25 de julio de 2010

Desde Georgetown, Península, Malasia

Y se acabó mi último día en Malasia.
No puedo creer lo variado que fue este país. La cantidad de fotos duplican a las de Indonesia. Fin del país número 2.
Luego de Cameron Highlands me vine a Georgetown en la isla de Penang, al norte del país, tras cruzar en ferri desde Butterworth. La ciudad, como Melaka, es patrimonio de la humanidad, pero más grande y con edificios viejos por doquier. Bonito. Y la comida igualmente buena como la que he comido en otros lados, aunque es sabido que aquí está la mejor.
 He repetido y repetido que la comida india me fascina, pero cómo explicar el placer que fue comer el plato de ayer. El restaurante bien “pituco” y los precios baratos; era un restaurante vegetariano... ¡fabuloso! Comí vegetales en una salsa con muchos condimentos que no pude descifrar, y con un toque dulce... no había tiempo para conversar mientras Olivier y yo disfrutábamos nuestras comidas. Pedí, también, un pan muy parecido a las tortillas mexicanas, que venían con salsas; una de ellas tenía un leve sabor a clavo de olor, otra más acentuada al comino... y es que ahora ¡hasta me gusta el comino! Espero, con la foto del menú, poder encontrar las recetas. Y para tomar, porque esta vez pedí algo para beber en vez de “cagarme” y tomar agua de mi botella de 1.5L, pedí un yogurt líquido con jengibre, semillas de mostaza y un poquito de ají que no sentí: rico.
Ayer caminé por todo el centro de la ciudad con Olivier. Muchas calles con casas para fotografiar, sobre todo en el barrio chino; otro barrio, el indio, con música “a todo volumen” y tiendas con ropa y comida; en el área oeste, más pacifica pero con autos, los edificios ingleses, grandes, estoicos, bien mantenidos, como en silencio en comparación a los otros barrios.
En la tarde nos topamos con un teatro chino en un templos, abierto al público; interesante, colorido, con canto y escritura china a un costado que relataba lo cantado... o chillado (opera china decían que era; pero al final eran más bien diálogos que cantos). A los chinos la voz les sale como queja de gato, como cuando la merluza tiene hambre.
Hoy, más aletargados después de tanto caminar, tomamos desayuno en el restaurante indio, otra vez, y luego fuimos en bus al templo buda Kek Lok Si, otra vez exageradamente grande; subimos a la pagoda o torre desde donde la vista era preciosa; la diversidad de budas que tenía fue novedosa para mí. Y bueno, yo y mi ignorancia… los budas estaban llenos de símbolos nazi... igual a un templo que vi en Indonesia; ¿es que los nazi le copiaron el símbolo a los buda? Por favor denme información.
Ayer estaba tan arrepentida de acceder a venir con Olivier; resultó ser el típico tipo que termina siendo una sanguijuela; no llevó reloj ni guía por que yo la llevaba, y no me ayudó a encontrar nada, sólo a seguirme pasivo, como mosca. Pero yo, la poco paciente, le tuve que lanzar mi desagrado, y hoy se porto muy bien. 
Ahora, en la noche, fuimos a comer al otro restaurante indio recomendado, pero el servicio daba risa; nos ignoraban, parecía que querían que nos fuésemos; las pocas descripciones que conseguimos nos dejaron igual, porque usaron la misma palabra que nos ponía en duda.
En fin, Malasia ha acabado. Mañana me voy en un “minibús” hasta Hat Yai, en Tailandia, y de ahí pretendo hacer trasbordo hasta Krabi, en el sur del país. Que conste que me voy sola; nada de acompañantes pavos.
Que estén bien.
Antonia 

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