11 de junio de 2010

Desde Senaru-Tetebatu-Kuta, Lombok, Indonesia

 El lunes en la mañana, insólitamente, no había nadie levantado a las 8 am en Senggigi. Encontramos un solo local abierto para tomar desayuno; en el lugar que buscábamos (sin paredes) sólo había un hombre dormido sobre una colchoneta. Tipo 9:30 horas tuve mi entrenamiento de motocicleta (scooter), y al rededor de las 10 am partimos nuestro recorrido alrededor del volcán Gunung Rinjani mientras nuestras mochilas quedaron en el negocio de arriendo de motos, en una esquina.

Qué alegría y qué fácil es manejar la motocicleta; y en Lombok casi no hay tráfico, aunque quizá sea porque es día lunes. Entre paradas para fotografiar y una velocidad promedio de 40 km/h, llegamos a Senaru a las 13:00 horas tras un paisaje lindo, campestre, con muchos cultivos (arroz, maní, porotos), aunque con un pavimento a medio deshacer (pero nada muy malo para ser estatal). Y el hostal que encontramos en Senaru también era bueno (80.000rp), tenía puerta y tasa occidental en el baño, aunque una vez más sin lavatorio; con una vista increíble sobre el valle, con el mar de un lado y el volcán Rinjani del otro. Senaru agrupa a “villas montañosas pintorescas, a la mejor base para subir el Rinjani”.
Pero decidimos no subir el monte Rinjani porque, además de ser muy cara la entrada (>550,000rp por dos días), la subida se hace de noche (sin vista), tarda muchas horas, mi historial subiendo cerros nunca ha sido muy bueno y todo para ver sólo un lago (no me convenció). Caminamos entonces por la calle del pueblo que va en pendiente; era efectivamente bien “pintoresco” el pueblo, y tenía muchos niños.
Haberme tapado con ropa larga durante el viaje fue bueno, pues con el viento no da calor y evité quemarme con el sol como hizo Jessica.
Algo por mencionar es que en Indonesia, donde quiera que se esté, todo gato es chico, flaco y con la cola cortada, ¿qué diablos?, ¿estará en la sopa? Y, ¡miércales!, a todos les gusta saludar diciendo “halooooo” (con sonido de H inglesa pero vocales en español) y hacer millares de preguntas; hasta mientras se conduce la gente abre la ventana del auto o maneja la moto contigua y a la misma velocidad para conversar. Preguntas infaltables y repetidas unas 20 veces al día son (en inglés): ¿de dónde eres?, ¿cómo te llamas?, ¿a dónde vas? Y de Chile, el 90% saca inmediatamente el tema del fútbol, mencionando a Zamorano, algunos a Salas y hasta a un Gómez del que yo no sé; ya saben que Chile juega en el mundial y hasta el grupo al que pertenece, aunque Indonesia no participa... ¡qué pena!, es el sueño de todos.
Otra cosa es que, en Gili me aparecieron unas ampollitas en la parte superior de las manos, igual a lo que me pasó en el pecho en Natal, pero sin picarme tanto, y los pies me arden durante la noche como si los tuviera quemados; hasta me he tenido que levantar durante la noche a mojarlos con agua fría para poder dormir. No entiendo lo que les pasa a mis extremidades; sumando y restando creo que puede ser una reacción alérgica más que el calor, por ello paré de comer unas galletas y maní, para ver qué pasa. La gente de aquí no sabe, uno hasta me frotó una planta como tratamiento, pero no resultó.
El martes el sol me despertó a las 6:40 am. La noche en la montaña no estuvo calurosa (más bien fría), y la mañana tampoco estuvo muy amena porque todos nos querían “sacar plata a como dé lugar”; sentimos cierta tensión en el hostal. Fuimos entonces a una cascada a bañarnos con agua helada, que mi piel pedía desesperadamente, y luego continuamos la odisea en moto alrededor del volcán Rinjiani.
Tardamos ¡5 horas desde Senaru hasta Tetebatu! Lo malo fue que estaba medio nublado y por lo tanto la vista no fue la mejor; pese a ello el viaje fue espectacular.
La parte alta del viaje, Sembalun, es muy hermoso; tiene una planicie enorme con cultivos (tomate, pepino, arroz, muchas cebollas) rodeados por montañas ralas verde intenso, muy imponentes y algo altiplánico. Además, y a lo largo de todo el trayecto alto, nos topamos con varios grupos de niños que “decoraban el paisaje” y nos extendían la mano para tocar la nuestra; iban caminando con sus uniformes de colegio, y las niñas con túnica; se veían muy lindos.
Desde la última parte en subida y hasta casi toda la bajada hasta Sapit, había un bosque lluvioso semi-tropical bien tupido, algo fresco por las nubes y con algunos monos en el camino. Entre la selva y Sapit, los lados del camino tenían platanales; se veía muy bello; pero, pese a acarrear lo referente a la cámara de fotos, olvidé el adaptador de corriente en Senggigi, y por lo tanto no tomé fotos al casi no tener más batería ¡en el segundo día!
Abajo, desde Sapit hasta la parte plana, otra vez estaba lleno de cultivos, pero ahora todos en terrazas, con piscinas, melgas o camas, con cubiertas de suelo o túneles plásticos; luego supe que esto era para el tabaco, para evitar el exceso de agua. Había también mucho arroz, repollos (enanos) y zanahorias.
Una vez abajo, y ya cansadas de tanto hoyo en el camino, me salió lo “sudaca”; empecinada al volante, en la carretera llena de autos y motos, yo estaba ¡feliz! Mezquitas de colores, de formas y tamaños variados por todos lados, y musulmanes y velos “a la orden del día”.
En Tetebatu, en la falda sur del volcán, la gente es muy humilde y las calles son “rompe huesos”, con hoyos cada 30 cm; pese a ello, el hostal que encontramos es el con la mejor relación precio-calidad de hasta a el momento (50.000rp, negociado eso sí...como siempre).
Un joven con el que conversé en el restaurante me dio harta información de Indonesia, sobre temas muy diversos. El tipo sabía mucho de su país pese a que sólo había terminado el colegio, tenía un nivel de inglés muy bueno, manejaba un cafecito en el pueblo (modesto), enseñaba inglés en su casa y cocinaba "sasak" (comida de Lombok) a los extranjeros… ¡qué orgullo!
El miércoles, en Tetebatu, fuimos a una caminata con un guía pagado, porque de lo contrario es fácil perderse, dicen. Caminamos entre cultivos hasta el parque nacional, que ahora tiene entrada pagada (20.000rp para turistas, 5.000rp para locales). El parque no tenía nada muy especial; sus monos negros son tan asustadizos que sólo pueden “verse” porque los bambúes se mueven y suenan. Los bambúes eran ¡enormes!, y la cascada final bonita, pero nada gloriosa; nos bañamos.
Los cultivos que vimos eran bellos; había mucho arroz. Aquí hay dos tipos de arroz, el “normal” y el “pegajoso” (para repostería); este último es más alto y su ciclo dura 6 meses en vez de 4. Usan almácigos para todo; el tabaco se cultiva bajo túnel y a veces con cobertor plástico para evitar el exceso de agua; controlan las pestes con pesticidas de empresas trasnacionales aplicados con bomba de espalda, mientras las malezas las controlar a mano, trabajo que junto a la preparación de suelo es de hombres; la cosecha la hacen las mujeres. Todo lo paga el agricultor, nada es subsidiado. Para el arroz, el trasplante se hace con atados de 10-15 plantitas luego que el suelo es inundado; luego colocan peces para mejorar la aireación y finalmente ¡pescan!... doble propósito.
Vimos también unas pocas plantas de vainilla (enredadera monoica que polinizan por cruza manual), cacao y hasta un árbol de clavo de olor... ¡qué lindo!
De regreso a Tetebatu se puso a llover “como chancho”; entonces Ari, el guía, nos cortó una hoja de plátano para usar como paraguas, pero aunque funcionó relativamente bien, quedamos mojados. Mi única preocupación era mi mochila que tenía la cámara, cables y ropa.
La caminata la compartimos con Thierry, de Francia; bien simpático. Como para creer que llevo a un ángel vigilándome (o que la meca me protege), Thierry resultó tener una cámara igual a la mía, y por lo tanto pude cargar la batería, ¡qué suerte! Y como él también iba a Kuta-Lombok ese mismo día en la tarde, esperando hasta las 17:00 horas a que la lluvia parara, que resultó coincidir con el segundo en que Thierry dijo no esperaría más, nos fuimos los tres a Kuta en nuestras motos respectivas, tardando dos horas a 50 km/hrs promedio.
Estoy enamorada de la motocicleta, es increíble, y manjar en Indonesia, a excepción de los hoyos, es un placer. El paisaje es muy variado, tiene selva, plantaciones, campo, cuidad, tráfico, soledad, mecas, colores, pueblitos, cemento, tierra, y aunque todo se vea caótico, se maneja bien.
Llegamos de noche a Kuta, el paraíso de los surfistas. Mientras manejamos, los insectos chocaban en contra de nuestras caras y los sapitos, que aparecían de todos lados en la noche, cruzaban la calle.
Ayer jueves, finalmente no necesitábamos despertar temprano; pero a las 4:30 am la meca comenzó su “canto del terror”, qué “pintoresco” podría decirse, pero no, no es nada grato y menos a esa hora. Es que estos musulmanes son tan extraños.

