29 de julio de 2010

Desde Ko Phi Phi, Suroeste, Tailandia

Welcome to Thailand! Sí, a Tailandia los pasajes, ¡qué expectación!... y Tailandia es un país más.
El “minibús” desde Penang, en Malasia, una maravilla; con tres asientos atrás para mi sola y muy cómoda. La pasada de la frontera muy sencilla, sólo unos timbres y la chilena obtuvo 90 días de estadía gratis.
El paisaje a la entrada sur del país se veía plano, con un verde brillante como Indonesia. Y es que a diferencia con Malasia, estos países tienen calles laterales sin pavimento en la carretera. Más rural. Tierra amarillenta a rojiza, y de vez en cuando rocas enormes escarpadas con vegetación, porque no son cerros redondeados... los "clifts".
Y ¡otro idioma más! y ahora ¡con escritura extraña! Es que no se si vale la pena aprender el idioma del país si uno salta de uno a otro. Me regalaron, en todo caso, un papel con frases cortas de uso común, muy “salvavida”.
Llegué a Hat Yai, en Tailandia; nada excitante desde el bus. Supuestamente es la ciudad con más peluqueros de Tailandia, pero yo diría con ¡más camionetas!; contando, calculé que un 60% de los vehículos son camionetas, y un 30% de éstas Toyota Hilux, como si las hubiesen regalado. Aquí, todo mezclado; autos, camionetas, motos, camiones. Muchas de las camionetas y furgones están adaptadas como medio transporte local.
A las tailandesas de Hat Yai creo haberlas visto en Penang, bajando desde buses con unas melenas enormes y con tenidas tenebrosas; tacones bien altos, pantalones ajustados con estampado tipo leopardo o fucsia furioso.
En Hat Yai tomé un bus a Krabi, porque no oí ninguna cosa especial del sur de esta ciudad; además, es zona de conflicto musulmán.
Es época de monzón en la costa oeste, por ello los parques nacionales en este lado, y algunas de las playas de ensueño, están cerradas desde mayo a noviembre.
Cuando llegué a Krabi estaba lloviendo. El transporte público que tomé, una camioneta con bancas a ambos lados y toldo en la parte trasera, hizo caber 12 personas. Las personas que iban en la orilla estaban mojadas, y mi mochila en el piso también un poco.
La pieza en Krabi, por el mismo precio del dormitorio compartido en Malasia, perfecta; para mi sola y bien bonita. Aquí en Tailandia, no importando el tipo de pieza, parecen dar toalla, así como en Indonesia desayuno.
Pero estaba lloviendo desde hace una semana, por un frente venido desde la China… y yo planeando ir a la isla paraíso de Ko Phi Phi, cerca de donde filmaron la película La Playa. De hecho, tenía pensado ir primero a la playa Rai Leh, y de ahí a Ko Phi Phi.

A la mañana siguiente, el martes, se veía la promesa de un tiempo mejor. Y no lo pensé dos veces; partí en busca de Ko Phi Phi.
Llegando a tomar el ferri a Ko Phi Phi, una nube negra que cubría todo el cielo estalló en lluvia, y yo camino al paraíso... El paraíso tenía un impuesto de entrada, a parte del ferri que de barato nada tenía. Luego un millar de personas y gente queriendo ayudarme sólo si quería ir a su contacto. Puse una bolsa de basura que llevaba sobre mi mochila y partí en busca del único dormitorio compartido de la isla que sabía que existía. Lo encontré, y vacío para mí, mientras la “muchedumbre” se había ido a la “full moon party” en la otra costa del país, la noche siguiente, una “mega” fiesta a la que a mí… “maní”.
En la tarde paró de llover y entonces fui a la playa a echarme como corresponde. El agua verde opaca, con las montañas escarpadas prometidas a cada lado. El agua más fresca que las de Malasia e Indonesia, pero perfecta para refrescarse y no enfriarse. Pero saben, no creo que esta maravilla mundial supere a estar en el sur de Chile, a una vista con volcán a la orilla de un lago de aguas cristalinas... ¡Panguipulli!... lo digo de verdad, si no fuese porque aquí el agua no congela los huesos.
Al día siguiente, ayer, el panorama era otro... ¡sol! De guata al sol todo el día, intercalándolo con algo de sombra bajo un árbol o palmera y cambiando de una costa (playa) a otra. Porque son dos las costas principales de esta isla, una con aguas mucho más azuladas y transparentes, pero con botes, y otra verde con mejor paisaje.

