28 de septiembre de 2010

Desde Sapa, Norte, Vietnam


Después de una noche loca, con gente por todos lados, en Hanoi, y experimentar el horror de sentir y ver a un ratón caminando sobre mis piernas mientras dormía en el hotel, partí temprano en la mañana, en un bus con 24 personas, rumbo a la Bahía “Ha Long”, todos jóvenes y viajando al igual que yo; a algunos ya los había conocido antes en Hoi An.¡¡Es-pec-ta-cu-lar!! Se trata de una bahía pequeña con los famosos “clifts” (montañas rocosas escarpades) como en Tailandia. El paisaje estaba lleno de arrozales tiñéndose de amarillo, casi infinitos en algunas partes, y con casas aún más altas y delgadas que las de más al sur, en bloques de concreto pintadas en su mayoría de amarillos y azules; antes de llegar a la bahía, se veía montañas a la distancia, así como las casas, altas y angostas, pero redondeadas en la cumbre. Luego el paisaje se cubrió con estas montañas fantásticas en todo su horizonte.
Estaba lloviendo, pero cielo gris combinaba con los tonos azules u oscuros de las montañas.
Llegamos a la ciudad de Halong. Bien feo los edificios; pero en la orilla estaba lleno de embarcaciones de madera, en su mayoría de dos pisos, como si fuesen de piratas (a mi imaginación), con ventanas en el segundo piso y cerrado en el primero, y una terraza en la parte superior con algunas plantas. A la distancia, mirando desde el muelle, las montañas escarpadas se veían más cerca, cubriendo todo el paisaje, por todos lados.
El bote que nos llevaría al tur sólo podía contener a 20 personas de las 24 que éramos; entre las cuatro personas que tenían que moverse a otro bote estaba yo; ¡que lata!, pero sorpresivo como todo en el viaje. Gracias al cambio, y aunque en nuestro bote todos nos fuimos a dormir temprano, conocí a dos chicas, a Zalene de Sudáfrica y a Eva de Nueva Zelanda, amigas que están haciendo un magister en Singapur; resultaron ¡tan simpáticas! que quiza las visite a mi regreso.
Luego de harto tragín, incluido el paso y traspaso de pasaportes que, pese a que a los turistas no nos gusta pues parece “dudoso”, aquí en Vietnam es cotidiano, nos embarcamos. En todo hotel y tur de Vietnam piden el pasaporte para registrar a la geste, de modo de pedir permiso al gobierno “en caso de...”; lo devuelven cuando uno se va... de temer; pero así funciona y nadie que conozca ha tenido problemas con ello.
El paisaje es maravilloso, de no creer, de cuento, indescriptible; las fotos no muestran tanta belleza natural. La bahía tiene unas 1600 islas que te rodean por donde andes; el mar es verde intenso, tranquilo y sumamente tibio. Ojalá pueda expresar con mis fotos algo de lo que mis ojos vieron. Esté o no en la disputa de ser la séptima maravilla del mundo, es evidentemente una maravilla maravillosa y que no creo que se repita en otro lugar. Aconsejable para cualquier persona.
Navegamos hasta que nos bajamos para visitar unas cuevas. ¡Inmensas!, están metidas en una de estas rocas gigantes. Las tienen iluminadas con luces de colores que las hacen más bellas aún. Y volví a sentirme “famosa” con las fotografías que me pedían los vietnamitas que me tomara con ellos. ¡Lindo, lindo, lindo! y todo muy cuidado.
Luego fuimos, entre más islas, hasta un sector con casas flotantes; era una villa sobre el agua donde. Un bote pequeño nos atravesó por un cueva hasta donde filmaron una película de James Bond... ¡ni idea cual!... pero todo ¡beeeeelloooo!! Fotos para todos lados; aun nublado, pero sin neblina... que la luz, que el ángulo, que las formas, todo una escusa para seguir tomando fotos.
En el tur también había una pareja de chilenos jóvenes. Simpáticos, pero ¡qué “cuicones”!; al hacer mi comentario de que encontraba mucho en Vietnam parecido a Chile, vi sus caras de horror y recibí una respuesta inmediata a la negación… me dejaron un poco perpleja. Quizá no se parecen y yo esté equivocada, lo que puede ser muy posible porque mi “ojo” ya se ha adaptado a casi todo; pero de que en Chile las cosas son “a la que te cago” y desordenadas por todos lados, las son (jajaja).
