Hola
¡Finalmente en Bangkok! Llegué a las 5am después de mi viaje a la isla Koh Tao. En el trayecto conocí a otro tipo, de Montreal, con quien me reí por horas de tanta tontera que conversamos, y como él ya se ubicaba en Bangkok, nos fuimos derecho a un hospedaje dormir; yo me levanté temprano y él voló fuera de Tailandia esa misma mañana, encontrando a mi regreso una nota que decía adiós y firmada con el nombre Simon.
Ahora comienza la busque de la embajada de China y una caminata imparable para “verlo todo”.
La impresión de Tailandia, en esta semana, es que la gente es muy “extraña”. La llamada tierra de las sonrisas no la he visto, ni la gente con la que he compartido tampoco lo ha experimentado. Simon y Morgane, francesa con quien compartí mis tres días en Koh Tao, habían estado en Indonesia antes, y tampoco estaban contentos con el trato tailandés, ni con las playas, que nada igualan a las Gili.
Luego de dejar Ko Phi Phi, partí en ferri hasta Krabi y desde allí tomé una conexión en bus a Surat Tani, para luego embarcarme un ferri nocturno a la isla de Koh Tao. En el puerto cené en la calle, para variar Pat Tai (fideos de arroz con maní... delicioso, uno de los platos más populares del país); de repente, ¡un elefante!... era el taxi de la ciudad, ¡que pena!
El trayecto en bus fue muy bello. La tierra es muy roja, las montañas rocosas, en todos lados del camino, angostas y altas, de color blanco y cubiertas por vegetación que parece crecer desde dentro, cubriéndolo todo. Sería muy interesante saber cómo se formó esta geografía tan extraña.
En el ferri dormí abrazada a mi mochila pequeña, con mis cosas de valor, porque he oído que aquí en Tailandia hay más robos que en el resto del sudeste asiático. Desde hace unas semanas atrás ya venía fastidiándome el hedor de este boldo de espalda, por tanto uso y transpiración, pero ahora, junto a mi nariz, la cosa se tornó ¡imposible!
Morgane también venía del paraíso de Indonesia y Gili, por tanto ambas no estábamos impresionadas con las playas de Tailandia. En la búsqueda de alojamiento, la gente nos miraba; algunos ni siquiera contestaban a nuestro saludo o preguntas... no lo podíamos creer, ni te miran a la cara cuando te hablan. Aquí en Bangkok el tipo del hostal es un pelmazo también.
Una vez instaladas en Koh Tao, Morgane y yo, y tras caminar bastante, lavé la ruma de calzones que tenía y finalmente ¡la mochila!. Esta vez compartimos una pieza, porque no había dormitorio compartido como el que recién había experimentado en Ko Phi Phi, con 15 camas y colchón como tabla. Luego nos tiramos al sol y nos bañamos. No había mucha gente.
En la tarde y más en la noche, la gente apareció en masas; que mal para mí que quería mi paraíso privado. Sairee Beach resultó ser la zona de “carrete”, de fiesta, música y gritos hasta las 5 am que no me dejaron dormir mucho. En la playa unos tipos tailandeses hicieron un espectáculo con fuego, impresionante, moviendo varas encendidas a una velocidad magistral que me hacía sentir emborrachada.
Encontramos también mi tercer restaurante favorito de Asia, “Mammos”, luego de los indios de Kota Kinabalu y de Georgetown. La comida local, y de locales para locales… ¡una delicia!, cada plato un “majar de los dioses”; la sopa de pollo con leche de coco... mmm. He tomado algunas notas para ver si puedo replicarlos en Chile. La comida Tailandesa es más variada y sana, y muuuuuy sabrosa.
El ferri de regreso de Koh Tao salió a las 15:00 hacia Chumphon; allí esperamos hasta las 22:00 hrs el bus a Bangkok.
Les cuento más adelante qué pasa en la capital.
Cariños. Chaito.
Antonia
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