12 de julio de 2010

Desde Melaka, Península, Malasia


Por fin más para ver.
Península Malasia es mucho más entretenido para mí que Borneo: más caos. Llegué a Kuala Lumpur (KL) el sábado a medio día; estuve caminando de un lado a otro hasta que se puso a llover.
Es que uno no sabe para dónde mirar en Kuala Lumpur, la capital de Malasia, porque hay ¡tanto que ver! En la península malaya sí que uno encuentra mezcla cultural; hay muuuuuchos chinos, bastantes indios y malayos y las correspondientes mezclas entre ellos. Y entonces la comida hindú... nada más delicioso, con unas salsas ¡fabulosas!
Se ve mucha modernidad entre edificios antiguos; mezcla de arquitectura holandesa, portuguesa y china. Autos que si bien no tienen colores furiosos, varían en un rango mayor que del negro y el plateado, y con vidrios translúcidos. Mucho transporte público y gente por todos lados.
 Debido a que ya no me queda mucho tiempo en Malasia, quiero ir a muchos lados y quiero obtener algunas visas para mis destinos próximos, decidí irme de KL el domingo para aprovechar las festividades del fin de semana en un lugar más pequeño; es así como llegué aquí, a Melaka (o Melacca). 
Alguien por allí dijo no haberle gustado Melaka pero, si bien puede no ser lo que alguien busca, difícil es decir que es feo o no tiene nada de interesante. Es súper linda la ciudad, compacta, con un barrio chino bonito y todo bien cuidado; con un río a lo largo; centros comerciales modernos también. Hay tanto velo musulmán como túnicas indias o chumichina china y malaya. Una sección de la cuidad tiene edificios color rojo palo de rosa, junto a la iglesia de Melaka. Y al igual que Penang, es ciudad denominada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
En Melaka, el medio de trasporte exótico, para pasear al turismo, es una bicicleta que lleva un carrito al costado izquierdo, con espacio para dos personas, que la llenan de flores plásticas de todos los colores y con música a todo volumen que puede variar desde hindú a tecno; sus conductores son de la mezcla racial que sea.
En Melaka, visité mezquitas, bien distintas a las de Indonesia, templos chinos y uno hindú. En el barrio chino había un mercado nocturno donde vendían cuanta cosa “made in China” posible, pero fui también porque era el momento para ver más caras chinas y otras que uno ve a la salida de las casas o dentro de boliches.


En “Little India”, el barrio indio, no muy grande, hay ropa colgada a la venta de no buena calidad, pero bonita, y tiendas que en vez de estar llenas de latas o bolsas, lo están de cajas con productos comestibles. 
Experimenté, entonces, comer en hoja de plátano, y con la mano; comí una tortilla rellena con verduras y servida con salsas donde untarla (Tosai masala), a sólo RM2 ($350), llenadora como una comida de tamaño mediano... y ¡delicioso! 
La moneda de Malasia es el Ringgit (RM) y el cambio US$1 = 3,17RM
Los restaurantes indios usan platos y vasos metálicos, casi nada de plástico a diferencia de los chinos. Y ahora que veo a más indios, y a deferencia de los de NZ, ya no creo que sean tan feos como siempre me parecieron; y son bien amables y extrovertidos. Los chinos, parcos a primera vista, y especialmente los más viejos, sonríen cuando uno los mira por más tiempo y los saludas con un gesto de cabeza. 
Ah! No puedo olvidar mencionar mi alojamiento; es el lugar más barato que menciona mi guía, una casa china vieja de sueño, no muy bien tenida pero espectacular, de madera oscura por dentro, escalera de caracol, puertas grandes, entrada con azulejos antiguos… como debe haber sido en sus comienzos en 1918. La habitación compartida, sin embargo, no tiene nada de elegante (harto decrepita, en el ático); pese a ello, pasé la mejor noche de las ultimas dos semanas porque no tenía aires (acondicionado ni ventilador) que me enfriaran a media noche, ni mosquitos. Y es como me encantó Melaka. Pero hoy lunes en la noche ya estoy en el terminal de buses esperando el bus para mi destino próximo, Pulau Kapas (Pulau = isla). Y es que quiero alcanzar a ver todo lo planeado. No sé si tendré internet. Ojalá las playas sean lindas.
Cariños, Antonia