Ahora el paisaje está más bonito, no lo puedo negar. Debido a que la luna llena fue el 26, otra vez cuando viajé entre países (tercera vez lo mismo), la marea subió a tal punto que quedó con suerte dos metros de playa con arena al medio día; y para el atardecer la marea estaba tan baja que uno podía caminar unos 100 metros mar adentro. Yo me decía “¿no fue lo que sucedió para el maremoto de 2004?”, porque aquí es donde quedó “la grande” cuando la chilena desapareció de su luna de miel, ¿se acuerdan? Pero un tipo me dijo que para entonces había bajado la marea muchísimo más... ufff. Ahora hay señales de evacuación en caso de “tsunami”.

El atardecer de ayer fue una maravilla, uno de los más lindos que he visto, con un colorido y rocas que confirmaron lo de maravilla mundial de Ko Phi Phi. Pero este paraíso a parte de ser “pintoresco”, con callecitas angostas con locales, restaurantes y hospedajes, está muy lleno de gente, y basura hacia los cellos, y la playa más linda absolutamente atiborrada de botes (los típicos de aquí, llamados “longtail”, bien bonitos, de madera y con un ornamento de flores plásticas y cintas de colores en la punta (que es la cola o “tail”); pero también lleno de botes modernos. Y eso que por la “full moon party” en la costa este del sur de Tailandia, y estar en época de monzón, supuestamente no hay tanta gente como lo habitual.. ¡Qué pena!
 
Y de vuelta al paraíso de los mosquitos. Malasia sorprendente por la poca cantidad de mosquitos; lo que es aquí, otra vez “de miedo”. Mi pieza llena, sobre todo por la mañana y el atardecer... pero ahora yo y mi malla contra mosquito instalada en el camarote somos inseparables... ¡sí!
El “shopping”, hermana… te mueres con tanta ropa linda. Espero encontrar lo mismo en Bangkok, con precios mejores, para comprar mil y una cosas para mandar. ¡Ups! creo compré una polera con el mismo diseño que una que tienes tú… perdón; prometo ponérmela cuando no esté contigo. Eso sí, deben ser las mismas cosas que llegan a Chile, pero más variadas y baratas.
Otra cosa buena de este paraíso tailandés es que el bronceado de mi piel está bello. Nada de camarón rojo. No soy la mulata que uno sueña al venir a estos lados del mundo, pero estoy doradita. Con un poco de ejercicio y estaría ¡fantástica!
Para hoy decidí partir a la isla paraíso de Kho Tao, en la costa este del sur de Tailandia. Bien, porque hoy amaneció nublado y ahora estoy lloviendo. Estoy esperando mi bote para partir, un viaje que incluye un bus desde Krabi y un ferri nocturno para cruzar a la isla. Medio loco saltar de un lado para otro, pero en esa costa el clima debería estar bueno, además que de la playa me aburro rápidamente. Habrá que ir a los sueños comentados, no?
Antonia 

