.000rp) que funcionó maravilloso contra la picazón. Por ello, ahora estoy vistiendo jeans y manga larga, aunque creo que más que mosquitos puede tratarse de pulgas porque muchas veces ni los veo y las picadas están muy cerca una de la otra; es que el río que cruza Yakarta ¡hiede!
Ya, “chao pescao” Indonesia… un gusto.
Mañana a Malasia.
Antonia


25 de junio de 2010

Desde Bandung-Cianjur-Yakarta, Java, Indonesia

Hola, hola... ahora en la capital de Indonesia, Yakarta.
Llegué a Bandung a las 5:30 horas. Esperé que amaneciera y tomé un “becak” (bicicleta con carrito en frente) que cruzó la ciudad desolada hasta terminal de buses. Qué ciudad más fea, cual si fuese Villa Alemana pero con una población y tamaño diez veces mayor, y más fea aún.
Fui rumbo a Cianjur, porque mi guía decía era un lugar lindo; pero el bus lo pasó sin notarlo. Cuando volví a Cianjur, en un bemo en dirección opuesta, me pareció un lugar horrible, sin ninguna plantación de té a la vista. Traté que me llevaran a otro pueblo, pero fue confuso, sobre todo por la incomunicación oral y corporal que intenté tener con la gente; entonces me dije, “no más huevadas, me voy a Yakarta”. Y aquí estoy, en Yakarta.
El viaje a Yakarta fue ¡¡¡bello!!!, aunque con tanta curva que las “vomitonas” no estuvieron ausentes (otra vez repartieron bolsas y más de uno la usó). Pasé por unas plantaciones de té increíbles, entre plantas de plátano, árboles floridos y helechos; quise bajarme, pero estaba cansada y con la incertidumbre por las horas escasas restantes que mi visa me permitía. Había una congestión vehicular “del demonio”, eso sí, porque la gente de Yakarta va a vacacionar a esas zonas altas donde abundan los resorts.
Una vez en el terminal de buses de Yakarta intenté encontrar una alternativa local para acercarme al centro; fue cuando sentí algo de miedo y antipatía por primera vez en el viaje. Un grupo de taxistas insistían en llevarme, pero como no estaba dispuesta a pagar “una barbaridad”, responderles que no y comenzar a preguntar por el bus local, comenzaron a acosarme y gritarme que me fuera a mi país; la gente del rededor me ignoraba, por lo que vi que no lograría ayuda en mi búsqueda, ante lo que decidí alejarme un poco, dejar pasar algunos minutos y mirar los buses; hasta que un hombre extranjero me dijo que lo siguiera al bus en que subiría él. Fue así como tras un trayecto largo de carreteras enormes llegué al centro turístico de la ciudad.
Oí tanto malo acerca de Yakarta que una vez que llegué me pareció linda. Es moderna, cierto, y enorme y con mucha gente; pero limpia, amplia y verde. Mañana caminaré para verla un poco mejor, aunque estoy segura que es muy bonita y ordenada como Singapur, o al menos el centro.
Pronto me voy a dormir, que las ojeras las siento “por el piso”.
Que estén bien.

Antonia.


