30 de octubre de 2010

Desde Xian, Shaanxi, China

Desviarme hacia Langzhong (pronunciado Lang-dong), entre Chengdu y Xi'An, fue la mejor idea que pude hacer. El viaje, sin embargo, tenía varias curvas y una espera de tráfico debido a un accidente de tránsito que nos dejó esperando inmovilizados al menos 40 minutos.
En estos trayectos de bus siempre hay gente que vomita; lo típico es que el chofer reparta una bolsa plástica para cada pasajero antes de comenzar el viaje.
La guía de viaje decía “bien claro” en cuanto a Langzhong: “un lugar donde ir antes de que sea demasiado tarde”. Y así fue; era una villa antigua, con dos torres de la dinastía Qing desde donde se podía mirar esta villa de techos de teja oscura. Las casas tenían mucha madera, por dentro y por fuera, y con fachadas continuas. Sus calles tenían mucha gente adulta paseando, jugando en las calles y en los locales; más que para el turismo, era un lugar para los lugareños. Por ello creí prudente quedarme una noche adicional, para caminar, mirar, gozar de la, finalmente, tranquilidad.
La gente fue muy cálida conmigo, así como en general en China; aunque más relajada. Los dueños del hostal fueron amables al punto que no quise ni buscar otro lugar un poco más barato. Y es que quedarse en la villa es más caro que otros lugares (no tiene dormitorios compartidos como el resto)... después de todo ese ingreso económico adicional es esencial para mantener el lugar en el estado que lo tienen: al mismo tiempo bueno y muy limpio.
No era sólo eso, también tenía un restaurante fabuloso, con la mejor comida que he probado en China; entendí, entonces, los comentarios acerca de lo fantástico que es comer en China... las berenjenas salteadas con cebollines, jengibre, ajo, ají y un poco de citonela estaban deliciosas.
Cuando llegué a la ciudad moderna de Langzhong tomé un taxi para que me llevara a la ciudad vieja... estaba lloviendo. Cuando el taxi me dejó en la calle indicada en el mapa no pude creer que lo “viejo” que estaba viendo era más bien “decrépito”; pero a pocos metros de caminar el pueblo cambió, y entré a la sección antigua... bello. Había llegado a lo que quise alcanzar de China desde hace mucho; el turismo era mínimo y extrañamente no había otro extranjero excepto de mí... estaba lejos de la Disneylandia que China parece estar experimentando.
Lo de llegar a tiempo a Langzhong, sin embargo, me hizo sentir que había llegado en el tiempo exacto de la destrucción del lugar. Estaban haciendo cientos de hoyos en todas las calles y algunas estaban completamente rotas. Al día siguiente descubrí que los hoyos eran para plantar árboles; árboles de unos seis metros de alto trasplantados en hoyos de no más de un metro de profundidad y separados por ocho metros... extraño.
Vendían ropa en algunos locales; nada moderno, pero chaquetas para hombre muy bonitas, con corte viejo tipo militar... cool!! Si fuese hombre me hubiese comprado varias.
La pieza donde me quedé estaba en una casa antigua con patio interior (como otras); tenía un hervidor de agua y una taza con tapa para tomar el té. Así que fui a comprar té... complejo. “Cha ma?” (“¿té?”); entonces el señor de la ezquina me quería vender un vaso desechable con té. Con señas traté de expresarle que quería té en bolsa... al ver unas bolsas de papel que parecían de té, las señále y pregunté, “cha ma?” y el señor acentó con la cabeza. Muy feliz, de regreso en mi pieza, abrí mi bolsa de té; pero para mi sorpresa me encontré en cambio con semillas de maravilla saboreadas... “snack chino”; de hecho muy rico.
Luego de mi segunda ducha caliente del día, para pasar el frío (opuesto a lo que hacia en el sudesteasiático por el calor y con agua fría), me acosté temprano esa noche, tomando “agua perra” y viendo televisión en cama... ¡qué rico!
Cuánto desastre está pasando en el mundo; qué suerte de no estar en Indonesia con terremotos, maremotos y erupciones volcánicas, o en Tailandia con tormentas e inundaciones por todos lados, o con turistas muertos y perdidos en Taiwan. De paso, me enteré que la “Expo Shanhai” termina a fin de mes, por lo que no la veré; también de las políticas chinas para los cinco años próximos según las preocupaciones existentes (crecimiento económico y desarrollo urbano mayor que el rural, y la no repartija equitativa son lo central)... y mi sentimiento de que “nos aplastaran a todos los demás” después de ello.