25 de julio de 2010

Desde Georgetown, Península, Malasia

Y se acabó mi último día en Malasia.
No puedo creer lo variado que fue este país. La cantidad de fotos duplican a las de Indonesia. Fin del país número 2.
Luego de Cameron Highlands me vine a Georgetown en la isla de Penang, al norte del país, tras cruzar en ferri desde Butterworth. La ciudad, como Melaka, es patrimonio de la humanidad, pero más grande y con edificios viejos por doquier. Bonito. Y la comida igualmente buena como la que he comido en otros lados, aunque es sabido que aquí está la mejor.
 He repetido y repetido que la comida india me fascina, pero cómo explicar el placer que fue comer el plato de ayer. El restaurante bien “pituco” y los precios baratos; era un restaurante vegetariano... ¡fabuloso! Comí vegetales en una salsa con muchos condimentos que no pude descifrar, y con un toque dulce... no había tiempo para conversar mientras Olivier y yo disfrutábamos nuestras comidas. Pedí, también, un pan muy parecido a las tortillas mexicanas, que venían con salsas; una de ellas tenía un leve sabor a clavo de olor, otra más acentuada al comino... y es que ahora ¡hasta me gusta el comino! Espero, con la foto del menú, poder encontrar las recetas. Y para tomar, porque esta vez pedí algo para beber en vez de “cagarme” y tomar agua de mi botella de 1.5L, pedí un yogurt líquido con jengibre, semillas de mostaza y un poquito de ají que no sentí: rico.
Ayer caminé por todo el centro de la ciudad con Olivier. Muchas calles con casas para fotografiar, sobre todo en el barrio chino; otro barrio, el indio, con música “a todo volumen” y tiendas con ropa y comida; en el área oeste, más pacifica pero con autos, los edificios ingleses, grandes, estoicos, bien mantenidos, como en silencio en comparación a los otros barrios.
En la tarde nos topamos con un teatro chino en un templos, abierto al público; interesante, colorido, con canto y escritura china a un costado que relataba lo cantado... o chillado (opera china decían que era; pero al final eran más bien diálogos que cantos). A los chinos la voz les sale como queja de gato, como cuando la merluza tiene hambre.
Hoy, más aletargados después de tanto caminar, tomamos desayuno en el restaurante indio, otra vez, y luego fuimos en bus al templo buda Kek Lok Si, otra vez exageradamente grande; subimos a la pagoda o torre desde donde la vista era preciosa; la diversidad de budas que tenía fue novedosa para mí. Y bueno, yo y mi ignorancia… los budas estaban llenos de símbolos nazi... igual a un templo que vi en Indonesia; ¿es que los nazi le copiaron el símbolo a los buda? Por favor denme información.
Ayer estaba tan arrepentida de acceder a venir con Olivier; resultó ser el típico tipo que termina siendo una sanguijuela; no llevó reloj ni guía por que yo la llevaba, y no me ayudó a encontrar nada, sólo a seguirme pasivo, como mosca. Pero yo, la poco paciente, le tuve que lanzar mi desagrado, y hoy se porto muy bien. 
Ahora, en la noche, fuimos a comer al otro restaurante indio recomendado, pero el servicio daba risa; nos ignoraban, parecía que querían que nos fuésemos; las pocas descripciones que conseguimos nos dejaron igual, porque usaron la misma palabra que nos ponía en duda.
En fin, Malasia ha acabado. Mañana me voy en un “minibús” hasta Hat Yai, en Tailandia, y de ahí pretendo hacer trasbordo hasta Krabi, en el sur del país. Que conste que me voy sola; nada de acompañantes pavos.
Que estén bien.
Antonia 

