Desviarme
hacia Langzhong (pronunciado Lang-dong), entre Chengdu y Xi'An, fue
la mejor idea que pude hacer. El viaje, sin embargo, tenía varias
curvas y una espera de tráfico debido a un accidente de tránsito
que nos dejó esperando inmovilizados al menos 40 minutos.
En
estos trayectos de bus siempre hay gente que vomita; lo típico es
que el chofer reparta una bolsa plástica para cada pasajero antes de
comenzar el viaje.
La
guía de viaje decía “bien claro” en cuanto a Langzhong: “un
lugar donde ir antes de que sea demasiado tarde”. Y así fue; era
una villa antigua, con dos torres de la dinastía Qing desde donde se
podía mirar esta villa de techos de teja oscura. Las casas tenían
mucha madera, por dentro y por fuera, y con fachadas continuas. Sus
calles tenían mucha gente adulta paseando, jugando en las calles y
en los locales; más que para el turismo, era un lugar para los
lugareños. Por ello creí prudente quedarme una noche adicional,
para caminar, mirar, gozar de la, finalmente, tranquilidad.
La
gente fue muy cálida conmigo, así como en general en China; aunque
más relajada. Los dueños del hostal fueron amables al punto que no
quise ni buscar otro lugar un poco más barato. Y es que quedarse en
la villa es más caro que otros lugares (no tiene dormitorios
compartidos como el resto)... después de todo ese ingreso económico
adicional es esencial para mantener el lugar en el estado que lo
tienen: al mismo tiempo bueno y muy limpio.
No
era sólo eso, también tenía un restaurante fabuloso, con la mejor
comida que he probado en China; entendí, entonces, los comentarios
acerca de lo fantástico que es comer en China... las berenjenas
salteadas con cebollines, jengibre, ajo, ají y un poco de
citonela estaban deliciosas.
Cuando
llegué a la ciudad moderna de Langzhong tomé un taxi para que me
llevara a la ciudad vieja... estaba lloviendo. Cuando el taxi me dejó
en la calle indicada en el mapa no pude creer que lo “viejo” que
estaba viendo era más bien “decrépito”; pero a pocos metros de
caminar el pueblo cambió, y entré a la sección antigua... bello.
Había llegado a lo que quise alcanzar de China desde hace mucho; el
turismo era mínimo y extrañamente no había otro extranjero excepto
de mí... estaba lejos de la Disneylandia que China parece estar
experimentando.
Lo
de llegar a tiempo a Langzhong, sin embargo, me hizo sentir que había
llegado en el tiempo exacto de la destrucción del lugar. Estaban
haciendo cientos de hoyos en todas las calles y algunas
estaban completamente rotas. Al día siguiente descubrí que los
hoyos eran para plantar árboles; árboles de unos seis metros de
alto trasplantados en hoyos de no más de un metro de profundidad y
separados por ocho metros... extraño.
Vendían
ropa en algunos locales; nada moderno, pero chaquetas para hombre muy
bonitas, con corte viejo tipo militar... cool!! Si fuese hombre me
hubiese comprado varias.
La
pieza donde me quedé estaba en una casa antigua con patio interior
(como otras); tenía un hervidor de agua y una taza con tapa para
tomar el té. Así que fui a comprar té... complejo. “Cha ma?”
(“¿té?”); entonces el señor de la ezquina me quería vender un
vaso desechable con té. Con señas traté de expresarle que
quería té en bolsa... al ver unas bolsas de papel que parecían de
té, las señále y pregunté, “cha ma?” y el señor acentó con
la cabeza. Muy feliz, de regreso en mi pieza, abrí mi bolsa de té;
pero para mi sorpresa me encontré en cambio con semillas de
maravilla saboreadas... “snack chino”; de hecho muy rico.
Luego
de mi segunda ducha caliente del día, para pasar el frío (opuesto a
lo que hacia en el sudesteasiático por el calor y con agua fría),
me acosté temprano esa noche, tomando “agua perra” y viendo
televisión en cama... ¡qué rico!
Cuánto
desastre está pasando en el mundo; qué suerte de no estar en
Indonesia con terremotos, maremotos y erupciones volcánicas, o en
Tailandia con tormentas e inundaciones por todos lados, o con
turistas muertos y perdidos en Taiwan. De paso, me enteré que la
“Expo Shanhai” termina a fin de mes, por lo que no la veré;
también de las políticas chinas para los cinco años próximos
según las preocupaciones existentes (crecimiento económico y
desarrollo urbano mayor que el rural, y la no repartija equitativa
son lo central)... y mi sentimiento de que “nos aplastaran a
todos los demás” después de ello.
