31 de agosto de 2010

Desde Siem Reap 2, Norte, Camboya


Uno ya siente e imagina lo tremento de todo lo que sucedió en este país. Compré uno de los libros relacionados con el tema; pero aún no lo leo.
Bienvenidos al imperio Khmer.
Y pensar que creía que no me gustaban las ruinas e historia. Esto es impresionante, he quedado boca abierta con tal magnitud, tamaño y belleza. Imagino que los templos Angkor wat (wat = templo) deben ser una de las bellezas y construcciones más increíbles hechas por el hombre; no imagino cómo pudieron  construir o diseñar tales templos... no puedo creer la suerte de haberlos visto. Con algunos paisajes, entre ellos el salar de Atacama y plantación de té en Cameron Highlands, esto es sin duda uno de mis lugares preferidos para admirar. A esto se le llama ¡imperio!
Para finalizar mi reposo y recobrar energías, arrendé un tuk-tuk para los tres días de mi visita a los templos Angkor. Los caminos de concreto rugoso, muy bamboleantes para el tuk-tuk, terminaron de soltar el último músculo tonificado que aún tenía... es el tratamiento perfecto contra el bruxismo. Pero la tierra rosada, los árboles altos y los templos diversos a los costados del camino crean un paseo muy romántico, idílico para una luna de miel... yo, conmigo, ¡la pasé fantástico!
La mayoría de los templos está hecha con piedra arenisca, gris o rosada, que increíblemente y a excepción de la base de los pilares, tiene muy poca erosión; otras piedras son más duras, grises o rosa oscuras. Los templos están relativamente cerca uno de otro; pero nunca tanto como para caminar entre todos ellos porque generalmente hay 2 a 3 km entre uno y el próximo, y hay otros que están bastante alejados, como una sección completa que no visité. Y mientras unos están llenos de libélulas, como Angkor Wat, otros lo están con mariposas, como Prasat Khan.
Qué agradable es ver que la gente cuida los templos; aquí todo está limpio porque hay mucha gente empleada para este propósito y vigilancia.
 Mi primer día partió nublado a las 9:30 hrs; visite el “circuito grande”, compuesto por los templos Prasat Khan: increíble, bello, grande, oscuro, de piedra gris con matices blancos y verde azulados producto de los líquenes y musgos que casi me hicieron botar lágrimas por el nivel de belleza que tenia delante mio... me apretó el alma; Preah Neak Pean: pequeño, situado al centro de un lago artificial... después del primero éste fue una caminata de paso; Ta Som: similar a Prasat Khan, otra vez me llenó el alma de alegría, no podía parar de sonreír... sentí felicidad; Easter Mebon: compuesto de torres como las de Prambanan en Indonesia pero ubicadas sobre tres niveles tipo pirámide y con elefantes en las esquinas y hoyitos en las paredes... a esta altura el sol aparecía entre las nubes, y el rosado de las paredes del templo y el verde de los pastos se hacía más intenso; Pre Rup: más parecido a una pirámide, pero con torres y leones en la parte superior, muy escarpado y con peldaños pequeños... aquí el viento comenzó a soplar fuerte, el cielo se tornó azul oscuro, y cuando estaba en la cúspide comenzo a llover... bajé rápidamente al tuk-tuk a esperar a que la lluvia pasara, sentada con mi chofer comiendo galletas; Banteay Kdei: con caras en las columnas de la entrada, otra belleza que mi cámara no dejaba de apuntar, con colores y formas preciosas, líquenes por todos lados, y un árbol en la parte posterior que con sus raíces abrazaba una pared... bello, ¡espectacular!, aunque en éste tuve que caminar muy lentamente porque después de la lluvia la humedad relativa aumentó a tal punto que me pareció estar bordeando lo contaminante; y Phnom Bakheng: situado en lo alto de una colina, cuyos peldaños para alcanzar la cima final ¡no medían más de 15 cm de ancho!... la vista de Angkor desde allí es muy bonita, con uno de los lagos artificiales por un lado, cultivos de arroz por otro y bosque en el resto...porque estaba nublado no esperé al atardecer. 
En la tarde fui a pasear al mercado y a comer una sopa muy sabrosa al restaurante Khmer... ¡muuuuy buena!; y en la noche vi películas tirada en la cama… ¡que rico! 
El segundo día me levanté temprano para ver el amanecer en Angkor Wat. A las 5 am partí en el tuk-tuk. Una fila de gente cruzaba el puente que une la calle con el templo situado en el centro de una isla. Estaba algo nublado, pero el cielo azul estaba maravilloso, reflejándose en una charca del templo central. Y entonces fui al templo más lejano, a 37 km fuera del centro de la ciudad, muy famoso por su belleza, Banteasy Srei; era pequeño, pese a ello adornado con diseños diminutos por todos lados de tonos variados en colores amarillo, rosado y gris. Y entonces Sat, mi chofer, manejó hacias el otro extremo, una hora y media o dos horas, para ver el mercado flotante que leí existía y la Marivi me recomendó. Pero cuando llegué mi felicidad se acabó porque los bastardos mafiosos me dieron como única opción arrendar un bote completo para ir al mercado localizado en el centro del lago; la explicación: si vienes sola, arriendas el bote sola; si vienes en grupo, el grupo lo arrienda... no estaba dispuesta a pagar US$30 ni a apoyar tratos como ese... estaba indignada, y no sólo con ellos sino con el chofer y su hermano mayor con quien arreglé el trato del tuk-tuk, por no decirme nada antes. Me fui. Y cuando fui a la última parte del trayecto del día, en el centro de Siem Reap, donde vería cómo hacen la seda, me enteré que lo que el tipo del tuk-tuk me había prometido ser no era sino una sección sólo de pintura. Para entonces mi grado de rabia era tal que me fui indignada puteando a cada piedra que se me cruzó. Qué pérdida de tiempo y plata, qué rabia que porque uno tiene más plata te vienen con mierda y mentira... me dió tantas ganas de “cantarles” unas cuantas cosas que contuve (sabía que no era apropiado decirlas ni pensarlas, pero no por eso no las pensaba), y de patearlos a todos. Eran sólo las 10 am cuando mi tur había terminado, así que desayuné y me fui a mi pieza a dormir y ver película tras película, lo que en cierto modo fue bueno porque el diluvio de lluvia duró varias horas. En la tarde fui a cenar, donde terminé compartiendo mi mesa con una chica de 12 años que me pidió comida al ver que no me vendería algo... y más que mal esa era una causa buena y que para nosotros los turistas no tiene nada de caro; luego fui al mercado nocturno donde me regalé, a mí la pobrecita, una sesión de reflexología en los pies... qué manos tenía esa chica, que agradable, mucho mas suave que en Tailandia.