23 de julio de 2010

Desde Tanah Rata, Península, Malasia


Aun en Malasia.
Mi último día en Kuala Lumpur fue, para variar, de caminata. Me levanté temprano para tomar el tren hasta la estación KCCL, para ir a la embajada de Vietnam a buscar mi visa. Me dieron visa para ir a Vietnam entre el 1° de septiembre y el 1° de octubre, con una única entrada, así que tengo que planear muy bien cómo me muevo en ese embrollo de países del sudeste asiático. Y como el tema de la visa era más importante que subir a las torres Petronas, dejé esta visita para después; pero cuando fui, a las 10 am, un cartel decía: “no más entradas disponibles por hoy”.... ¡cuac! ¡jodí!
Mil y una fotos tomé por fuera de las torres; me trataron de consolar con una exposición acerca de las torres... qué aburrido. Y el cuento es, en 1996 las torres fueron reconocidas como las torres más grandes del mundo en la categoría “estructura arquitectural más alta', con 452.02 m de alto; pero el record fue superado en 2003, aunque un texto decía “'la construcción permanece aún como la torre gemela más grande del mundo”... así que siguen siendo “los más”.
El centro comercial, al lado del las torres, es ¡de lujo!, con todas las marcas caras conocidas del mundo. Me surgió la duda, eso si, al ver un grupo de mujeres vestidas completamente de negro en una tienda... ¿será para, al menos, tener un bolso multicolor? Y fue aquí que por primera vez vi lo que creí no existía, una vestimenta completa... digo ¡completa!, mujeres vestidas de negro, incluida la cabeza y cara; las “pobres” trataban de tomar una bebida levantando levemente un manto de sus caras y bajo un calor agotador... ¡¿hasta quá punto la divinidad?!
Y de vuelta en mi barrio, Chinatown, conocí a un señor indio que me detuvo en la calle para pedirme monedas de mi país, porque colecciona monedas del mundo, y me habló de numerología. Tenía tantas dudas de cómo es la vida para nosotros, “los venidos de otros lados”, que me preguntó hasta los detalles más embarazosos en el ámbito sexual; incluso nos juntamos más tarde a tomar un té con limón entre el gentío de Chinatown, para seguir con la conversación; yo creí que estaba bien hablar de lo que sea cuando se trata de un “intercambio cultural”. Él me dio algunos consejos de cocina india y me regaló la piedra que corresponde a mi numerología... un diamante (“diamante ruso” me dejo, “no es uno real”... pero igual pasa por real) Y le tuve que creer no más, porque la descripción de mi persona que hizo fue bien exacta. Como musulmán, estaba pagando una manda que había echo por su madre fallecida, 40 días de abstinencia de comida sólida y sexo, y sesiones varias diarias de oración y de meditación.
Más tarde, al caer el sol, visité el último templo chino e indio que me quedaban en el mapa, y paré en la calle a conversar y tomar bebida (ellos tomaban whisky… no eran musulmanes) con un trabajador del hostal y sus amigos, indios también... así que ese día fue el más indio de mi vida, y con comida y fotos en el restaurante indio... ¡genial!
¡A!, me compré un libro, “Survival Chinese”, para aprender cosas cotidianas cuando haga mi sueño, ir a la China.
Ayer partí a Cameron Highlands. Traté de llegar temprano, pero esperar buses y ahorrar plata, esperé mucho. El viaje fue de ensueño, una maravilla de paisaje; un camino sinuoso en subida, rodeado por una selva fabulosa, de clima templado frió mezclado con algunas plantas de plátano, palmeras y árboles con “durianes” (los frutos hediondos que aún no pruebo).
Qué ganas de tener una casita aquí en Cameron Highlands, pero a las afueras de los pueblos, que de lindos no tienen nada.
Cuando llegué al pueblo, Tanah Rata, conocí a un francés en el hostal, Olivier. Con él fui caminando cuesta abajo hacia una de las plantaciones de té con vista panorámica que vi desde el bus. El cielo estaba que reventaba en lluvia, pero se aguantó hasta que llegamos; el cielo dejó pasar unos rayos de sol perfectos para tomar las fotos, bajamos a la plantación (no muy lejos porque decía había serpientes), y cuando subimos al café, a tomarnos un té (sí, un café donde se toma té), se largó a llover. Atónita, anonadada, perpleja, o valga la redundancia, impresionada... y con los genes japoneses que nunca pensé que creía tener pero que fluyeron a la hora de tomar fotos… así quedé con el paisaje. Los arrozales también son fabulosos, pero la plantación de té creo que lo es aun más.... no sé, al menos por exagerar lo digo.
Hoy Olivier se quedó dormido, así que salimos algo tarde; pero el bus público partió en el mismísimo segundo en que llegamos a la parada, y eso que sale cada dos horas... otra vez ¡buena suerte! Visitamos una granja de mariposas, que tenía más reptiles que mariposas, y una productora de frutillas, la atracción del lugar. Las frutillas sabrosísimas, orgánicas, dulces como ninguna en Chile. Cientos de negocios vendiendo recuerdos con motivos de frutillas: almohadas, paraguas, relojes, chalas... lo impensable y del terror de feo.
En la búsqueda de un sendero por donde caminar, visitamos un monasterio buda chino. Y cuando, por fin, pudimos encontrar el sendero y caminado cinco minutos, la “señorita Antonia” decidió no continuar, para “mala pata” de mi compañero. La falta de señalización, el estado del camino malo y una lluvia que podía caer en cualquier momento (que nunca cayó), me hizo pensar “esto no me gusta, yo no sigo”.
Olivier decidió seguir conmigo a Penang, así que hasta mi partida a Tailandia tengo compañero de viaje. Un poco escaso de poder de decisión y bastante “pavo”, pero simpático.
He oído que en Tailandia no fue mucho lo que ocurrió de violencia, y que ahora está todo tranquilo, así que les anuncio que ese es mi plan, a menos que las cosas políticas se tornen feas nuevamente: cruzar a Tailandia.
Ricardo me respondió y quedamos que lo visitare si voy a Beijing.
¡Que estén bien!
Antonia 

