Qué alivio dejar el paraíso del mosquito en Yakarta;
pero qué pena dejar Indonesia, pues si bien Kuching es lindo, no tiene el mismo
“aire”.
Temprano tomé un “khusus” (cochecito de tres ruedas a
motor, 8.000rp) para alcanzar el bus de recorrido al aeropuerto (20.000rp)
rumbo a Malasia.
Mi vuelo de Yakarta a Kuching (NZ$532, capital de Sarawak,
el sur de Borneo malayo), hizo escala y cambio de avión en Kuala Lumpur (capital
de Malasia, ubicada en la península). Con esto, no tuve que declarar en Kuching
los corales que llevaba, pues la gente pensaba que había estado en Kuala
Lumpur y no en Indonesia… ¡qué suerte!
En cada uno de los vuelos de Malaysia Airlines me
dieron comida; pescado y luego pollo saté (con maní)... ¡qué rica la comida!;
hasta me dieron chocolates que no había comido desde hace un mes.
Desde el aire, el rededor de Kuala Lumpur se veía
tapizado con cultivos y palmeras; todo era verde, verde, verde, y se podían ver
los “mil y un” hoteles lujosos en una costa color turquesa... bello. Luego, en
el vuelo a Kuching, conversé con el señor sentado a mi lado, muy amable, quien
me dio algunos datos. La vista del paisaje de Borneo era una verdadera
maravilla; había bosques densos, naturales, con vegetación “que se caía” hasta
el agua; montañas entre medio; y una luz preciosa.
El señor sentado a mi lado viajaba con su familia, que
me presentó una vez en el aeropuerto cuando su hija llegó a recogerlos en auto.
Fue así como me llevaron hasta el centro de Kuching; allí nos despedimos y dejamos
el contacto del otro.
Kuching es una ciudad linda; lo malo es que ya conozco
Valdivia, y me parecen ciudades similares; pero Kuching es tropical. Tiene un
río, un paseo que lo bordea, un hotel grande y negocios. Tiene, además,
influencia china e india, más católicos, menos musulmanes, caras con rasgos
más asiáticos y tono de piel más blanco que el indonesio.
La ciudad, occidentalizada sin duda, tiene muchas
villas con casas pareadas de población y edificios construidos en bloques. No
tiene motos, sólo autos, y nada muy lujoso aunque pobreza tampoco. Me parece que
la gente vive bien aquí, aunque no se ven las sonrisas incansables de los
indonesios.
Me estoy quedando en un B&B; la primera noche dormí
sola en una pieza, porque pedí una para mujeres y las compartidas tenían hombre
y mujeres juntos. Pero desde hoy compartiré la pieza con otras chicas. El precio
por la pieza compartida en Malasia (16 RM) es el mismo que el de una pieza para
una persona sola en Indonesia, y los precios subirán más aún desde el primero
de julio porque comienza la temporada alta... se vienen “en masa” los europeos
de vacaciones... ¡diablos!
En fin, esta mañana quedé en llamar a Yen, la chica
que ayer me llevó en auto desde el aeropuerto. Como dijo que me iría a buscar
enseguida, y después de esperar una hora aún no llegaba, decidí partir por mi
cuenta a explorar el centro de la ciudad. Para cuando volví al B&B ella y
dos amigas aparecieron, así que tuve un tour completo en un día.
Yen y sus amigas me llevaron a visitar la “Long
House” Annah Rais, de Padawan, una de las viviendas tradicionales de Borneo; si
bien fue interesante, estaba lleno de basura y deteriorado pese a ser parte del
turismo regional (32RM). Las “longhouses” corresponden a comunidades construidas
en altura que contienen hasta 100 familias en habitaciones conectadas por un techo
y plataforma exterior enorme, todo hecho de bambú.
Más tarde fuimos a ver ¡orangutanes! Ni sabía
que en esta parte de Borneo también los había; y si bien están en una reserva antigua, liberados, algunos regresan dos veces al día de visita a comer sus colaciones que les siguen dando. ¡Qué lindos!, ¡qué grandes!, ¡qué maravilla verlos en su ambiente natural! Luego fuimos a la playa, y terminamos cenando en la casa de la familia.
La familia resultó ser bastante humilde y muy amorosa;
viven a 45 minutos del centro de Kuching, por eso Yen tardó tanto en pasar a
buscarme. Para ellos, yo fui “la nota” del día, la invitada de orgullo.
Cocinaron un sinfín de platos diferentes de verduras, mariscos, pollo y arroz;
yo llevé algunas frutas que compré para el postre. Comimos alrededor de una
mesita, sentados en el suelo, y nos sacamos fotos “como enfermos del cráneo”; así
que no se sientan mal si me ven en facebook con mi “familia nueva”, que
parecían no poder más de felicidad con mi presencia. También compartimos direcciones
electrónicas entre todos. Y qué bueno que tenía algunos regalos de Chile que
pude darles, porque me los agradecieron emocionados.
La nota final del día fue un jugo de “ciruela ácida”
que tomé en un pub con Yen y Alexis, una de sus amigas; más que ácido estaba un
poco salado para mi paladar... extraño.
Y eso. Sí mami, ya estoy un poco cansada; pero tengo
que seguir porque sólo tengo 10 días aquí en Borneo. Cuando encuentre una
buena playa paraíso me echaré y no me levantaré por un buen rato.
Cariños, Antonia.
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