La calle Malioboró tiene dos pistas angostas que van
en un mismo sentido, para autos, buses y motos. A su lado derecho tiene una
pista para carritos y caballos y a su izquierdo otra para estacionar motos.
Entonces vienen las veredas en los extremos, la de la derecha llena de productos
de batik y la de la izquierda con venta de comida... un metro de ancho, con
suerte, queda para el paso de la gente. A todo esto se le agregan, a
continuación, los negocios con de todo, especialmente con más ¡batik! Para cruzar
la calle, afírmense, que nadie para.
La ciudad también tiene un “Malioboró shopping”, con tiendas occidentales, McDonald’s (que vende además fideos) y calzados Bata.
Hoy tomé un “becak” (10.000rp) para ir al mercado de
los pájaros. Estos indonesios son criminales con los animales. Los pajaritos
son muy bonitos y las jaulas de palitos hermosas; pero tienen muchos pájaros en
jaulas ínfimas o uno solo en donde casi no cabe. Vendían también gekos, 10 por
jaula y reptiles apretujados... una pena. La sección de peces, de Sumatra, era
¡una maravilla de colores! El mercado resultó súper “choro” y bonito para
conocer, pero finalmente una bestialidad. Unos turistas extranjeros me contaron
que vendían por 1 euro 10 pajaritos verdes o rosados, para liberarlos en la plaza…
la inocencia del corazón bueno, cuando lo único que pasará es que los volverán
a atrapar para seguir lucrando. Un geko costaba CL$500 y una jaula “grande” de madera
CL$10.000 (sin regatear).
Regresé caminando al centro. Me metí a tiendas, caminé
y caminé. Finalmente llegué a “Taman Sari” y a donde viven los trabajadores del
Sultán; pero para entonces la batería de la cámara se había agotado, así que
decidí regresar otro día. Entones no pude resistir la tentación de comprar una
pintura batik sobre seda; no pude escapar a la insistencia de esta gente que te
“embute” como sea las cosas, y es que como me gustó la pintura, ocupa muy poco
espacio (es un paño del gado) y logré comprarla a un precio bueno (113.000 rp, un
tercio de lo que originalmente me ofreció), menos dije que no.
La noche en Malioboró está llena de vida... y caos.
Con muchas luces que vienen de las tiendas (la calle misma no tiene); llena de
autos y motos; con cientos de motos estacionadas, muy organizadas y con los
cascos y chaquetas de sus dueños (porque no roban); con carritos esperando
llevar al primero que se le cruce por delante; repleta de gente, familias,
velos, sonrisas, grupos de música con tambores, “taksis” (taxis), comida en la
calle, humo de asaderas, comercio callejero... y entonces un avión muy bajo que
pasa por sobre la cabeza listo para aterrizar. “Del terror”, pero interesante
desde el punto de vista de un turista como yo.
Mañana comienza la visita a los edificios y templos.
Un beso,
Antonia
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