24 de junio de 2010

Desde el tren “ekonomi” y Bandung, Java, Indonesia

Mis últimas horas en “Yogya” fueron lentas, caminando y descubriendo un poco más sobre comidas y rincones. Y en la noche, a las 20 horas, me embarqué en tren.
“Qué mejor que aprovechar el tren '”ekonomi”, me dije, esperando sentada en una butaca de la estación. Cuando llegó un tren, un poco más temprano de la hora en que salía el mío a Bandung, y vi a la gente literalmente correr para subirse, preferí preguntar en la boletaría si a caso era el que me correspondía; como era mi tren, fui de las últimas personas en subirme... ¡error! El tren estaba lleno, y como “ekonomi” implica sin numeración, Antonia “sonó”; me quedé sin asiento, parada junto a unos cuantos más, si bien con un chico de lentes “poto de botella” bien simpático, el único que hablaba algo de inglés. El chico me decía que lo siguiera para encontrar un lugar mejor, hasta que me ofreció uno para dejar mi mochila que no pude más que rechazar… era frente a la puerta abierta del tren. El chico era muy inteligente, culto, atento y respetuoso; de origen humilde, estudiaba leyes para combatir la corrupción de su país; y pese a que nadie me ha dado escusas para pensar incorrectamente de alguien en este país, no acepté su ofrecimiento tentador de bajarme con él para conocer donde vivía junto a su familia.
Al principio del viaje “ekonomi”, entre frustrada y sorprendida, decidí poner mi mochila en el pasillo y sentarme encima, pues no quedaba espacio para guardar el equipaje sobre los asientos ni pensaba irme parada durante nueve horas; a lo que la gente me respondió con un “no, no”. Entendí el “no” cuando tuve que dejar pasar cada 15 segundos a los vendedores ambulantes por el pasillo del vagón “ekonomi”; pasillo de la mitad de ancho que el de “bisnis” (de unos 80 cm) debido a los cinco asientos en vez de cuatro que tiene el tren a lo ancho (dos y tres a cada lado). Entonces puse la mochila verticalmente a un costado de una pared, en el último hueco disponible al extremo del vagón, al lado de la puerta del baño, y me senté sobre éste.
En el tren “ekonomi” pasan casi más cosas que en el mercado; hay venta de agua, comidas preparadas en olla, golosinas, abanicos, juguetes, café… cada vendedor vocea su oferta, repitiendo cuatro veces la palabra y manteniendo alargada la última letra para darle el tono característico de la venta... kopi, kopi, kopi, kopiiiiii (café)... air, air, air, airrrrrrr (agua).... un tanto “enfermante”. La música con audífonos que llevo endulzó el momento, así como ver tanta solidaridad al compartir el espacio que ya no queda del asiento con alguien más, y siempre sonriendo.
De repente, pasada más de una hora de viaje, vi un hueco vacío entre el equipaje sobre los asientos; “salté” inmediatamente a poner mi mochila, y más tarde apareció “la luz del paraíso” ante mis ojos, y que la gente me indicaba... ¡un asiento disponible! Me senté y seguí sentada extremadamente recta durante toda la noche, tratando de enfocarme en la música, en el libro o espiando a la gente, porque los cabezazos contra el respaldo vertical (común con el del asiento de atrás) hacían aun peor el tratar de dormir. La mejor posición que encontré fue extender las piernas hacia el pasillo, aunque compartida con el millar de vendedores, pues el espacio para éstas se usa en conjunto con la persona del frente que mira en dirección opuesta. Alrededor de las 2:00 horas quedamos cuatro personas en vez de seis en los asientos ubicados uno en frente de otro, pudiendo pone las piernas estiradas sobre el otro asiento, intercalados.