La
travesía hacia Xi'An fue compleja. Me levanté a las 6 am, como de
costumbre en China para llegar a tiempo a cualquier lugar o sitio; en
un paradero, y después de varias señas y palabras sin sentido logré
que me dieran el paradero y número de bus para llegar a la estación
de buses. Pero al llegar al paradero correspondiente la gente ya no
sabía o me decía que no era el lugar. Igualmente tomé el bus, pues
después de todo era la ruta por donde el taxi me había llevado. Al
llegar a la estación supe que no era la adecuada; entonces el chofer
del bus local me llamó para llevarme de regreso; el bus era el
correcto pero en el sentido opuesto. Por cierto perdí el viaje de
las 8 am; aunque igual llegué a las 11 am a Guangyuan para tomar el
tren a Xi'an.
Había
muchas alternativas de trenes; pero sabiendo que el viaje tardaría
cerca de 12 horas, que estaba cansada y que no quería dormir
nuevamente en un asiento recto, preferí pagar el doble del precio
menor y esperar hasta las 23:40 horas por un viaje mejor. En la
espera me fui de paseo por Guangyuan; otra vez una ciudad nada de
especial, aunque con algunas sorpresas que me alegraron.
Comprando
un pomelo entablé una conversación con una mujer que quería
venderme naranjas, que aunque corta fue muy agradable; usé mis pocas
palabras en chino que acerté usar en los momentos clave. La mujer no
terminaba de reirse con el vendedor de pomelos al decir en tono de
burla “'bu dong, bu dong” (“no entiendo, no entiendo”) pues
no creía que no entendía chino, cuando realmente no entendía “ni
jote” lo que me decian. Y cuando iba cruzando el puente de regreso
a la estación de trenes, con un trozo de torta musulmana de frutos
secos (con más maní que otra cosa) para seguir festejando mi
cumpleaños, alguien se me acercó corriendo por deatrás... era una
chica china que jadeando de cansancio me preguntó, “¿de qué país
eres?”; luego de mi respuesta y muy entusiasta dijo, “Welcome to
China!, please...”, y me dejo continuar. Ese gesto sencillo me dio
un momento de alegría enorme.
Una
vez en la estación, pasé un tiempo jugando zudoku y comiendo las
semillas que, equivocadamente, había comprado en vez de té. Como
era un recinto techado con sólo una lona contra la lluvia y estaba
haciendo mucho frío, pagué para esperar en una sección especial
cubierta. Era harto más agradable que morir de frío, pese a que la
televisión estaba con un volumen “a todo chancho” y que la
gente en vez de conversar gritaba.
Dormí
muy bien en el tren; aun con algunos ronquidos, mi sueño fue
profundo.
Xi'An,
en la provincia de Shaanxi (no Shanxi, que se pronuncia con un todo
distinto) es, otra vez, una ciudad grande. Tiene una sección
central amurallada, de alguna de las épocas de dinastia que aún
no aprendo a reconocer, con entradas (puertas) en el norte, sur,
este y oeste.
Pese
a que oí cosas muy negativas de la ciudad, no me pareció que fuese
tan mala; creo que todos esos comentarios vinieron de gente que no ha
estado en las ciudades del centro de China; esas mucho peores que yo
sí vi.
Xi'An
es la ciudad relacionada con los Guerreros de Terracota.
Ayer
caminé por la ciudad con Haward (inglés); visitamos el centro
chino-musulmán de la ciudad. Es muy extraño, no creímos que esa
mezcla existiera; pero existe. Y la comida que tiene sus calles es
riquísima; con frutos secos, panes variados y mil y una cosa
exótica. Caminamos sin parar hasta que, por fin, llegamos al mercado
de pajaros; pero ya no existía.
En
la noche, en el hostal, aprendimos a cocinar “jiozi”, los
ravioles que se cocinan al vapor o se ponen en sopa
(entonces llamados “baozi”) ¡rico!
Y
hoy fui con Haward, Susi (USA) y Nicholas (NZ) a ver a los Guerreros
de Terracota. Impresionante. No era como creí. Se trataba de tres
secciones que desde 1974 están siendo excavadas bajo techo. Una de
las secciones, la más grande, tiene unos 6.000 guerreros y algunos
caballos; todo con mucho detalle. Pero todo puede verse sólo desde
los márgenes de los galpones, por lo que es fundamental tener un
zoom de cámara bueno; pese a ello, es muy difícil dimensional el
tamaño de todo. ¡Impresionante!, otra vez.
Mañana
parto una ruta final algo alocada y posiblemente compleja, antes de
llegar a Beijing. Supuestamente debería ver y caminar montañas muy
bellas, cuevas y ciudades interesantes. Ojalá también haga contacto
con la gente, como a la abuela Mila siempre le gustó.