18 de junio de 2010

Desde Banyuwangi, Java, Indonesia

Y bueno, ya dejé Bali, y las motos... por el momento.
Desde Lovina, en Bali, tomé el bus público a Gilimanuk a las 12 pm (30.000rp, tardó 2 horas) y luego el ferri para cruzar a Banyuwangi, la entrada este de Java (7.500rp, tardó 1 hora), donde esperé el tren hasta las 22:15 horas rumbo a Yogyakarta. Por suerte conocí a una pareja de holandeses con quien pude conversar y comer local (10.000rp) hasta entonces. Igualmente la gente de la estación de trenes fue muy amable; me prestó su sala “eksekutif”, para ver tele e ir al baño, pese a que viajaría en “bisnis”. La gente adora poder conversar, en el bus, en la calle, en donde sea; es la manera que tienen de aprender inglés. Aunque para decir verdad, lo que más ansiaba de la sala “eksekutif” no eran sus sillas cómodas ni la tele, que con entusiasmo me ofrecieron, sino ¡el baño!; hacía tanto que no iba, que luego del retorcijón de estómago que me vino estando en el internet del centro, la oferta fue imposible de soslayar.
A las 5 am haré trasbordo en Surabaya y llegaré a las 11:30 am a mi destino, Yogyakarta. Supongo que no tendré más playas hasta unas dos semanas más.
Hasta la próxima.
Antonia


Mapa de la ruta por Java


Desde Lovina, Bali, Indonesia

A aclarar las dudas. No, ya no tengo ampollas en las manos; con mis ensayos llegué a la conclusión que es o el exceso de calor y humedad, como mi hermana me dijo, o las galletas que solía comer... o Lombok. Es que después de Lombok, se me pasó, incluso habiendo vuelto a comer maní. El calor de los pies volvió una vez más en Bali, cuando comí maní y fui a la playa, y luego una vez más sin maní pero con playa. Por tanto, será que Lombok es más húmedo y que el exceso de calor brota por mis pies en las noches cuando he estado al sol. La galletas no las comeré de ningún modo, pero el maní sí porque las comidas son muy buenas.
Desde Amed viajé a Culik en la parte trasera de la moto de la hija mayor de la familia del hospedaje, aprovechando su ida al mercado; ella está casada con un holandés y viven en Denpasar. Luego tomé un bemo a Singaraja; como de costumbre, éste trató de cobrarme 400.000rp cuando sólo valía 30.000rp. Y luego hice un trasbordo “discutido” y con cara de “pobrecita” para que me llevaran a un hospedaje en Lovina central y con un precio al menos razonable... estoy aprendiendo. Sin embargo, no fue hasta que un motorista tomó el mando de la búsqueda que llegué a donde quería (les dan comisión por llevar a los turistas).
Y ahora ya estoy en el norte de Bali, en Lovina, después de otra travesía.
Lovina es una ciudad turística, pero resultó ser súper bonita y agradable; me gustó muchísimo. Es conocida por sus delfines. Tiene playas no paradisíacas, pero bonitas y de arena oscura. Al otro lado del puente, en la parte no turística, conversé en la tarde que llegué con un balinés originario de Lovina, pero que vive en Dublín, lo que estuvo bien interesante. Budi, este amigo que hice, me presentó a sus amigos que tocan guitarra en la playa todos los días, me mostró el terreno que se compró y la comida de la gente local... increíble, “mil veces” mejor que la de los restaurantes; tuvimos harta conversa entretenida durante mi estadía. Pese a mi expectación por probar cosas diferentes, ir a comer al mercado callejero que alguien mencionó, a donde la gente local va, no fue de mayor interés.
Al día siguiente de haber llegado a Lovina arrendé una moto y partí a Batur, la región de los lagos... ¡maravillosa! Con un clima más frío, pero templado, con árboles más grades y oscuros, limpio, bien limpio, más “pituquito”, con coronas del inca a los costados de la calle (al ser más frío son más rojas que en el resto de Bali), arrozales y un mercado con frutas, vegetales fritos, especias de todo tipo.... una maravilla; ahí sí que no tendría problemas para vivir. En las orillas de las veredas la gente seca al sol los clavos de olor y la vainilla, que liberan un olor delicioso. Y yo dale que dale con la foto; es que si no fuese porque una nube negra me seguía me hubiese detenido cada cinco minutos para sacar más y más fotos. Al final la lluvia igual me pilló, pero con menos intensidad que la otra vez.
En la noche, en Lovina, hubo un torneo de voleibol local, Kalibukbuk Cup III; estaba lleno de gente y de motos estacionadas, todos fervientes con el entusiasmo. Jugaban la policía v/s locales; los policías arrasaron, eran muy buenos y con un físico insuperable. Y más tarde jugaba por la televisión Chile v/s Honduras en el mundial, que no vi porque para entonces yo estaba en una fogata en la playa con los chicos indonesios tocando instrumentos y cantando para turistas... y yo metida entre medio.

Ayer fue día de relajo, playa, lectura, ocio y comida rica. Pero yo, la muy “pava”, dejé las chalas a la orilla del  mar cuando me metí al agua, las que después de un rato tomando el sol... ¡bah! una chala ya no estaba... apareció como 100 metros más allá.
Los atardeceres en Lovina también son muy bellos; no rojos como en Lombok, pero metálicos amarillentos y calmos.
Hasta la próxima.

Antonia