14 de septiembre de 2010

Desde Hoi An, Centro, Vietnam



Cómo me está cautivando Vietnam. Es extraño, pero, mientras más tiempo pasa, más me siento en casa. Me gusta.
Dejé la jungla de Saigón. Tomé un “bus tradicional” a Mui Ne, una localidad pesquera hacia el norte que esté desarrollándosul turismo en base a sus playas y dunas coloridas. El bus tardó cinco horas.
El panorama del camino fue muy entretenido y bonito. La vista era bastante plana, con arrozales amarillentos, algunas palmeras y cientos de plantaciones de pitaya (dragon fruit) que corresponden a cactus de secciones alargadas sostenidos sobre estacas. También había muchos parronales. Las casas son alargadas, de uno o dos pisos de altura, con una puerta doble frontal que se abre en el centro y dos ventanas alargadas a los costados; por los lados no tienen muchas ventanas; están pintadas de colores pastel llamativos en su mayoría (verde, azul, lila, amarillo). Las construcciones no son abundantes, pero no se detienen en todo el paisaje... hay gente viviendo en cada metro a lo largo del camino. Pero pese a lo “pintoresco” es muy sucio, con mucha basura, a diferencia del delta del Mekong donde me pareció que pese a haber mucha gente el río no estaba tan cochino.
Y la calle de Mui Ne, con una longitud de 11 km, no se veía como yo esperaba. El primer sector tenía casas y hoteles ostentosos; mas allá estaba mi sector, con mucho que desear, pero simple y nada malo. Hacía calor, las veredas estaban incontinuas, con arena y malezas creciendo entre medio, todo “dejado de la mano de Dios”; había motos asechando a cada metro para llevarme a algún lado. El alojamiento no era ninguna maravilla, a no menos de US$6 la noche.
Decidí ir a la playa... y “suacate”, qué montonera de basura arrojada por el mar sobre la arena, ¡un asco! Así que en mi mente comencé a organizar el plan otra vez. Pensé y pensé, hasta que decidí ir a ver las dunas e irme al día siguiente fuera del lugar. Y es que a veces sucede que algo dentro de uno te dice que no es el lugar indicado y hay que partir.
Ya eran casi las 16 hrs, sin embargo un motorista me prometió que tenía tiempo suficiente para llegar a la playa amarilla (o roja) y a la blanca a ver la puesta de sol. ¡Qué paseo más lindo! En la moto-taxi, con el viento en la cara, una vista maravillosa y una luz aún mejor.
La playa amarilla era amarilla anaranjada; en el camino rumbo a la playa blanca, que era bien lejos, vi algo blanco a la distancia, pero el taxista en vez de ir para allá se detuvo en una anterior que a mi parecer de blanca no tenía nada... amarilla pálido, pero no blanca. Si no fuese porque ya habíamos viajado suficiente y el paisaje era de todos modos muy bello, hubiese alegado porque estaba segura que aquella no era la “playa blanca”; estaba lo suficientemente feliz con lo que veía. Como la puesta de sol era bella en todos lados, volvimos en la moto parando en muchos puntos para fotografiar; paramos en una villa en una bahía con cientos de barcos pesqueros que se veían fenomenal... qué ganas de tener un auto para viajar y detenerse o quedarse a disfrutar de paisajes tan bellos, con arenas de colores variados y aunque escasa con vegetación muy verde. También paramos frente a un cementerio buda, en que las tumbas eran muy parecidas a las casas: largas, altas y pintadas de colores pastel; el motorista me dijo que el símbolo buda (com el nazi) es puesto en la tumba; de no cruzar las líneas del símbolo, la gente queda ambulando. 
Algunas dunas estaban siendo removidas; entonces el taxista me explicó que la arena la venden a los japoneses y europeos, por 15.000vnd (US$0.75) el kilo... no creo que para tanto.
En la noche cené caracoles asados en un restaurante al aire libre, donde había gente local y algunos turistas; estaban muy frescos porque se movían aun antes de comerlos, estaban ¡muy sabrosos! En Vietnam, los restaurantes suelen colocar en la mesa, a parte del mondadiente usual de Asia, para sacarse las porquerías restantes de entre los dientes, una toallita húmeda para limpiarse las manos; hay que señalar que una táctica muy común, y en varios aspectos en este país, es que como en el restaurante en que cené,la toallita estaba sellada y por tanto la cobran más tarde en la cuenta… y yo pensando ¡qué amables!
Cuando fui a mi habitación, y luego de pasar por la entrada y sectores diversos del hostal, por donde las ratas corrían por todos lados... ¡del terror!, mi estómago empezó a portarse extraño otra vez. Suerte que mi bus no salía sino hasta la una de la tarde del día siguiente, lo que me permitió ver una película en la noche y dormir harto; en la mañana me aseguré de “evacuar” toda la pudredumbre de mis entrañas. Antes del viaje me tomé mi ansiada sopa de fideos con pollo, la que varía de lugar en lugar pero que es siempre muy sabrosa, y me “pichicatié” con una pastilla de carbón y de ibuprofeno para contraer cualquier “retorsijón de guata” que pusiese hacer estragos en el bus, y la última de las cardioaspirinas restantes para el viaje que sería largo.
Era la hora de la salida de la escuela, 12 hrs (en Asia se estudia de las 7-9 hrs hasta 11-12hrs). El uniforme de los alumnos más pequeños consta de una camisa o blusa blanca, un pantalón o falda hasta bajo la rodilla de color azul marino, suspensores azules y un pañuelo rojo atado al cuello; las mujeres de secundaria llevan un pantalón y túnica hasta la rodilla (abierta al costado de las piernas) de satín blanco... ninguna otra opinión fuera que parecen fantasmitas.
Aquí la gente sigue cubriéndose del sol. No sólo con mascarilla, sino con polerones de manga larga (que pueden ser gruesos), gustes largos y calcetines que periten que el dedo pulgar del pie calse en la hawaiana. Medio esquizofrénico al pensar que le calor es muchas veces intolerable y húmedo.
Resultó que me tocaron ambos buses con cama, el desde Mui Ne y el que cambié en Nha Trang (la playa-fiesta de Vietnam)... excelente para mi condición de “enfermita”. Ambos buses tenían tres corridas de camas a ras de piso y otras en un segundo nivel sobre las primeras; a  mí me tocó (porque te lo asignan cuando subes) al lado de la ventana, lo que fue perfecto. 

