14 de agosto de 2010

Desde Chang Rai (2), Norte, Tailandia

Acabo de escribir pero no puedo esperar para contarles mi día en Chang Rai.
El día comenzó muy tranquilo, viendo por aquí y allá. Almorcé en el mercado diurno unos fideos salteados con verduras. Volví al hostal a, literalmente, echarme en uno de los sofá del área común y a tomarme un jugo de maracayá comiendo los mangos que compré. Tomé un libro de un estante y leí un poco.
A eso de las 17:30 hrs fui en busca del mercado nocturno; pero sorpresivamente encontré el mercado del fin de semana a lo largo de una calle casi sin término. Absolutamente de todo a la venta, desde las escobas lindas que usan hasta las comidas más exóticas, incluidas presentaciones de grupos de canto y baile, “modernas” y llenas de colores. Me deleité con comida de dedo, con los budines de coco que tanto me gustan (unas masitas levemente dulces, posiblemente echas con leche de coco y harina, y con algún tipo de vegetal como maíz o cebollino en la parte superior), y con ¡grillos salteados! A los grillos los tienen vivos en jaulas con bandejas de huevo y algo como pan remojado para alimentarlos; de allí los pasaban a una batea enorme con agua, para ahogarlos (que bestialidad, y yo apoyando la causa), y luego a un gran sartén donde los fríen con cebollino. Bien ricos los grillos, casi como comer camarón frito.
Pero cuando el sol comenzó a caer me retiré para ir a la torre con el reloj central de la ciudad que me habían recomendado visitar unas chicas con que comparto el dormitorio. Eran las 18:55 hrs, cuando la torre relucía su color dorado con las luces que le prenden… ¡la oda al dorado! Pero eso no era el fin; a las 19:00 hrs comenzó el espectáculo. 
Música como de vals chino (¿podría ser?, bueno, una cosa extraña y chillona) salida de un alto parlante a todo volumen, y luces que iluminaban la torre haciéndola cambiar de color, de amarillo a verde, luego a azul, lila, fucsia y finalmente a rojo intenso. ¡Macabro! pero sorprendente lo que el gusto de la gente puede llegar a hacer… Y pensar que a diseñó un arquitecto renombrado.
Cuando el espectáculo de cinco minutos hubo terminado, volví al mercado. Y como buena hija, seguí los consejos de mi mamá querida; tomé un masaje de 30 min en los pies y pantorrillas, porque tampoco esto faltaba en el mercado, y todo a mitad de precio ($1000 el masaje). Una serie de camillas, una al lado de la otra, estrujando gente, con masajistas que son del mismo sexo que el cliente. No hay duda que mi problema a las pantorrillas es muscular, porque la parte trasera me “dolió caballo”; aunque fue excelente, dudo que una sesión haga mucho para resolver este dolor tremendo. Haber si me acuerdo y lo practico contigo mamá, a la vuelta, si aún te queda de la cera para masajes. Mis dedos, por otro lado, creo que están con un poco de tendinitis, duros como cuero y casi insensibles por el uso de sandalias; cualquier otro zapato me rompe alguna parte de los pies a los pocos minutos, excepto por las zapatillas cerradas.
Como dices, mamá, quizás mi problema sea la falta de proteínas en mi dieta. Pero disminuyendo las caminatas y tomando locomoción, ahora estoy mucho mejor. El hecho de hacer muchos viajes largos sentada no me debería crear ningún coágulo; y los largos son en tren o bote, donde me puedo mover. He estado tan paranoica con el tema, que a veces me asusta y afecta mi viaje. Ahora quiero empezar a disfrutar nuevamnete.
Al final de la noche compré el palito para masajear los pies que usó la chica conmigo… porque también lo vendían en el mercado, ¡obvio! Y un jugo de coco para terminar. Volví caminando al hostal, relajada y feliz. ¡Chang Rai la lleva!
Pienso y me da un poco de vergüenza tanta lujuria en mi vida, pero bueno, supongo que no durará por mucho.
Buenas noches.

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