Antonia

23 de junio de 2010

Desde Yogyakarta (2), Java, Indonesia

Ayer martes caminé y caminé por Yogyakarta. Temprano fui al correo para enviar algunas cosas a Chile, pero no pude hacerlo porque primero era “enfermo de caro” y luego porque para enviar por barco el envío debe pesar mínimo 3 kg, que no era mi caso; entonces mandé unas postales. Luego fui al mercado, que era un lugar enorme con “de todo”, con “la vida completa sucediendo” dentro; compré galletas (6.000rp) y una blusa “apropiada” para el mundo musulmán de Java y Malasia (45.000 rp); había comida, especias, metales, ropa, ¡batik!... absolutamente de todo. También volví a Taman Sari, al “palacio del agua” del Sultán, y visité la villa que lo rodea donde conversé con un señor que me había mostrado la vez anterior cómo hacer batik y muñecos javaneses. Y seguí caminando… pero hice un descanso tomando un coco enorme (7.000rp) porque estaba muy sedienta, y conversando con el chico que los vendía; luego me encontré con otro tipo a quien conocí antes y con quien conversé un poquito más, y así, hasta que dieron las 16 horas. Me duché, descansé, y al salir a comer me topé con mis dos vecinas de pieza que también están viajando solas, de Australia y Japón; fuimos juntas a cenar y luego, junto a un alemán del mismo hostal, fuimos todos a ver al “Wayang”, la presentación de muñecos javaneses (23.000rp). 
Los Wayang son muñecos planos de cuero de buey curtido, trabajados meticulosamente con gubias hechas de restos de ruedas; están llenos de hoyitos, pintados de colores e insertos en un palo desde donde se manipulan. La presentación de los muñecos... ¿recuerdan al teatro japonés NO?... es así de “emocionante”. Yo pensé que el comentario de la guía turística, de “lleve su almohada”, era por los asientos duros; pero no, era porque más aburrido imposible. Después de 10 minutos ya no sabía cómo aguantaría dos horas; pero se podía caminar alrededor de la presentación, pues consistía en un escenario central con un grupo de músicos tocando instrumentos extraños y un telón con los muñecos puestos a los costados, insertos en un palo de plátano (porque es blando y se pueden pinchar y sacar fácilmente). El artista principal se pone con los muñecos mirando al telón, con una luz detrás; allí “canta”, hace ruidos y mueve los muñecos. El “canto” es peor que el de la mezquita; los ruidos del pie contra un cajón de madera marcan los movimientos de los muñecos y la música no tiene ningún ritmo ni armonía. 
Pero el escenario es bonito. Por el otro lado del telón blanco se ve el reflejo negro de los muñecos; es bello, pero ¡mierda!, qué lento e inentendible. Si no se tiene el folleto con la historia no se entiende nada, y ¡la historia!... sumamente aburrida. Sabíamos que uno de los protagonistas moría al final, así que esperamos el ansiado desenlace, que para entonces ya no estaban las 20 personas del comienzo. Bueno, fue gracioso e interesante a la vez; fue bueno.

Hoy desayune comida de cena a las afueras del mercado, como aquí se hace; sobre un canastito colocan una hoja de plátano a modo de plato, y sobre ésta la comida. Yo pedí fideos con vegetales (8.000rp), algo picantes y ácidos debido a un vegetal que creo es una hoja joven de un tubérculo… súper rico, y unos rollitos tipo primavera; y compré naranja y salak, el fruto café con piel de reptil que me encanta y aquí en Java es más barato que en Bali (6.000rp).
Y, finalmente, fui al palacio del Sultán (14.500rp). No tenía nada de espectacular, fue algo aburrido; pero es relucientemente limpio y después de todo es la atracción de la ciudad y del propio Sultán. El palacio es, primero, la casa del Sultán y el palacio de gobierno, y luego un sitio turístico; por ello, los horarios de visita son tempranos.
En la noche fui con el alemán que se hospeda en mi hostal, sentada en la barra trasera de su bicicleta de viaje amarilla, hasta una calle angosta donde los jóvenes indonesios van a socializar; allí se sientan sobre el piso a lo largo de la vereda, frente a varios puestos pequeños donde hacen bebestibles y comida rápida (brochetas de pollo con salsa de maní y bolitas fritas de varias cosas, saladas y dulces). Para beber, lo típico es el té caliente con limón y hielo, o café; entre los café está la especialidad “café con carbón”, que se hace metiendo al café, previamente preparado, una braza roja que se ennegrece y deja al café humeando mientras se enfría... no lo probé.
Ahora estoy planeando qué hacer. Pensé partir de aquí mañana en la mañana; pero el tren a donde podría ir no sale sino hasta las 20:00 horas, y como no lo sabía para haber hecho hoy el “check out”, mañana “nada que hacer”... comer será. Iré unos dos días, o menos, a algún lugar antes de llegar a Jacarta para mi vuelo del lunes a Kuching, Borneo.
Que estén bien.
Antonia

21 de junio de 2010

Desde Borobudur y Prambanan, Java, Indonesia


Hasta que hoy partí en “mi motito” (40.000rp diario, 13.000rp en combustible) a los templos famosos... Borobudur y Prambanan.