Bueno. Esa noche dormimos en el bote. Fabuloso, pero con el “detallito” de que el generador de electricidad sonó como “chancho”. Compartí esa y la siguiente noche con la pareja de amigas nuevas... muy alegres e interesantes.
A las seis de la mañana fuimos a hacer kayac. El agua estaba casi caliente. Estabamos muy cansados, pero felices. Entonces aquellos que estaban en el tur por dos días se fueron y yo y los demás que deambulamos de un bote a otro fuimos trasladados al grupo con que partí en el bus desde Hanoi.
En nuestro segundo día en la bahía Ha Long nos llevaron a la isla Cat Ba, la única habitada con pueblo; allí haríamos una caminata por el parque nacional Phu Long. Estaba lloviendo muy fuerte; pero era allí o nunca. Subimos una hora hasta llegar a una torre de metal; de repente, entre las nubes, apareció un paisaje con montañas cónicas muy bellas. Había sólo una persona con cámara de fotos, asi que habrá que esperar para verlas.
Luego nos llevaron al pueblo Cat Ba. Entonces el sol salió. Algunos se fueron a la isla Monkey; pero algunos ya habíamos tenido “suficiente” con monos, así que fuimos a la playa Cat Ba 2; eramos Zanele, Diana (Colombia), Eva, Tércio (Brasil) y yo... la pasamos “chancho”. Muy rica el agua; lìnda la vista, también.
Con el tur fue la primera vez que comí algo más cercano a lo vietnamita. Sirvieron, para cada mesa, varios platos para compartir, con rollitos primavera, pescado, arroz, vegetales, sopa, fruta, tofu; todo en cantidades “moderadas”... un trozo de fruta “por cabeza”. A mí me gustó mucho; pero a lo demás no del todo. El tur incluía “todo”, excepto por los bebestibles, y costó sólo US$40 los tres días.
De regreso en Ha Noi, y yo con “pololo”, tratamos de arreglar los pasajes, que yo ya había comprado, para partir esa misma noche al norte, a Sapa. Yo tuve que cambiar mi pasaje de bus a tren, porque el bus ya se había ido cuando volvimos, y los tres amigos brasileros compraron los suyos. Lo del  “pololo” lo dejaremos hasta allí, sin explicación.
El tren tenía piesas de cuatro camas angostas ordenadas en literas dobles. Yo compartí la piesa con mi “pololo” y con dos vietnamitas; ¡qué gente más extraña! ¡y dale con la tos!.
En Vietnam hay mucha gente que, no sólo escupe, también tose todo el tiempo. Me inquieta un poco porque me imagino que tienen tuberculosis... habrá que revisarme al regreso.
A las 5 am llegamos a Sapa. Estaba lloviznando. Nos llevaron en “minibus” hasta el pueblo de Sapa, a 23 km arriba en las montañas donde el clima estaba fresco.
Como íbamos en un tur, nos alojaron en un hotel con todas las comidas incluídas. La idea era alojarnos en una “guesthouse” en la villa, en la casa de lugareños; pero el tur del primer día terminó sólo a las 14:30 horas y el alojamiento no era precisamente compartiendo con la gente, ni el paisaje era lo mejor, así que nosotros dos, más el motorista, nos devolvimos en la moto a Sapa, bien “apretados” para optimizar el viaje, a lo sudeste asiático.
Es una pena que el clima en esta época esté tan malo, con mucha neblina y llovizna; pese a ello siempre hubo momentos de claridad e incluso algo de sol que nos mostró lo caluroso que esto puede ser. Y por ello es que en Sapa cultivan sólo un ciclo de arroz por año, y no tres, porque es fresco y con lluvia no se puede cosechar. Los lugareños cultivan maíz (cultivo original) y otros vegetales que les proveen de alimento; sus otras actividades son trabajar en telar, en bordado, metal y piedra, que tratan de vender a los turistas “a toda costa”; los niños venden estacas de bambú para caminar, que no huebiese sido mala idea comprar.
El paisaje de Sapa es, otra vez, espectacular. Entre montañas y valles, los arrozales cubren lomas y laderas escarpadas. Y como la mayoría del arroz está casi maduro, el amarillo con el verde de los cerros y el arroz más joven, se ve precioso. Los búfalos también complemetan la vista. Es un lugar para seguir soñando. 