20 de julio de 2010

Desde Kuala Lumpur (2), Península, Malasia


Otra vez bla bla bla...
Aún en la capital, esperando por mi visa para Vietnam que me la dan mañana, supuestamente.
Cada minuto que pasa, más me gusta Kuala Lumpur; es una ciudad muy interesante, con una y mil cosas que ver. Que la gente diga que no vaya a Jacarta, Kuala Lumpur, Bangkok, y demás ciudades grandes o capitales, no lo entiendo; hasta el momento me han gustado mucho.
El domingo, cuando llegué a KL, decidí partir por la periferia, por las cuevas “Batu”. Eso es lo que sabía de ellas: su nombre. No fui a las cuervas fantásticas en Mulu, Borneo, pero aquí podría ver algunas. Desde afuera ya quedé impactada; se trataba de un lugar de peregrinación hindú, con una escalera empinada, de 272 peldaños, que sube por la roca hasta la cueva, con un templo a un costado y una estatua hindú enorme en el otro (de 43 m de lato), dorada reluciente; al parecen la estatua hindú más grande del mundo. Precioso, ninguna foto pudo reflejar lo que mis ojos vieron; maravilla.
Cuando bajaba por la escalera, un grito de una mujer, de rasgos chinos, retumbó en mi oído. Un mono estaba tomando coca-cola desde una lata; parecía posar mientras bebía, fascinado, mientras todos reían y le tomaban fotos, y la mujer seguía quejándose y chillando.
Comenzando la semana, el lunes, fui en tren hasta la embajada de Vietnam a tramitar la visa; Qué tipos más negociantes; mi presupuesto para Malasia “se fue a las pailas”, y hoy lo rematé comprando un vestido hindú... jajaja.
La zona de embajadas, en el noreste de KL, es la zona de negocios; moderna, tiene edificios grandes, con espejos, calles verdes y árboles, con zonas tranquilas y casas lindas. Nunca tan ostentoso como Jacarta; más bien como la zona de negocios del  barrio alto de Santiago. De hecho, la ciudad se parece harto a Santiago, de no ser por la mezcla cultural y los barrios; pero las construcciones modernas, carreteras, desorden, son tal cual. El metro, sobre tierra, es tan limpio y bueno como el de Santiago o Valparaíso.
Luego fui tras la zona de museos y parques, en el otro extremo de KL, aprovechando el tren de regreso. Fue complicado salir de la estación para encontrar paso fuera de las vías de alta velocidad; entonces, ¡hermana!, las “havaianas” resultaron ¡no ser eternas! Mis chalas, rojas y azules hermosas, sucumbieron; mi pie quedo nadando en la nada. Tuve que regresar a la estación de trenes a comprar unas nuevas y a tirar al tacho de la basura a mis preferidas, que casi no me saqué en dos meses.

No entré a ningún museo porque todo era caro, pero me entretuve mucho con los edificios y alrededores muy bonitos. Hermana, había una baranda en la calle súper loca.
Hoy fui al barrio indio. La ropa es bella, sobre todo en las boutiques; porque insistieron, me probé un conjunto, me fotografié y lo devolví... ¡muy caro!; pero me compré un vestido barato en una tienda “rasca”. Y caminé y caminé. 
Hoy en la tarde tuvimos una tormenta grandiosa. En el “paseo Petalin”, la calle de comercio del barrio chino, el agua corría inundando varios locales. Esta calle es la panacea de la copia; zapatillas, ropa y carteras de las marcas más caras a un 20% del precio de las reales, pero obviamente nunca de igual calidad. Si no fuese porque poco dinero vale mucho para la vida diaria y que no tengo espacio para llevar tanto, me hubiese comprado varias cosas y el armario completo con artículos para disfraz. Es tan entretenido imaginar los conjuntos que podría tener para entretenernos en Chile.
Hoy fui al museo textil. Es que casi se me va el aire de tanta belleza. ¡Me encantan las telas! Una maravilla; boca abierta quedé muchas veces. Cómo quería aprender a hacer todo eso; qué ganas de regresar algún día a aprender todas estas técnica y a encontrar piezas de esa calidad para llevarlas conmigo.
Mañana iré a buscar mi visa vietnamita y de paso a tratar de subir las torres Petrolas, de la empresa de petróleo, supuestamente las más grandes del mundo en no sé qué categoría; supuestamente tienen una vista buena. Los malayos, dicen, son fanáticos de los records guines; habrá que resaltar que son las más...
 De a poquito, Malasia ha ido cautivándome. La diversidad es grandiosa. Pero el problema en este país es que ¡no hay dónde sentarse! que no sea un restaurante o lugar privado. ¡¿Dónde estaban los españoles cuando diseñaron estas ciudades?, ¿la plaza?! Y las veredas no son continuas; hay que cruzar infinitas veces las calles para continuar una dirección.En Malasia, la gente generalmente es flaca, sobre todo las mujeres jóvenes. Las malayas tienen un cuerpo muy bonito; pero que al parecer, después de casadas, se comen la comida del marido y entonces ellos son los “esqueléticos” y ellas las “rellenitas”. Con tanta cultura y mezclas, en una misma calle, encuentras mujeres con velos (con incluso todo tapado a excepción de los ojos), con mini faldas, con conjuntos deportivos de colores muy lejos de ser armoniosos, con saris multicolores y oro… y nadie parece inmutarse. Si alguien me mira o saluda, no es porque uso falda, como ocurriría en Chile, sino por mi cara extranjera.
Papá, conocí a una chilena que vino a malasia después de su Working Holiday en Nueva Zelanda; ahora parte a la China a encontrarse con su papa, que aprovechando de pasear, la viene a buscar... ¿vienes también? Besitos, papi.
Debo decir que, luego que estuve medio deprimida en NZ con la vida monótona que llevaba, mi vida retomó la alegría y estoy muy entusiasmada por lo que pueda encontrar en Chile.
Muchos cariños a todos.
Antonia

