Hola familia.
Fue triste dejar Bali, aún con tanta gente insistiendo
vender lo que sea o conversando a cada minuto. Ahora estoy en la selva
ciudadana de Yogyakarta, en Java central.
Tardé 24 horas entre Lovina, Bali, y Yogyakarta. Partí
en el bus público de Lovina a las 12 pm y tomé el tren a Yogyakarta a las 22:15
am. El tren llegó a Surabaya a las 5:30 horas; estaba bastante limpio, ordenado
y sin mucha gente, aunque debido a que paraba a “cada instante” los asientos
terminaron casi todos usados, y entonces no pude tenderme a dormir a lo ancho
de la butaca doble. La gente se alternaba, uno durmiendo a lo ancho del asiento
y el otro tirado en el piso con los pies hacia el pasillo.
El tren tenía un vagón de comedor y seis con asientos
separados para dos clases: una primera llamada “eksekutif” y una segunda más
barata (en la que viajé), llamada “bisnis” (145.000rp). También existe una
clase económica llamada “ekonomi”, que cuesta un cuarto de la “bisnis”
(36.000rp), pero ésta estaba disponible sólo en el tren de las 6 am, tiempo que
no quería esperar. La diferencia entre la primera clase y la “bisnis” fue que
tenía aire acondicionado en vez ventiladores (que durante la noche no era
necesario).
Durante el viaje el tren paraba en varias estaciones,
cuando un señor pasaba vendiendo comida y bebida, muy tranquilamente y poco
ruidoso, y ofreciendo almohadas. Lo único desagradable del viaje fue el al
estar permitido fumar dentro del tren, y pese a que casi todos los indonesios fuman,
hubo dos “desubicados” haciéndolo desde sus asientos. A parte de eso, el viaje
estuvo muy tranquilo y bueno.
El viaje de Surabaya a Yogyakarta (70.000rp) partió a
las 7 am y finalizó a las 12:30 horas. Ni se imaginan cómo llegaron mis pies;
¡como sapo!, hinchados “a mango,” y yo “muerta” de sueño. Y pese a que olvidé
tomar la aspirina para evitar los coágulos, me paré del asiento para caminé
varias veces.
Mucho no vi del camino, primero porque era de noche y más
tarde porque iba sentada al lado de un tipo que no paraba de conversarme y en
el único asiento del lado del sol sin cortina; hacía un calor “del demonio”. El
tipo fue respetuoso, pero trató de organizar mi estadía para llevarme por aquí y
allá; yo rehusé toda amabilidad y le dije que estaba casada. Y es que con estos
musulmanes uno no sabe; te muestran la foto de sus hijos, luego quieren sacarse
una foto contigo para publicarla en facebook y continuar el contacto, y salir
juntos... ¡¿para qué?!
En una de las estaciones, un grupo de chicos me tocó
la ventana desde afuera del tren para conversar a través del vidrio, ¡impresionante!,
y no pararon hasta que el tren partió.
Aquí los blancos somos como estrellas de cine. Hoy un
grupo de niñas me paró para, por favor, sacarse una fotos conmigo, y luego una
con cada una. Me preguntaron el nombre y me dieron la mano, todas nerviosas,
avergonzadas y riéndose.... y yo ¿qué?, les pedí una foto también. Así como en
Selong Blanak, en Lombok, cuando por vestir bikini un grupo de chicos quiso
sacarse fotos conmigo, usando el teléfono celular, porque todos tienen celular
pero nadie cámara, y entonces foto con uno y con otro; más tarde, yo tirada en
la arena, llegaron los mismos más unos cuatro amigos nuevos en moto, pidiendo
más fotos, con abrazo y todo, y al ratito, luego de las gracias, uno vino
corriendo con una guagua para que la tomara y me sacara una foto con ella. Como
si fuese el orgullo de por vida, quizá para poner la foto en la pared de la
pieza.... no sé. Para los rubios el tema se torna aún más crítico.
Antonia.