Fuimos la playa; una vez más sobre ruedas fuimos a las playas del este porque en Kuta todo estaba muy sucio. Fuimos a Selong Blanak primero, playa paradisíaca con cerros escarpados verdes, arena blanca y mar calipso; excepto porque había mucho viento y una competencia de botes muy ruidosa. Ahí tuve que posar para las fotos de los teléfonos celulares de varios adolescentes. Y es que pronto me di cuenta de mi desubicación, de que me había puesto traje de baño en un mundo musulmán en que todos se bañan tapados. Incluso intentaron pasarme a una guagua para que posara junto a ella. Así que decidí tomar sol a un lado de un bote estacionado que me cubrió de las miradas.
Luego fuimos a Mawan, también una playa muy linda, pero redonda y con marea muy baja para entonces; en ésta había un grupo de Java filmando un comercial para la televisión, del tipo asiático moderno, con ropa celeste intenso Adidas y mechas rubias. Y terminamos comiendo en un restaurante lindísimo, con una vista sobre Kuta de postal; ¡por fin ensalada!
En la noche fuimos a un local a conversar, nos tomamos un trago y comimos un “banana Split”.
Hoy en la mañana, viernes especial para los musulmanes, no sólo me despertó el canto de una meca, sino el de tres a la vez... ¡qué infernal!
Thierry partió a Gili, y Jessica y yo de regreso a Senggigi. Pasamos por la capital de Lombok, Mataram, con mucho caos y nada a la vista que llamara la atención. También pasamos por un templo hindú a orilla del mar, donde se enojaron por lo poco que pagamos, haciéndonos pagar más por “el pago opcional”.
Y esa fue mi travesía por Lombok, ¡magnífica! Mañana regreso a Bali.
Se me olvidaba, el plan de viaje cambió completamente. Ir a la isla Flores tarda mucho y la locomoción es muy difícil, así que después de Bali me voy a Jacarta en Java.
Ya, el testamento está cada vez más musulmán... o sea, “infernal”.
Besos a todos.
Antonia