18 de julio de 2010

Desde Kuala Lumpur, Península, Malasia


De regreso en la capital, KL.
El tiempo y presupuesto no me dieron tiempo para ir a tanto lugar como pensaba, pero estuvo muy bueno.
Para ambientar, les cuento que el paisaje, tanto desde el avión como del bus, es bien verde, con pueblos o ciudades inmersas entre masas de vegetación natural, y mucha cubierta de palmas para aceite.
En general, las ciudades son feas, así como cualquiera chilena de “medio pelo”, con edificios de bloques, casas pareadas, un poco sucias, sin gracia, aunque a menudo más verde por el pasto que crece debido a la lluvia.
Increíble es el cómo a la gente le gusta compartir y comer. Vi locales abiertos durante todo el viaje n bus a lo largo del camino, a cualquier hora de la noche, con gente comiendo o tomando (no alcohol porque los musulmanes lo tiene prohibido).
El martes partí en la noche rumbo a Kuala Terengganu, ciudad en la costa noreste, para luego tomar un bus a Marang y de ahí un bote a la Pulau Kapas, una isla con playa.
El viaje medio salvaje, con un conductor amante del acelerador pero por sobre todo del ¡¡¡aire acondicionado!!!... estaba, y estaban todos, congelados. Fui la única que pedí subieran la temperatura, pero la respuesta fue: “bueno, pero sólo por 5 minutos”… “¿de qué sirve eso?”, me dije. Entonces en una de las paradas saqué mi toalla del bolso y me la puse encima. Pese a ello, el bus era bien bueno, “elegante”, con cortinas tipo palacio de sultán, con una fila de dos y una de un asiento, bien cómodo, pero ¡diablos! cómo se arruinó el viaje con el frío.
El bus llegó a las 4:50 hrs a Terengganu; esperé hasta las 7:30 hrs comiendo Nasi Lemark, arroz con salsa de pescaditos secos y salados, puestos en papel craft y hoja de banana, cerrado  en forma de pirámide.
Una vez en Marang, antes de tomar el bote, comí un “roti chanai”, una masa tipo panqueque india, servida con curry de pescado... ¡cómo me gusta!, y es tan barato. Y me dije “basta de acarrear comida (galletitas) que siempre hay en todos lados”, así que me crucé así no mas. El punto fue que, la comida en la isla era el doble de cara.
Cuando llegué a Pulau Kapas, el mar estaba medio revuelto, por lo que no tenía mucha gracia el lugar. La mayoría de la gente decía estar allí por varios días sin querer irse, y yo no entendía porqué... ¡nada como Gili! Me metí al agua y sentí pinchazos en la piel, pero no vi nada; sentí una especie de electricidad o producto químico irritando algunos puntos de mi piel, entonces me salí de inmediato.
Tomé sol e intenté meterme al agua nuevamente, cuando ya estaba mas calma y definitivamente más cristalina, entonces me miré y vi, dificultosamente porque era transparente, una meducita... ¡eso era! Después desaparecieron las medusas y el agua se tornó deliciosa y trasparente, más fresca que en Indonesia. Y cuando el sol ya me tenía medio aturdida me eche a dormir sobre la arena y bajo una palmera, porque casi no había dormido en el bus. De repente, algo me tocó la cara y las manos sobre las que estaba apoyada; abrí los ojos, y planté un grito... la cara de una iguana enfrente de la mía; pero la pobre partió hecha “un cuete” con mi grito. Y todo esto frente al hostal.
Me quedé dos noches en la isla. El segundo día comenzó bullicioso... había paseo de estudiantes, con actividades. Como el resto de los turistas, pesqué mis cosas y me fui a una playita unos metros alejados... ¡casi para mi sola! Estaba liiiiindo, qué relajo. No quise hacer ninguna caminata ni aventura; esta vez me lancé al ocio. Bello, bello.
Ambos atardeceres los tuvimos con tormenta. Aquí, cada vez que llueve, tiene que ser con exageración, con harto relámpago y truenos, y lluvia que llega a doler.
