27 de junio de 2010

Desde Yakarta, Java, Indonesia

Estoy en mi último día en Indonesia. Qué pena, todo ha sido tan bueno y bonito aquí, y hay tanto más que me gustaría visitar de este país.
Yakarta resultó una sorpresa para mí; creo no haber visto en mi vida tanto edificio grande ni tanto lujo. Este país debe tener muchísimo dinero, si bien bastante mal manejado porque la pobreza también es tremenda; así como Santiago, pero más exagerado aún.
Las carreteras tienen seis pistas por lado, los edificios son altos, hay muchos espejos, vitrinas de negocios muy lujosos, centros comerciales a escalas inimaginables, incomparables con los chilenos. Hay harto contraste; por un lado hay miles de autos impecables, principalmente de color negro y con vidrios polarizados, entre ellos Mercedes, Audi y BMV de último año, y por otro lado una micro tipo cerro de Valparaíso y “bajaj” (cochecitos a motor de tres ruedas).
Ayer tomé el tren para comenzar mi tur en Kota, la zona histórica del norte de Yakarta donde están las edificaciones con influencia holandesa, una plaza bien bonita con el café Batavia, de 1805, y los museos. Ahí también corre un río, con edificios bonitos a ambos lados, pero el río... el río... como los años dorados del Marga-Marga en que cruzábamos con la nariz tapada por su hediondez. Allí fui también al “Pasar ikan”, asumiendo que era un mercado de pescado (ikan = pescado); pero resultó ser un ambiente bastante “malacatoso”, horrendo y con artículos de repuesto para embarcaciones, como anclas, cuerdas y engranajes, sin pescados.
En la caminata, entre puentes y tráfico, un auto lujoso se detuvo a mi lado; era un hombre negro, con acento brasilero, que se presentó como jugador de la selección de fútbol. Me declaró su interés hacia mí e invitó a salir y quedarme con él. Gracias a que estaba rodeada de gente, rechacé tranquilamente la oferta y seguí mi camino.
En la parte sur de Kota había influencia china, siendo además el sector más pobre; no indagué más allá porque no sentí tranquilidad.
Tomé el tren de regreso al centro de Yakarta, pero en vez de bajarme en Gondaglia lo hice una estación antes, en Gambir, a la altura de “Lapagan Merdeka” (merdeka = libertad), la plaza con el monumento a la libertad, de 132 metros de alto, erguido por Sukarno en 1949 en memoria a la independencia de Indonesia. La plaza es enorme y bonita, y si bien se puede subir a la cima del monumento, hay un horario limitado y demanda alta, por lo que no subí.
De la plaza seguí caminando por la avenida principal, Jalan Thamrin (jalan =calle), donde están los edificios altos y lujosos, pero sólo hasta la “estatua de la bienvenida” de Yakarta porque era muy extensa y hacía mucho calor.
Hoy también caminé. Recorrí el perímetro de la plaza de la libertad, donde están los palacios de gobierno, la biblioteca y otros edificios importantes, otra vez enormes y lindos, y pintados principalmente de blanco. No les saqué fotos porque cuando intenté cruzar la calle, para acercarme al palacio presidencial, uno de los guardias armados me levantó la mano para que me devolviera... no saqué foto para evitar conflictos (me dio susto).
Hasta que llegué a la mezquita más grande del Sudeste-asiático, o una de las más grandes, “Masjid Istiqlal”. Entré, un señor me llevó a una sala para que dejara mis zapatos (chalas) y me pusiera una bata especial, y me paseó por el interior de la mezquita. ENORME; dentro caben unas 135.000 personas. Si bien el exterior es feo, el interior es muy lindo... ¡casi me convertí al musulmán! El ambiente estaba fresco y relajado. Había un altavoz en el patio exterior, una torre muy alta y delgada desde la que hacen “el llamado” para ir a predicar, ese que me “enferma” cada madrugada. Al menos en la meca me trataron muy bien y el encargado, bien buena gente, me sacó fotos para el recuerdo, agregando que Ricardo Lagos los había visitado, y orgulloso añadió “tengo una foto con él”. Al final, puse en una cajita de madera una donación por la visita.
Al lado de la mezquita había una catedral católica, otra vez gigante y apoteósica, y muy bonita.
Ahora comí un “gado-gado” (ensalada con salsa de maní deliciosa, 15.000rp) y estoy lista para “el sobre”; ¡estoy agotada! Los mosquitos me han “devorado” estos dos últimos días y noches, y casi no he dormido por sus ruidos; ayer, después de la cena, me conté 50 picadas en una pierna, siete en una mano y siete en un pie... así que hoy compré un “bálsamo chino” natural (3.000rp) que funcionó maravilloso contra la picazón. Por ello, ahora estoy vistiendo jeans y manga larga, aunque creo que más que mosquitos puede tratarse de pulgas porque muchas veces ni los veo y las picadas están muy cerca una de la otra; es que el río que cruza Yakarta ¡hiede!
Ya, “chao pescao” Indonesia… un gusto.
Mañana a Malasia.
Antonia