El
clima sigue muy nublado; ayer, incluso, estuvo con llovizna. Aquí
los días varían entre nublado y nublado con neblina, por lo que,
para algunas personas, el que esté nublado y con luz significa estar
despejado. Sin embargo, y pese a que ayer fue domingo, lo que hizo que
haya una masa de gente abismal, Chengdu (pronunciado “cheng-dú),
parece ser una ciudad más interesante y entretenida que el resto.
El tráfico vehicular es como de ciudad grande; “loco”, por decirlo de una forma suave. El centro tiene edificios altos y tiendas de alta costura, de esas bien caras y de tamaños gigantescos. Louis Vuitton tiene una tienda que ocupa toda una esquina de uno de los edificios más grandes del centro; Dior, no es mucho más chico; y Gucci, Fendi, Eriberto y otros igualmente “me dejaron con boca abierta”. A los chinos les encanta Louis Vuitton (a mí para nada); será por eso que aquí “vale la pena” poner una tienda de tal magnitud, llena de luces y como de revista de modas.
El tráfico vehicular es como de ciudad grande; “loco”, por decirlo de una forma suave. El centro tiene edificios altos y tiendas de alta costura, de esas bien caras y de tamaños gigantescos. Louis Vuitton tiene una tienda que ocupa toda una esquina de uno de los edificios más grandes del centro; Dior, no es mucho más chico; y Gucci, Fendi, Eriberto y otros igualmente “me dejaron con boca abierta”. A los chinos les encanta Louis Vuitton (a mí para nada); será por eso que aquí “vale la pena” poner una tienda de tal magnitud, llena de luces y como de revista de modas.
Los
autos no se quedan atrás. Los chinos no le temen a nada; hay autos
de todos los colores y formas, y algunos definitivamente muy lujosos.
En otro extremo de la ciudad, pasié por una calle con tiendas tibetanas que tenía mucha “chimuchina”, aunque también colores. Algunas tiendas excibían pinturas con budas, otros vendían las banderitas y papeles que tiran en las ceremonias, o telas rojas y amarillas que usan los monjes que se pasean. También había restaurantes. El olor que había en el rededor era delicioso; a cardamomo, creo.
En las calles de la Chengdu, normalmente se cruzan olores fenomenales; a especias, cilantro y caldo de carne. Como en toda China, y Asia, aquí no faltan restaurantes en ningún lado. La gente come fuera de sus casas, a modo de entretención, para compartir; esto porque, además, es muy barato. Y ahora sí que me tocó comida picante; Sichuan es famoso por tener las comidas más picantes del país... ¡como fuego! Y Entendí el porqué de que, aún pidiendo sopa, no dan cuchara; los fideos y todo lo sólido de un plato (aun lo desconocido) se come primero con palillos, y luego se bebe el líquido directamente desde el plato... ¡fácil!
La locomoción pública (los buses) funciona muy bien, aun cuando las rutas de los diferentes números es inentendible. Los buses tienen GPS que avisa por altavoz (en chino e inglés) la parada en la que se encuentra y la que le sigue... ¡maravilloso!; también tienen asientos color naranjo, que creí eran asientos “parche” para reemplazar los que se habían roto, que son los preferenciales para adultos o minusválidos. El pago se puede hacer por tarjeta, con código de barras, o poniendo el monto exacto de dinero en una cajita (no da vuelto); supongo que este último sistema no funcionaría en Chile, porque no es para “pillos”.
Si bien Chengdu no es tan impecablemente limpio como Kunming, al igual que todas las ciudades en China, está es muy limpia. Y no es que la gente sea limpia, porque de hecho es muy sucia; la gente arroja todo al piso. Hay personas que limpian constantemente.
Otras tiendas que abundan en la ciudad son las de artículos electrónicos. Así como las de ropa, aquello original es caro, incluso más que en occidente; pero hay muchas copias y marcas no conocidas que son baratas. Compré una memoria para guardar mis fotos digitales, que era barata pero se veía buena, aunque no deja de darme susto la idea que pueda perder mis fotos.
En otro extremo de la ciudad, pasié por una calle con tiendas tibetanas que tenía mucha “chimuchina”, aunque también colores. Algunas tiendas excibían pinturas con budas, otros vendían las banderitas y papeles que tiran en las ceremonias, o telas rojas y amarillas que usan los monjes que se pasean. También había restaurantes. El olor que había en el rededor era delicioso; a cardamomo, creo.
