21 de agosto de 2010

Desde Vientiane, Laos


Y ahora en la capital de Laos, Vientiane.
Llegué hoy en la mañana bien temprano, a las 5:45am, pese a que debíamos llegar a las 4:00am. 
Todo sigue siendo caro en Laos, y aquí incluso el alojamiento es más aún, y la ciudad sin ningún encanto; ni grande como otra capital, ni con nada especial. Además está lloviendo, así que he decidido que es el fin de Laos para mí. Mañana regreso a Tailandia y de ahí bajo por el este hasta Cambodia.
Luang Prabang, Luang Prabang, a quién podría no gustarle Luang Prabang. Es una ciudad-pueblo preciosa. ”Elegante”, diría yo, con casas antiguas de adobe, posiblemente estucadas con cemento y pintadas. Callecitas transversales de adoquines de cemento con plantas, templos y monjes budistas. Banderitas de Laos y del partido comunistas colgando desde las ventanas. Buganbillias y arbustos con flores fragantes. El río Mekong a lo largo de la ciudad. Es, además, una ciudad muy limpia porque los monjes aprenden en su retiro a preservar la ciudad, y la limpian cada madrugada luego de su pequeña procesión.
Laos es el paraíso para el francés, cada tres restaurantes hay uno francés, con todos esos pancitos y dulces con nombres que desconozco. Hay mucho francés circulando. Y para qué decir de los precios, que impiden probar todas esas delicias dulces que no como desde hace tanto. Esto, por cierto, es en las ciudades más desarrollada de Laos, que creo son muy pocas.
Aun cuando vi muy poco de este país creo se trata de una belleza que no abunda en el mundo; es muy rural y salvaje. Yo lo recorrería completo, pero no sola, necesitaría de al menos alguien más para evitar algun percance que me sorprenda sola.
Anoche, desde el bus, aun cuando era de noche, la luna creciente iluminaba lo suficiente como para imaginarse el panorama. Hubiese querido haber visto este paisaje entre Luang Prabang y Vientaine de día. Cordones montañosos corriendo en distintas direcciones, con montañas altas, espesas de vegetación… cascadas. El camino iba serpenteando los cerros a la orilla de la pendiente; un poco escalofriante, pero al menos no me tocó lluvia y el bus iba relativamente lento para las condiciones (25-30 km/ha creo yo). Antes de llegar a Viang Vieng había un valle con una montaña central enorme y centenares más pequeñas a su lado, todo rodeado por los cordones de montañas. Se veía un poco abominal; imaginaba lo que sería para un conquistador llegar a tierras así de impactantes donde la naturaleza parece comerte.
Bueno, en Luang Prabang no hice mucho. Luego que conocí a Ilaria me relajé muchísimo, porque compartir con alguien por más de un momento se torna imprescindible de vez en cuando, además de que resultó ser una persona muy agradable, con mucha curiosidad y conocimiento en el área social y política de muchos lugares. Conocía bastante de Chile, y estaba muy entusiasmada en saber más. Nos separamos los dos primeros días durante el día para visitar, ella los templos y yo la ciudad; además, porque como he andado convaleciente mis caminatas han sido lentas. Pero ayer decidimos arrendar una bicicleta para visitar, bajo el sol abrazador, un mercado y dos villas donde hacen papel reciclado y telas de algodón y seda. Estuvo muy bueno.
La segunda mañana nos levantamos a las 5:30am para ver el “espectaculo” de monjes. La gente se alinea en la vereda con canastitos de bambú con comida en su interior, comúnmente arroz, y a mediada que los monjes pasan en fila con sus potes (tipo urnas de acero, muy bonitas), la gente deposita la comida en el interior, un puñado a cada uno... imagínense lo manoseada que queda la comida. La verdad es que con Ilaria dudamos si esto es real o no, porque “es como de película”, y ¡quién puede comer todos los días arroz!
Las telas son una maravilla en este país. Yo, dale que dale queriendo una falda como las que usan aquí (tela rodeanda la cintura que cubre hasta o sobre los tobillos); pero como la seda sigue siendo cara para estas condiciones de viaje, y porque ya no cabe nada más en mi mochila, y que pesa mucho a esta altura, hubiese comprado taaaanto; compré una falda de algodón que veré si la uso...jaja. Mami, te mueres con las telas, así que disculpa por no llevarte tanta cosa linda.
El tema de mis piernas. Luego de descansar, tomar locomoción cada vez que necesito trasladar mi mochilota y los masajes y elongacion, han hecho que finalmente me dejen de doler. Seguí las recomendaciones de comer más proteínas, que aumentaron mi cuenta de alimentacion, y además compré algunas vitaminas como suplemento alimenticio.
Ahora, el mareo que me dio en el último trayecto del viaje en bote por el Mekong se cuadruplicó durante la primera noche en Luang Prabang. Me asusté porque no sabía que “crestas” me pasaba, y por ello decidí ir al hospital a la mañana siguiente. Otra aventura como aquella que viví contigo, papá, en Brasil. Y es qué sabiendo que la medicina es muy precaria en este país, la paranoia aumenta. Quise saber qué miércales sucedía en mi cuerpo por si necesitaba volar de inmediato a Tailandia. Tomé un tuk-tuk al hospital local; me tomaron la fiebre y la presión, y esperé; me llevaron donde el “doctor”, que dudo que haya sido médico, porqué insistía que tenía dolor de cabeza (fue lo primero que anotó) pese a que yo le decía que no, que lo tenía era mareo. Entonces el médico dijo “aaaaa, vértigo”… “bueno, al menos eso está más cercano”, respondí; entonces él miraba hacia abajo y escribía un medicamento para cada uno de los síntomas descritos. El “bestis” me estaba recetando tres cosas y yo aún no sabía que crestas tenía... por seguridad él tampoco sabía. Entonces me sentí más afiebrada, quizá por la situación, así que se lo dije, y el me dijo “pero si me dijiste que no tenías fiebre”... ¡Ni siquiera me examinó! Borró lo que anotó y prescribió paracetamol y otra cosa. Al caso, había un señor mochilero de 68 años, también dando vueltas por dolor de espalda, y me decía que fuera con él para encontrar a un doctor en otro lugar, todo revuelto con un chico que traducía al médico, al señor y a mi.
Me enojé y me fui. “Que cada uno meta sus prescripciones por donde quieran, y sus cuentas tambien”. Volví al centro, me tomé un jugo, comí algo, paseé, y ya estaba mejor. Porque estaba con Ilaria, y la pareja de españoles que conocí (Alicia y Roberto) me ofreció su apoyo y contacto telefónico por cualquier cosa que necesitara, y ya me sentía mejor, decidí esperar a ver qué sucedía al día siguiente.
La noche siguiente también me mareé, pero mucho menos; pero un malestar al estómago apareció. Patúdamente me diagnostiqué “virus”, de esos que te agotan y dan un poco de fiebre sin resfriado. Comí, como hubiese dicho mi mamá querida, un pollo a la brasa y arroz blanco (la opción más saludable). Y aun cuando no estoy del todo bien, estoy muchísimo mejor… y las vitaminas las postergué para no alimentar al virus. Quizá vaya al médico una vez en Tailandia, donde la medicina supuestamente es buena. Al seguro lo tengo al tanto de mi situación.
Es fantástico conocer a tanta gente “en el camino”. Uno se encariña harto; el apoyo es grandioso. Una de las noches nos juntamos un grupo de seis que nos conocimos en el bote y fuimos a un local. Conversamos, nos acompañamos. Todos andábamos por cuenta propia. Cuando el local ya cerraba, a las 22 hrs, buscamos en el tumulto de zapatos los nuestros, y bueno, mis chalas ¡no estaban!. Casi no quedaba gente, aunque sí un par de chalas havaianas que luego de preguntar a los restantes asumí mías… estaban en mejor estado que las anteriores.
Y también perdí el impermeable el primer día que llovió. Porque la lluvia paró, nunca supe donde lo dejé, aun cuando pregunté en muchos lugares. La cosa es que entré al mercado, internet, boliche… la cabeza la tenía en cualquier otra parte, ¡quién sabe!