Saber que se va a algo tan grande e impactante juega en contra; tener expectativas a veces no es tan bueno. Resultó que justo esta semana comenzaron las vacaciones de escuela y por lo tanto... mil y una persona en Borobudur; un infierno, un horror, y con gente cuya atracción principal es el turista blanco más que el “maldito” templo. A esto hay que agregar que los precios en Indonesia se han elevado increíblemente, por orden de gobierno (según me explicaron); mientras los indonesios pagan 10.000rp, los extranjeros pagamos 135.000rp (US$13) por cada uno de los templos.
“Miss, miss... hi miiiiiiiiiis, where are you from? Your name?... ¡please, a photo!”.... Debo haberme sacado fácilmente unas 100 fotos con niños e incluso familias cuyas mujeres me tomaban del brazo como si hubiésemos tenido una relación efectiva. En fin, será parte de la novedad.
Igualmente Borobudur, templo buda del siglo 9, es enorme, sorprendente y bonito. Me dijeron que dejó de ser parte de los monumentos de la UNESCO, lo que no sé porqué; será por el caos que lo vuelve insoportable. El templo conociste en una estructura piramidal con seis niveles, alrededor de los cuales se puede caminar, y una cima con tres niveles redondos donde hay estructuras con forma de campana, todo de material volcánico, color negruzco y con budas y escenas talladas que cubren casi todas las murallas.
La cima fue una lucha por alcanzar, por la cantidad de gente; aun así Borobudur sigue siendo lindo e interesante. Luego de su abandono, tras la declinación del budismo, y luego de una erupción volcánica del año 1006 que lo cubrió con cenizas y dejó dañado, en 1814 fue descubierto y hasta entonces está en proceso de restauración.
Por su parte, Prambanan me pareció mucho más bello, además de que fui al atardecer cuando la luz estaba preciosa y calmo. Éste es un templo hindú, del mismo tiempo de Borobudur, que consta de varios monumentos erguidos a diferentes dioses, el más alto de 47 metros de altura; cada uno está profusamente tallado y tiene una escalera que llega hasta un espacio pequeño interior (en altura). También está muy dañado, pero éste por el terremoto del 2006; pese a ello han restaurado bastante y los jardines circundantes lo hacen más bello aún. Este templo sí que fue fantástico.
Cómo explicar lo cansada que quedé después de este día; Borobudur queda a 42 km al noroeste de Yogyakarta, mientras Prambanan a 17 km al este. Pese a ello el tráfico no fue tan difícil después de todo; tranquilo por el costado de la calle me fui segura en la moto.
Ahora en la noche cené (22.000rp) en un local de mi callecita, Gang II, porque tiene una pantalla grande para ver el mundial de fútbol; pero resultó que Chile jugaba más tarde, así que vi el partido con la familia del hostal. Buenas noches.
Antonia

20 de junio de 2010

Desde Yogyakarta, Java, Indonesia

Yogyakarta es una ciudad grande, supuestamente con menos de un millón de habitantes, pero muy congestionada. Tiene más autos que Bali o Lombok, unos pocos buses, aún más motos, carros con caballos y un medio de transporte nuevo, el “becak”, una bicicleta que lleva en el frente un asiento doble con techo.
Yogyakarta, o Yogya como le dicen, es el centro político y cultural de Java; es muy cosmopolita, tiene universidades y aún conserva mucha de su arquitectura antigua. Aún tiene sultanado, por lo que su atractivo turístico principal es el “Cratón”, un área del palacio con museos y ciudad donde viven los trabajadores del sultán. Pero como hoy es domingo, y hay gente de muchas partes y buses llenos de estudiantes paseando, dejé la visita al Cratón y demás templos para la semana.
Otra cosa que no se puede obviar en la ciudad es que se trata del “reino del batik”. Hay batik por todos lados, y en su inmensa mayoría son horrendos; la ropa es “del terror”, con colores tristes y sucios; sólo algunas pinturas son bonitas. Quizá termine comprando una falda larga de batik para “comportarme mejor” en la calle.
El alojamiento que encontré está en el “centro del turismo”, en los callejones “Gang”I, que tienen hospedajes, casas, internet y negocios, todo bien apretado y algo oscuro. Queda cerca de la estación de trenes y a una cuadra de la calle principal, Malioboró. Mi pieza es muy barata (40.000rp), aunque la calidad e higiene son bastantes pobres (nada que criticar); pese a lo “individual” tiene dos camas simples, una más cubierta en polvo que la otra, y un cuarto de baño tan pequeño donde es casi imposible voltearse, con la ducha sobre la taza (de ras de piso) y la cubeta y llave de agua a un costado.
La calle Malioboró tiene dos pistas angostas que van en un mismo sentido, para autos, buses y motos. A su lado derecho tiene una pista para carritos y caballos y a su izquierdo otra para estacionar motos. Entonces vienen las veredas en los extremos, la de la derecha llena de productos de batik y la de la izquierda con venta de comida... un metro de ancho, con suerte, queda para el paso de la gente. A todo esto se le agregan, a continuación, los negocios con de todo, especialmente con más ¡batik! Para cruzar la calle, afírmense, que nadie para.