En las calles de la Chengdu, normalmente se cruzan olores fenomenales; a especias, cilantro y caldo de carne. Como en toda China, y Asia, aquí no faltan restaurantes en ningún lado. La gente come fuera de sus casas, a modo de entretención, para compartir; esto porque, además, es muy barato. Y ahora sí que me tocó comida picante; Sichuan es famoso por tener las comidas más picantes del país... ¡como fuego! Y Entendí el porqué de que, aún pidiendo sopa, no dan cuchara; los fideos y todo lo sólido de un plato (aun lo desconocido) se come primero con palillos, y luego se bebe el líquido directamente desde el plato... ¡fácil!
La locomoción pública (los buses) funciona muy bien, aun cuando las rutas de los diferentes números es inentendible. Los buses tienen GPS que avisa por altavoz (en chino e inglés) la parada en la que se encuentra y la que le sigue... ¡maravilloso!; también tienen asientos color naranjo, que creí eran asientos “parche” para reemplazar los que se habían roto, que son los preferenciales para adultos o minusválidos. El pago se puede hacer por tarjeta, con código de barras, o poniendo el monto exacto de dinero en una cajita (no da vuelto); supongo que este último sistema no funcionaría en Chile, porque no es para “pillos”.
Si bien Chengdu no es tan impecablemente limpio como Kunming, al igual que todas las ciudades en China, está es muy limpia. Y no es que la gente sea limpia, porque de hecho es muy sucia; la gente arroja todo al piso. Hay personas que limpian constantemente.
Otras tiendas que abundan en la ciudad son las de artículos electrónicos. Así como las de ropa, aquello original es caro, incluso más que en occidente; pero hay muchas copias y marcas no conocidas que son baratas. Compré una memoria para guardar mis fotos digitales, que era barata pero se veía buena, aunque no deja de darme susto la idea que pueda perder mis fotos.
Para
pagar en una tienda, o recibir el vuelto, la gente siempre extiende
los billetes ordenados uno sobre el otro; depúes los entrega con las
dos manos.
Del
amigo que hice en el bus hacia Chengdu aprendí a usar el internet.
El sistema chino permite, además de comprar una tarjeta por un monto
fijo, que se puede usar en cualquier local de China, comprar un
código que devuelve la plata que no se usó al terminar de usarlo.
Mi error anterior fue tratar de no pagar más de lo necesario
comprando sucesivas veces tarjetas por montos pequeños, lo que
irritó a los chinos (yo los consideré impacientes al creer que esa
era la forma).
Al
terminar el día de caminata fui al masaje chino; me hicieron un
masaje de cuerpo completo por una hora, por sólo Y25. El masaje era
sobre camillas puestas una paralela a la otra, con ropa puesta y
gente conversando y metiendo ruido como si nada. La idea, creo, es
quitar los “nudos”, trabajar los músculos de cuerpo; pero no
relajar. Y fue muy bueno porque la señorita me presionó y trabajó
todas las zonas donde tenía dolores; el cuello, hombros, espalda
baja y un “cachete” del poto me dolieron “caballo”.
El
nivel de inglés es “cosa seria” en este país; no se lo toman en
serio. Sorprendente, se ven errores en letreros públicos y en
algunos de tamaño enorme. En el centro de pandas había un letrero
que decía “padna” (en vez de panda); en otro'”chegndu” (en
vez de chengdu); hoy vi otro que decía “kilk” (en vez de
silk)... todos en letreros gubernamentales, bien diseñados, grandes
y en lugares clave para el público.
Hoy
fui a Pingle, a una villa supuestamente muy antigua. No contaba con
más de dos horas para visitarla, descontando las dos de viaje.
Aunque no fue muy distinta a otras que había visto, tenía un río
con un puente bonito y estaba muy cuidada. Fue un paseo lindo; pero
una vez más, lo malo fue que lo tenían todo adaptado para el
turismo, con tiendas en casi cada casa. Si no fuese porque hoy fue
lunes, habiendo gente lugareña rondando, y no turistas, hubiese
estado repleto.
Y
¡obtuve la visa! Tengo permiso para estar en China hasta el 18 de
noviembre. Ahora tendré que lidiar con la embajada de Australia para
que me permita transitar por su país.
Mañana
parto rumbo norte.
Besitos
a todos,
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