Ayer, en Luang Prabang, antes de partir al bus, me lavé el pelo para refrescarme la cabeza luego de la bicicletada, y luego fui a tomar una sopa final en la esquina cercana... ¡la mejor sopa de fideos!! Yo estaba muy tranquila, la señora del local sonriente, Ilaria en camino al local para despedirse, entonces el caballero del negocio se acercó y dijo “¿es tuyo?”, mostrándome el impermeable. ¡Eso se llama destino! y se llama ¡buena gente! Gente que me parece difícil de tratar la mayoría de las veces; pero que finalmente es amable. Lo que no puedo aguantarles es la sonajera que hacen con la nariz o la garganta y sus fl
uídos. En el bote, el tipo de al lado no paró en horas de escupir cada cinco minutos; y en restaurantes la sonajera para tomar la sopa es casi peor. “¡¡¡¿Para qué aprendemos “modales”?!!! si luego uno no tolera los de los otros.
Había dicho que los laoenses se parecían a los chilenos. Ya no creo que mucho. Quizás más aquellos cercanos al oeste de Tailandia, por que los más lejanos están mezclados con chino, sin duda. Qué notorio es, a veces, la mezcla de las facciones en los bordes de los países.
Y tomé el bus a la capital de Laos, un “expess especial”, es decir, una segunda clase. Aquí los buses se llaman “regular”, “express” o “VIP”, con variantes como “VIP especial”. No son muy buenos, pero están bien. Lo bueno de la “express” es que, por no tener baño, se detiene de vez en cuando y entonces se pueden estirar las piernas. Y justo a la mitad del camino, a las cinco horas de viaje, una rueda del bus pasó sobre la orilla del camino, y “paf”, se rompió. Estuvimos unos 30 minutos esperando a que cambiaran la rueda, tiempo que apreoveché para hacer mis rotaciones y flexiones de pies y piernas. Con mis medias blanco radiante anti-coágulos, que se veían porque mis pantalones negros llegan hasta la rodilla, me veía “de lujo”, obviamente no aprendido en Luang Prabang.
Ya, hasta Tailandia. Abrazos.

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