La ciudad también tiene un “Malioboró shopping”, con tiendas occidentales, McDonald’s (que vende además fideos) y calzados Bata.
Hoy tomé un “becak” (10.000rp) para ir al mercado de los pájaros. Estos indonesios son criminales con los animales. Los pajaritos son muy bonitos y las jaulas de palitos hermosas; pero tienen muchos pájaros en jaulas ínfimas o uno solo en donde casi no cabe. Vendían también gekos, 10 por jaula y reptiles apretujados... una pena. La sección de peces, de Sumatra, era ¡una maravilla de colores! El mercado resultó súper “choro” y bonito para conocer, pero finalmente una bestialidad. Unos turistas extranjeros me contaron que vendían por 1 euro 10 pajaritos verdes o rosados, para liberarlos en la plaza… la inocencia del corazón bueno, cuando lo único que pasará es que los volverán a atrapar para seguir lucrando. Un geko costaba CL$500 y una jaula “grande” de madera CL$10.000 (sin regatear).
Regresé caminando al centro. Me metí a tiendas, caminé y caminé. Finalmente llegué a “Taman Sari” y a donde viven los trabajadores del Sultán; pero para entonces la batería de la cámara se había agotado, así que decidí regresar otro día. Entones no pude resistir la tentación de comprar una pintura batik sobre seda; no pude escapar a la insistencia de esta gente que te “embute” como sea las cosas, y es que como me gustó la pintura, ocupa muy poco espacio (es un paño del gado) y logré comprarla a un precio bueno (113.000 rp, un tercio de lo que originalmente me ofreció), menos dije que no.
De regreso al hospedaje, caminando, conocí a una australiana que se está quedando en mi mismo lugar; quizá vaya conmigo a los templos mañana, pero no está segura de querer ir en moto; ahí veremos.
Ahora, en la noche, fui a comer a Malioboró, a los restaurantes que abren al atardecer, como la gente local. Comí por 26.000rp arroz, pollo, jackfruit (una pasta oscura de esta fruta, un poco dulce, sabrosa) y verduras (espinaca salteada en jugo... primera vez que me gusta la espinaca), y tomé un jugo por 7.500rp. Los restaurantes consisten en un área techada a lo largo de la vereda y tapada con lona sólo por el lado opuesto de la calle, con una cocina en un extremo que tiene un mesón con algunas comidas hechas en fondos grandes, fuegos para saltear, una asadera casera a la orilla de la vereda y neveras para los mariscos; seguidas a la cocina y perpendiculares a la vereda van las mesitas alargadas casi a ras de piso, sobre tapices de entramado multicolor plástico para sentarse sobre el suelo; las sandalias deben dejarse en la vereda... como en la mayoría de los negocios.
La noche en Malioboró está llena de vida... y caos. Con muchas luces que vienen de las tiendas (la calle misma no tiene); llena de autos y motos; con cientos de motos estacionadas, muy organizadas y con los cascos y chaquetas de sus dueños (porque no roban); con carritos esperando llevar al primero que se le cruce por delante; repleta de gente, familias, velos, sonrisas, grupos de música con tambores, “taksis” (taxis), comida en la calle, humo de asaderas, comercio callejero... y entonces un avión muy bajo que pasa por sobre la cabeza listo para aterrizar. “Del terror”, pero interesante desde el punto de vista de un turista como yo.
Mañana comienza la visita a los edificios y templos.
Un beso,

Antonia