Y hoy, mi tercer y ultimo día en Siem Reap lo partí a las 10 am; fui primero a Angkor Wat, esta vez para pasearlo completo. Majestuoso, a esto se le llama imperio... ¡uau!, ¡magno! Es un templo cuadrangular, rodeado por agua y circundado por murallas de 800m de largo; la muralla frontal tiene corredores con ventanas, y dentro de éstas patios con pasto meticulosamente mantenido y un templo central enorme. Ésta parte central también es amurallada con pasillos llenos de motivos y columnas, y en cuyo centro hay espacios abiertos y cerrados de piedra; los abiertos en un nivel más bajo, a modo de piscina, y otra vez un centro, un patio de piedra con las torres centrales finales... Y aquí mi rabia salió a flote nuevamente, porque a pesar que todo funciona a la perfección en los templos Angkor, cómo es posible que para subir a la última parte, lejos de la entada y a diferencia de todo el resto del templo y templos, aquí se deba usar ropa ¡que tape los hombros!... no me dejaron subir por este detallito... y entonces me tuve que morder la boca nuevamente para no decir que lo que pensaba era que a su budismo se lo podían meter por donde quisieran, porque vale hongo su norma estúpida; cómo es posible que no te digan nada antes... y el muy tonto del chofer del tuk-tuk, porque no tengo otra palabra para describirlo que sea menos insultante, me dijo que sí lo sabía cuando le pregunté, pero que ya íbamos en camino cuando se dio cuenta. Respirar y contar hasta tres... y seguir contando y ninguna propina adicional para ese día, ¡por tarado!