El jueves por la mañana regresé, por el mismo medio, hasta Kota Terengganu, y de allí tomé un bus a Kota Bharu, la ciudad más grande del norte, cercana al límite con Tailandia. Decían que era muy fea, que es sólo el paso para tomar el tren para ir al parque nacional Taman Nagara; pero decidí ir de todos modos, ya que por tiempo no iría ni a las islas Perhentian ni al parque. Sabía que el viernes no era el mejor día para visitar la ciudad, porque tiene una población islámica muy grande y por lo tanto no hay actividades... fui igual.
Llegué tarde, tipo 18:00 hrs, porque los buses estaban llenos. Las piezas compartidas estaban copadas; pero un hostal chino, donde la gente era muy amable, me ofreció una pieza muy económica y yo, por cierto, acepté. La pieza era harto precaria, tipo establo, cerrada, con espacio sólo para la cama y una silla sobre la que había un ventilador; fue allí que casi me ahogué en la noche (con exageración), además de la humedad ambiental; a parte, me “sicopatié” con la idea de tener un trombo sanguíneo por un dolor que me dio en el hombro. La tarde que llegué fui a un museo con juegos tradicionales (cometas, discos, muñecos tipo indonesios) y, qué miedo, tenían exhibición de serpientes... pude ver todas las que están, y que afortunadamente no vi en Borneo.
El viernes, entonces, decidí que mi aventura sería musulmana. Coincidentemente, una chica en el hostal insistió que quería acompañarme porque no tenía nada que hacer, y aunque a ratos me “sacó de las casillas” con tanta pregunta, resultó ser la compañera perfecta para mi día musulmán; es Natasha, malaya y musulmán.
Fuimos al mercado central... una belleza de colores; un edificio octogonal hueco en su centro, pintado de amarillo y naranjo (como muchos edificios aquí), en cuyo primer piso hay puestos con verduras de colores diversos y que se pueden ver desde los pasillos superiores. En el resto del edificio hay secciones de pescado, ropa, comida, golosinas, fruta. Sin duda el mercado más lindo que haya visto hasta el momento, sin decir que el olor y suelo, sobre todo cercano a los pescados, es terrorífico.
Pasado el medio día partimos a la gran mezquita. Natasha me contó algunas cosas de su religión; entramos a la meca cuando había pocas personas y luego paseamos afuera, donde la gente, especialmente hombres que oran primero, consumen productos diversos. Nos tomamos un yogurt líquido, tipo bebida con un líquido de “frutilla” rojo furioso para darle sabor... sospechoso pero muy rico a la vez. Vendían mucha comida para picotear, especialmente frituras, empanaditas y pescados, dátiles y jugos extraños, con consistencias y colores “de miedo”.
Luego que los hombres finalizaron su sesión de oración del medio día, entramos nosotras a la maca; pero no me dio para orar. Natasha me prestó uno de sus velos para taparme el pelo y completar mi experiencia musulmana, y modelé también el velo blanco que usan las mujeres durante la oración. Muchos pensaban que yo era rumana; la gente estaba contenta de verme así.
Resulta que la mayoría de los malayos, no indios ni chinos, son musulmanes. No todas, pero la mayoría de las mujeres se tapa el pelo con pañuelos o velos modernos fácil de poner. Los hombres oran por separado de las mujeres, al menos esta vez primero, y no deben usar nada especial aunque la mayoría usa el “sarong” o manta atada a la cintura como faldón, o pantalón, ambos largos hasta los tobillos, con una camisa de manga larga y el gorrito característico; del color que sea, pero Natasha me dijo que blanco era mejor. Las mujeres, al entrar a la meca se colocan una túnica blanca, oran, y se cambian nuevamente a sus ropas antes de salir.
