Llegué a Bandung a las 5:30 horas. Esperé que
amaneciera y tomé un “becak” (bicicleta con carrito en frente) que cruzó la
ciudad desolada hasta terminal de buses. Qué ciudad más fea, cual si fuese
Villa Alemana pero con una población y tamaño diez veces mayor, y más fea aún.
Fui rumbo a Cianjur, porque mi guía decía era un lugar
lindo; pero el bus lo pasó sin notarlo. Cuando volví a Cianjur, en un bemo en
dirección opuesta, me pareció un lugar horrible, sin ninguna plantación de té a
la vista. Traté que me llevaran a otro pueblo, pero fue confuso, sobre todo por
la incomunicación oral y corporal que intenté tener con la gente; entonces me
dije, “no más huevadas, me voy a Yakarta”. Y aquí estoy, en Yakarta.
El viaje a Yakarta fue ¡¡¡bello!!!, aunque con tanta
curva que las “vomitonas” no estuvieron ausentes (otra vez repartieron bolsas y
más de uno la usó). Pasé por unas plantaciones de té increíbles, entre plantas
de plátano, árboles floridos y helechos; quise bajarme, pero estaba cansada y
con la incertidumbre por las horas escasas restantes que mi visa me permitía.
Había una congestión vehicular “del demonio”, eso sí, porque la gente de Yakarta
va a vacacionar a esas zonas altas donde abundan los resorts.
Una vez en el terminal de buses de Yakarta intenté
encontrar una alternativa local para acercarme al centro; fue cuando sentí algo
de miedo y antipatía por primera vez en el viaje. Un grupo de taxistas
insistían en llevarme, pero como no estaba dispuesta a pagar “una barbaridad”,
responderles que no y comenzar a preguntar por el bus local, comenzaron a
acosarme y gritarme que me fuera a mi país; la gente del rededor me ignoraba,
por lo que vi que no lograría ayuda en mi búsqueda, ante lo que decidí alejarme
un poco, dejar pasar algunos minutos y mirar los buses; hasta que un hombre
extranjero me dijo que lo siguiera al bus en que subiría él. Fue así como tras
un trayecto largo de carreteras enormes llegué al centro turístico de la
ciudad.
Oí tanto malo acerca de Yakarta que una vez que llegué
me pareció linda. Es moderna, cierto, y enorme y con mucha gente; pero limpia,
amplia y verde. Mañana caminaré para verla un poco mejor, aunque estoy segura
que es muy bonita y ordenada como Singapur, o al menos el centro.
Pronto me voy a dormir, que las ojeras las siento “por
el piso”.
Que estén bien.
Antonia.