Estoy en mi último día en Indonesia. Qué pena, todo ha
sido tan bueno y bonito aquí, y hay tanto más que me gustaría visitar de este
país.
Yakarta resultó una sorpresa para mí; creo no haber
visto en mi vida tanto edificio grande ni tanto lujo. Este país debe tener
muchísimo dinero, si bien bastante mal manejado porque la pobreza también es
tremenda; así como Santiago, pero más exagerado aún.
Las carreteras tienen seis pistas por lado, los
edificios son altos, hay muchos espejos, vitrinas de negocios muy lujosos,
centros comerciales a escalas inimaginables, incomparables con los chilenos. Hay
harto contraste; por un lado hay miles de autos impecables, principalmente de
color negro y con vidrios polarizados, entre ellos Mercedes, Audi y BMV de
último año, y por otro lado una micro tipo cerro de Valparaíso y “bajaj”
(cochecitos a motor de tres ruedas).
Ayer tomé el tren para comenzar mi tur en Kota, la
zona histórica del norte de Yakarta donde están las edificaciones con
influencia holandesa, una plaza bien bonita con el café Batavia, de 1805, y los
museos. Ahí también corre un río, con edificios bonitos a ambos lados, pero el
río... el río... como los años dorados del Marga-Marga en que cruzábamos con la
nariz tapada por su hediondez. Allí fui también al “Pasar ikan”, asumiendo que
era un mercado de pescado (ikan = pescado); pero resultó ser un ambiente
bastante “malacatoso”, horrendo y con artículos de repuesto para embarcaciones,
como anclas, cuerdas y engranajes, sin pescados.
En la caminata, entre puentes y tráfico, un auto
lujoso se detuvo a mi lado; era un hombre negro, con acento brasilero, que se
presentó como jugador de la selección de fútbol. Me declaró su interés hacia mí
e invitó a salir y quedarme con él. Gracias a que estaba rodeada de gente,
rechacé tranquilamente la oferta y seguí mi camino.
En la parte sur de Kota había influencia china, siendo
además el sector más pobre; no indagué más allá porque no sentí tranquilidad.
Tomé el tren de regreso al centro de Yakarta, pero en
vez de bajarme en Gondaglia lo hice una estación antes, en Gambir, a la altura
de “Lapagan Merdeka” (merdeka = libertad), la plaza con el monumento a la
libertad, de 132 metros de alto, erguido por Sukarno en 1949 en memoria a la
independencia de Indonesia. La plaza es enorme y bonita, y si bien se puede
subir a la cima del monumento, hay un horario limitado y demanda alta, por lo
que no subí.
De la plaza seguí caminando por la avenida principal,
Jalan Thamrin (jalan =calle), donde están los edificios altos y lujosos, pero sólo
hasta la “estatua de la bienvenida” de Yakarta porque era muy extensa y hacía
mucho calor.
Hoy también caminé. Recorrí el perímetro de la plaza
de la libertad, donde están los palacios de gobierno, la biblioteca y otros
edificios importantes, otra vez enormes y lindos, y pintados principalmente de
blanco. No les saqué fotos porque cuando intenté cruzar la calle, para
acercarme al palacio presidencial, uno de los guardias armados me levantó la
mano para que me devolviera... no saqué foto para evitar conflictos (me dio
susto).
Hasta que llegué a la mezquita más grande del
Sudeste-asiático, o una de las más grandes, “Masjid Istiqlal”. Entré, un señor
me llevó a una sala para que dejara mis zapatos (chalas) y me pusiera una bata
especial, y me paseó por el interior de la mezquita. ENORME; dentro caben unas 135.000
personas. Si bien el exterior es feo, el interior es muy lindo... ¡casi me
convertí al musulmán! El ambiente estaba fresco y relajado. Había un altavoz en
el patio exterior, una torre muy alta y delgada desde la que hacen “el llamado”
para ir a predicar, ese que me “enferma” cada madrugada. Al menos en la meca me
trataron muy bien y el encargado, bien buena gente, me sacó fotos para el
recuerdo, agregando que Ricardo Lagos los había visitado, y orgulloso añadió
“tengo una foto con él”. Al final, puse en una cajita de madera una donación
por la visita.
Al lado de la mezquita había una catedral católica,
otra vez gigante y apoteósica, y muy bonita.
Ahora comí un “gado-gado” (ensalada con salsa de maní
deliciosa, 15.000rp) y estoy lista para “el sobre”; ¡estoy agotada! Los
mosquitos me han “devorado” estos dos últimos días y noches, y casi no he
dormido por sus ruidos; ayer, después de la cena, me conté 50 picadas en una
pierna, siete en una mano y siete en un pie... así que hoy compré un “bálsamo
chino” natural (3.000rp) que funcionó maravilloso contra la picazón. Por ello,
ahora estoy vistiendo jeans y manga larga, aunque creo que más que mosquitos
puede tratarse de pulgas porque muchas veces ni los veo y las picadas están muy
cerca una de la otra; es que el río que cruza Yakarta ¡hiede!
Ya, “chao pescao” Indonesia… un gusto.
Mañana a Malasia.
Antonia