 El pueblo está en pendiente; tiene muchas escaleras que me han obligado a hecer ejercicio. Y uno puede ver en Sapa, en las construcciones, la enorme cantidad de mármol que tienen, y que usan para tallado (no muy bonito). La piedra es blanca, sin mucha veta; pero es muy bonita.
Los lugareños, que proviene de seis tribus diferentes, vienen a la ciudad en busca de turistas. Para hacer el ambiente más “exótico”,  visten sus tenidas típicas, lo que si bien uno sabe que es más por el turista, se ve muy bonito. Pero la mayoría de la gente de tribus, que se ve, son mujeres; los hombres se quedan en las villas trabajando en piedra o metal, y holgazanean; son las mujeres las que caminan con sus guaguas o con cestos en la espalda, vendiendo sus artesanías. Cada tribu viste diferente. 
El color que se repite, sin embargo, es el azul; las telas son teñidas con índigo, que tiñe todo lo que toca; es divertido ver a algunos turistas entusiasmados con sus tenidas nuevas y con sus manos completamente azules o verdes.
En el tur, de dos días, caminamos varios kilómetros; el primero fue cuesta abajo entre barro, piedras y pasto, seguidos por las mujeres y sus canastos e hijos; increíble lo resbaladizo que es la arcilla. Mientras nosotros, los turistas, patinamos, las mujeres se mueven como cabras sin problema. Visitamos dos villas, los Black Monk y los Susu (o algo así). El segundo día caminamos hasta la localidad de Cat Cat (nombre que viene de Cascada, lo que provino de la invasión francesa), donde había tiendas de artesanía y una cascada final. El monte más alto de Vietnam (Fansipan), con 3.143 metros de altura, es posible de ver desde este lugar, aunque sólo si el clima lo permite.
En la noche que pasamos en Sapa fuimos a un local a jugar pool. Las mujeres vietnamita son unas “bestias” en el juego; son muy buenas; pero me da “nervios” pensar que son buenas porque pasan la mayoría de sus noches en un bar tomando cerveza con turistas y jugando.
En la plaza de Sapa hay una iglesia, que resalta que es el catolicismo la religión principal del norte. También hay un templo donde la gente hace rituales. En el ritual, una persona es puesta en el centro y es agazajada con tenidas que sacan y ponen dos hombre o mujeres a su lado, y que recibe hierbas para fumar mientras debe entregar plata; el dinero pasa rápidamente a los expectadores, así como otras pagas que esta persona (que no entendí para qué estaba allí) les da; imagínense que hasta nosotros, que estábamos mirando, recibimos un billete de 2.000d... absolutamente dudoso el movimiento en el templo, me dio la impresión de que es una forma de quitarle plata a la gente a través de su fé. En la ceremonia había mujeres viejas, en su mayoría con decoraciones o tenidas color morado o negro, que estaban sentadas viendo a la mujer en cuestión. Pero a lo que la gente se dedica, aquí en Sapa, es a trabajar en sus villas y a vender a los turistas. Los niños deben ser “tentados” por sus profesores para que asistan al colegio; de lo contrario se quedan en las casas trabajando.
 Sí, Vietnam me tiene enamorada. Me encanta Vietnam; es absolutamente fantástico y encantador. Ayer estuve seleccionando mis fotos y ya me dio nostalgia por lo que he vivido aquí. Me da pena tanta felicidad, me da pena el no poder guardar estos sentimientos para sacarlos más adelante y vivirlos otra vez. Como alguna vez sentí con mi experiencia de intercambio en Australia, se me aprieta el corazón al pensar que no podré repetir esta aventura, a toda la gente increíble que he conocido, a tanto paisaje abrumador, a tanta cultura y conocimiento. ¿Cómo repetir las mismas casualidades en un mismo lugar?... imposible. Incluso me da algo de temor el continuar mi viaje a otro país y perder mi memoria emocional de los lugares dejados. Simplemente Vietnam me cautivó y volvería sin duda alguna, sobre todo a la parte centro y norte del país que son más bellas, naturalmente.
Y eso desde el norte. Hoy me quedé en Sapa para fotografiar un poco más y descansar. Mañana pretendo ir a Lao Cai, al borde con China, para cruzar al día siguiente a Kunming.
Cariños,
Antonia

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