Otra vez bla bla bla...
Aún en la capital, esperando por mi visa para Vietnam que me la dan mañana, supuestamente.
Cada minuto que pasa, más me gusta Kuala Lumpur; es una ciudad muy interesante, con una y mil cosas que ver. Que la gente diga que no vaya a Jacarta, Kuala Lumpur, Bangkok, y demás ciudades grandes o capitales, no lo entiendo; hasta el momento me han gustado mucho.
El domingo, cuando llegué a KL, decidí partir por la periferia, por las cuevas “Batu”. Eso es lo que sabía de ellas: su nombre. No fui a las cuervas fantásticas en Mulu, Borneo, pero aquí podría ver algunas. Desde afuera ya quedé impactada; se trataba de un lugar de peregrinación hindú, con una escalera empinada, de 272 peldaños, que sube por la roca hasta la cueva, con un templo a un costado y una estatua hindú enorme en el otro (de 43 m de lato), dorada reluciente; al parecen la estatua hindú más grande del mundo. Precioso, ninguna foto pudo reflejar lo que mis ojos vieron; maravilla.
Cuando bajaba por la escalera, un grito de una mujer, de rasgos chinos, retumbó en mi oído. Un mono estaba tomando coca-cola desde una lata; parecía posar mientras bebía, fascinado, mientras todos reían y le tomaban fotos, y la mujer seguía quejándose y chillando.
Comenzando la semana, el lunes, fui en tren hasta la embajada de Vietnam a tramitar la visa; Qué tipos más negociantes; mi presupuesto para Malasia “se fue a las pailas”, y hoy lo rematé comprando un vestido hindú... jajaja.
La zona de embajadas, en el noreste de KL, es la zona de negocios; moderna, tiene edificios grandes, con espejos, calles verdes y árboles, con zonas tranquilas y casas lindas. Nunca tan ostentoso como Jacarta; más bien como la zona de negocios del barrio alto de Santiago. De hecho, la ciudad se parece harto a Santiago, de no ser por la mezcla cultural y los barrios; pero las construcciones modernas, carreteras, desorden, son tal cual. El metro, sobre tierra, es tan limpio y bueno como el de Santiago o Valparaíso.
Luego fui tras la zona de museos y parques, en el otro extremo de KL, aprovechando el tren de regreso. Fue complicado salir de la estación para encontrar paso fuera de las vías de alta velocidad; entonces, ¡hermana!, las “havaianas” resultaron ¡no ser eternas! Mis chalas, rojas y azules hermosas, sucumbieron; mi pie quedo nadando en la nada. Tuve que regresar a la estación de trenes a comprar unas nuevas y a tirar al tacho de la basura a mis preferidas, que casi no me saqué en dos meses.
No entré a ningún museo porque todo era caro, pero me entretuve mucho con los edificios y alrededores muy bonitos. Hermana, había una baranda en la calle súper loca.
Hoy fui al barrio indio. La ropa es bella, sobre todo en las boutiques; porque insistieron, me probé un conjunto, me fotografié y lo devolví... ¡muy caro!; pero me compré un vestido barato en una tienda “rasca”. Y caminé y caminé.
Hoy en la tarde tuvimos una tormenta grandiosa. En el “paseo Petalin”, la calle de comercio del barrio chino, el agua corría inundando varios locales. Esta calle es la panacea de la copia; zapatillas, ropa y carteras de las marcas más caras a un 20% del precio de las reales, pero obviamente nunca de igual calidad. Si no fuese porque poco dinero vale mucho para la vida diaria y que no tengo espacio para llevar tanto, me hubiese comprado varias cosas y el armario completo con artículos para disfraz. Es tan entretenido imaginar los conjuntos que podría tener para entretenernos en Chile.
Hoy fui al museo textil. Es que casi se me va el aire de tanta belleza. ¡Me encantan las telas! Una maravilla; boca abierta quedé muchas veces. Cómo quería aprender a hacer todo eso; qué ganas de regresar algún día a aprender todas estas técnica y a encontrar piezas de esa calidad para llevarlas conmigo.
Mañana iré a buscar mi visa vietnamita y de paso a tratar de subir las torres Petrolas, de la empresa de petróleo, supuestamente las más grandes del mundo en no sé qué categoría; supuestamente tienen una vista buena. Los malayos, dicen, son fanáticos de los records guines; habrá que resaltar que son las más...
De a poquito, Malasia ha ido cautivándome. La diversidad es grandiosa. Pero el problema en este país es que ¡no hay dónde sentarse! que no sea un restaurante o lugar privado. ¡¿Dónde estaban los españoles cuando diseñaron estas ciudades?, ¿la plaza?! Y las veredas no son continuas; hay que cruzar infinitas veces las calles para continuar una dirección.En Malasia, la gente generalmente es flaca, sobre todo las mujeres jóvenes. Las malayas tienen un cuerpo muy bonito; pero que al parecer, después de casadas, se comen la comida del marido y entonces ellos son los “esqueléticos” y ellas las “rellenitas”. Con tanta cultura y mezclas, en una misma calle, encuentras mujeres con velos (con incluso todo tapado a excepción de los ojos), con mini faldas, con conjuntos deportivos de colores muy lejos de ser armoniosos, con saris multicolores y oro… y nadie parece inmutarse. Si alguien me mira o saluda, no es porque uso falda, como ocurriría en Chile, sino por mi cara extranjera.
Papá, conocí a una chilena que vino a malasia después de su Working Holiday en Nueva Zelanda; ahora parte a la China a encontrarse con su papa, que aprovechando de pasear, la viene a buscar... ¿vienes también? Besitos, papi.
Debo decir que, luego que estuve medio deprimida en NZ con la vida monótona que llevaba, mi vida retomó la alegría y estoy muy entusiasmada por lo que pueda encontrar en Chile.
Muchos cariños a todos.
Antonia
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