Después de Angkor Wat fui al ansiado Ta Prohm, el templo “dejado de lado”, que no había sido restaurado ni mantenido hasta ahora con la ayuda del gobierno de India. Qué maravilla, ¡qué colores! No me cabe la menor duda que tal belleza le ha costado más tiempo a la naturaleza que al hombre... la naturaleza parece comerse cada trozo del templo, cubierto por musgos de verdes diversos, líquenes y árboles que atrapan al templo con sus raíces. Y por este punto es que me encantaría que lo dejaran así, que le permitieran a la naturaleza seguir su curso, después de todo han pasado siglos, desde el XII, y aún está en pie y con muchos de los detalles, y que pese a que es de arena en su mayoría, la erosión no lo ha destruido del todo, reflejando la dureza de la construcción humana... que alivio en cierto modo ver que lo humano pude desaparecer (o reciclarse para que no suene tan fuerte), aunque por supuesto no a la velocidad con que nosotros ponemos las cosas en pie y que cada día hay materiales más resistentes a la corrosión.
Finalmente y luego de divagar por el lugar, porque no había señalización ni mi chofer pudo explicarme por dónde caminar, visité algunos templos más en reparación, a unas murallas con grabados y al templo final de mi recorrido, el impactante Bayon, en Angkor Thom. Éste es un templo lleno de caras, con más de 200, que aun desde lejos deja ver la rigurosidad del trabajo y la oda a la escultura... ¡muy bello!. Y aquí quería ver la puesta de sol; pero eran sólo las 15:00 hrs, así que decidí volver a la ciudad a ducharme, para sacarme la tonelada de polvo y sudor que tenía encima.
Ha sido maravilloso; pero no lo aconsejo para más de tres días porque después de esto el cansancio hace que “el imperio comience a caerse”, a transformase en ruinas, una igual a la otra... por exagerar, porque de igual no tienen nada.
En casi todos los accesos a los templos, que son largos y por donde uno camina, hay un grupo de personas que toca y vende música, y un cartel solicitando ayuda para los heridos de las minas; si uno ve, efectivamente todos los integrantes están mutilados... que terrible, allí está viva la catástrofe por la que han pasado hasta ahora, y entonces ¡cómo no ayudar!
Además, todos los templos están llenos de vendedores, en su mayoría niños que cuentan, hablan y recitan capitales de países en todos los idiomas imaginables; son taaaaaan insistentes que uno ni se ha bajado del tuk-tuk y te bombardean con productos y bebidas de toda calaña, diciendo “ladyyyyyy (o madame), compre”... la única forma que encontré para hacerlos callar es decir “porfavor, no quiero que me preguntes nada más, ¿entendido?”... así, bien seca y firme, que de lo contrario me saldría mi genio del demonio.
Una cosa que se repite, y acalambra los músculos, es que para bajar un peldaño o cruzar un umbral de puerta en los templos hay que subir otro... pareciera que la mafia camboyana ha llegado hasta este punto, como si estuviesen coludidos con los centros de masaje, porque pese al tuk-tuk la tensión perdura.
Y bueno, Siem Reap ha sido una experiencia única, aconsejable para todo el que tenga las condiciones físicas para visitarlo. Cuando el agua de lluvia se seca, la ciudad cambia de rojo oscura a rosada, y el polvo que vuela por todos lados entra a los ojos. Hay hoteles de todos los niveles y por lo tanto alejados del polvo también. La ciudad es bella y limpia, y la gente, fuera de las mafias relacionadas con hoteles y locomoción, es muy amable y sonriente.
En Camboya el lenguaje suena más agradable que el tailandes, aunque más nasal, y la escritura es aún más intrincada, entre la tailandesa y la islámica... con “cachirulos” por donde ya no le caben.
Si alguien quiere comprar, no hay que ir a Tailandia; en Camboya está la baratura, aunque no en todo lo que uno quisiera... y eso es bueno porque a mí no me cabe nada en la mochila y por lo tanto “con cuello” me quedo, además que el servicio postal no es confiable. No tengo idea porqué, pero las impresiones de libros en este país son muy baratas y por ello los libros también lo son; aunque los libros son “pirateados”, son de buena calidad. Y la comida, que no es tan barata como la tailandesa, se parece a la de Tailandia central.
De bien oí que la situación financiera que estan viviendo los camboyanos no es buena, no la he notado. Los precios no han cambiado; el riel, moneda local, es hasta ahora la única moneda asiática que se ha mantenido en valor, o incluso devaluado un poco respecto al dolar americano, comparado con el año 2007. US$1 riel = 4.250 riel; aunque ellos lo calculan por 4.000.
Y en cuanto a mi salud, estoy “pituca”. Hasta hoy no he comido nada frito, aunque sí unos dulcecitos por aquí y allá. ¡Me siento perfecto y recuperada! Con las sales que le he puesto al agua se acabo cualquier “corredera”, aunque es horrible beber ¡agua salada! Ahora agregaré sales cada dos o tres días.
Uf, lo siento por el reporte tan extenso. Mañana parto a la capital, a Phenom Phen.

Carinos,
Antonia

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