La travesía hacia Xi'An fue compleja. Me levanté a las 6 am, como de costumbre en China para llegar a tiempo a cualquier lugar o sitio; en un paradero, y después de varias señas y palabras sin sentido logré que me dieran el paradero y número de bus para llegar a la estación de buses. Pero al llegar al paradero correspondiente la gente ya no sabía o me decía que no era el lugar. Igualmente tomé el bus, pues después de todo era la ruta por donde el taxi me había llevado. Al llegar a la estación supe que no era la adecuada; entonces el chofer del bus local me llamó para llevarme de regreso; el bus era el correcto pero en el sentido opuesto. Por cierto perdí el viaje de las 8 am; aunque igual llegué a las 11 am a Guangyuan para tomar el tren a Xi'an.
Había muchas alternativas de trenes; pero sabiendo que el viaje tardaría cerca de 12 horas, que estaba cansada y que no quería dormir nuevamente en un asiento recto, preferí pagar el doble del precio menor y esperar hasta las 23:40 horas por un viaje mejor. En la espera me fui de paseo por Guangyuan; otra vez una ciudad nada de especial, aunque con algunas sorpresas que me alegraron.
Comprando un pomelo entablé una conversación con una mujer que quería venderme naranjas, que aunque corta fue muy agradable; usé mis pocas palabras en chino que acerté usar en los momentos clave. La mujer no terminaba de reirse con el vendedor de pomelos al decir en tono de burla “'bu dong, bu dong” (“no entiendo, no entiendo”) pues no creía que no entendía chino, cuando realmente no entendía “ni jote” lo que me decian. Y cuando iba cruzando el puente de regreso a la estación de trenes, con un trozo de torta musulmana de frutos secos (con más maní que otra cosa) para seguir festejando mi cumpleaños, alguien se me acercó corriendo por deatrás... era una chica china que jadeando de cansancio me preguntó, “¿de qué país eres?”; luego de mi respuesta y muy entusiasta dijo, “Welcome to China!, please...”, y me dejo continuar. Ese gesto sencillo me dio un momento de alegría enorme.
Una vez en la estación, pasé un tiempo jugando zudoku y comiendo las semillas que, equivocadamente, había comprado en vez de té. Como era un recinto techado con sólo una lona contra la lluvia y estaba haciendo mucho frío, pagué para esperar en una sección especial cubierta. Era harto más agradable que morir de frío, pese a que la televisión estaba con un volumen “a todo chancho” y que la gente en vez de conversar gritaba.
Dormí muy bien en el tren; aun con algunos ronquidos, mi sueño fue profundo.
Xi'An, en la provincia de Shaanxi (no Shanxi, que se pronuncia con un todo distinto) es, otra vez, una ciudad grande. Tiene una sección central amurallada, de alguna de las épocas de dinastia que aún no aprendo a reconocer, con entradas (puertas) en el norte, sur, este y oeste.
Pese a que oí cosas muy negativas de la ciudad, no me pareció que fuese tan mala; creo que todos esos comentarios vinieron de gente que no ha estado en las ciudades del centro de China; esas mucho peores que yo sí vi.
Xi'An es la ciudad relacionada con los Guerreros de Terracota.
Ayer caminé por la ciudad con Haward (inglés); visitamos el centro chino-musulmán de la ciudad. Es muy extraño, no creímos que esa mezcla existiera; pero existe. Y la comida que tiene sus calles es riquísima; con frutos secos, panes variados y mil y una cosa exótica. Caminamos sin parar hasta que, por fin, llegamos al mercado de pajaros; pero ya no existía.
En la noche, en el hostal, aprendimos a cocinar “jiozi”, los ravioles que se cocinan al vapor o se ponen en sopa (entonces llamados “baozi”) ¡rico!
Y hoy fui con Haward, Susi (USA) y Nicholas (NZ) a ver a los Guerreros de Terracota. Impresionante. No era como creí. Se trataba de tres secciones que desde 1974 están siendo excavadas bajo techo. Una de las secciones, la más grande, tiene unos 6.000 guerreros y algunos caballos; todo con mucho detalle. Pero todo puede verse sólo desde los márgenes de los galpones, por lo que es fundamental tener un zoom de cámara bueno; pese a ello, es muy difícil dimensional el tamaño de todo. ¡Impresionante!, otra vez.
Mañana parto una ruta final algo alocada y posiblemente compleja, antes de llegar a Beijing. Supuestamente debería ver y caminar montañas muy bellas, cuevas y ciudades interesantes. Ojalá también haga contacto con la gente, como a la abuela Mila siempre le gustó.