Los viernes y sábados, a diferencia de nuestro sábado y domingo, son los días musulmanes libres. El viernes es día de oración obligatoria para los hombres en la meca, no para las mujeres, lo que se vio ese día porque durante la sesión de hombres estaba absolutamente atiborrado, incluso los pasillos y veredas del rededor de la mezquita, mientras las mujeres eran unas cuantas.
Se ora cinco veces al día, al rededor de las 6:00, 13:20, 16:45, 17:30 y 20:40 hrs. En una pantalla electrónica colocan los horarios del día. Se puede orar en la casa o en alguna de los infinitos oratorios dispuestos por todos lados (estaciones, trenes, calle)… no hay excusa.
Previa la sesión de oración viene el lavado del cuerpo bajo llaves dispuestas afuera de la sala de oración; las mujeres se sacan el velo. Cada “presa” se lava tres veces; en orden, primero se lavan las manos, luego la boca colocando manos llenas de agua, luego la cara, los brazos (el derecho primero), desde la mano hasta el codo, la parte superior de la frente, las orejas completas, el cuello, y finalmente los pies (el derecho primero).
Ramadán, el mes musulmán comienza el 8 de agosto este año… ¡Que suerte!, no estaré en ningún lugar musulmán para entonces. Consiste en abstenerse de comida, bebida, fumar y tener sexo entre el amanecer y el atardecer. Se levantan a las 5 am a desayunar, se comen unos dátiles, vuelven  dormir, y alrededor de las 6:30 am comienza Ramadán. No tienen festividades y todo es calmo por este mes; luego de éste, comienza la partuza... digo yo.
En la tarde fuimos a la playa en busca de los que hacen cometas, pero estaba todo cerrado. La playa fome. Allí me despedí de Natasha, pensando vernos después, porque yo quería caminar y ella con mil y una cosa encima era incapaz de seguir si no era en bus… pero no la vi más; le mandaré una foto nuestra.
Mi segundo día en Kota Bharu, ayer, fue aburrido. Paseé por la ciudad esperando las 15:30 hrs para la exhibición de juegos; eso estuvo bueno aunque nunca apareció el que hace los volantines; vi cómo tocaban los tambores gigantes y jugaban al spinning, unos discos planos de 4 kg, metálicos con madera, bien bonitos, que lanzan como trompos y luego recogen y dejan girar por mucho rato sobre un palito; también vi como hacían batik (esta vez bonitos). 
En la tarde tomé el bus de regreso a Kuala Lumpur. Al comprar el pasaje me mostraron, en el computador, que quedaba sólo un asiento vació en una fila única, por lo tanto lo tomé. Mientras esperaba el bus conversé con una señora de origen chino quien partía a las 20:30 hrs (yo a las 21:00 hrs); 10 min antes de las 20:30 llegó un bus, y entonces la señora se fue. En el entretanto se nubló y colocó el cielo bien oscuro. Cinco minutos para las 21:00 hrs, con el bus anterior aún estacionado y para entonces lloviendo a cántaros, decidí ir a preguntar por mi bus... tuve que cruzar el terminal con esa lluvia torrencial; resultó que ambos buses ¡eran el mismo! Los “pelotas” juntaron dos buses en uno de dos pisos, con dos filas de dos asientos... terminé usando el asiento frontal de la parte superior, tipo vitrina... ¡que susto!; pero esta vez el conductor era muy precavido, el aire acondicionado estaba sobrepasado aunque aceptable y tuve vista nocturna de la selva. El viaje debe ser muy bello de día; debí haberlo hecho así.
En fin, llegué a KL a las 5 am; pero como no supe dónde bajarme (aquí nadie avisa), terminé dándome la vuelta de recorrido con los choferes y conversando con los pasajeros nuevos, llegando nuevamente a KL a las 10:30 am. Encontré un “dorm” (pieza compartida) muy buena.
Les cuento en el texto próximo sobre Kuala Lumpur y mi día mágico de hoy. Esto ya se extendió mucho.
Besos.
Antonia