Me tocó cerca de varios turistas jóvenes con quienes conversé un poco y me reí con sus historias que se asemejaban mucho a mis experiencias; por primera vez la temperatura del  bus estaba adecuada (no extremadamente fría como suele suceder) y el paisaje era una maravilla. Desde las 13 hrs hasta las 18 hrs (llegada a Nha Trang), el paisaje fue fenomenal; no tenía idea de cómo sería Vietnam, pero sin duda no como lo que estaba viendo. Me sentí viendo una película desde la ventana. El camino iba serpentiendo la costa. La costa era preciosa, con un mar azul profundo, planicies arrozeras, palmeras y arbustos pequeños, entre cordones montañosos que iban desde el interior hasta el mar; las montañas eran altas y rocosas; habían vacas entre medio y agua corriente; me recordaron al valle central Chile, ¡qué bello!, pero más verde y menos habitado.
Las casas aún del mismo tipo que las del sur, pintadas en colores pastel, repitiéndose mucho el verde, azul y lila, en varios tonos y combinaciones; algo de rosado, gris y amarillo también había. No podía parar de tomar fotos, otra vez estaba demasiado feliz ante tanta belleza, ante lo que más me gusta ver, colores y luces.
El bus siguiente iba “un poco” más saturado de gente, incluso con algunos durmiendo en los pasillos, a lo Sudamérica pero en un bus moderno. Para mi suerte, me designaron (porque a veces aquí no hay opción) el último asiento de los cinco de la parte superior trasera, al lado de la ventana; pero como estaba en la parte trasera del bus y el camino no era muy suave, nos sentíamos como jureles en el bote, rebotando.
Tal “descanso y comodidad'” me hicieron mejorar. Hoy me sentí perfecto.
Llegamos hoy a las 6:30 hrs a Hoi An. Otra vez, ¡qué ciudad más bonita!, colorida, limpia y con casas antiguas y con estilo. Con influencia china, japonesa y europea, es una ciudad antigua, que para mi gusto es aún mejor que Luang Prabang en Laos; porque no sólo es bella, sino que tiene el “ingrediente” asiático marcado. Y la gente es fantástica; los vietnamitas me parecen muy buena gente, sonrientes y amables... ¡me encanta Vietnam!, si tuviese que escoger otro lugar donde vivir creo que escogería a este país. ¿Habré sido vietnamita en otra vida? 
Hoy arrendé una bicicleta para recorrer el centro de la ciudad, que es pequeño, y para pedaliar por las villas cercanas. ¡Todo es bello! Una de las especialidades de la ciudad es la fabricación de ropa; está “saturado” con tiendas de vestuario con modistos donde se puede mandar a hacer lo que se quiera, o copiar la ropa que se desee, y si bien no es “botado de barato”, a no ser que se quiera algo de mala calidad, el precio es bueno. Ya me mandé a hacer un vestido y una chaqueta, por lo que, “a dedos cruzados”, espero que resulten como quiero; ambas prendas son rojas, así como Vietnam me inspira... pero dejaré la estrella amarilla fuera para no parecer chapulín colorado. Ojalé el correo vietnamita se porte bien, ya que nada de esto me cabe en mi mochila que ¡está “chancha”!
Ahora voy a cenar y a ver un espetáculo “cultural”.
¡Nos vemos!
Antonia