5 de junio de 2010

Desde Gili Air, Lombok, Indonesia



Mi travesía desde Ubud a Gili comenzó el miércoles 2 de junio a las 7 am. El minibús nos llevó a Padang Bai, en Bali, para tomar el ferri a la isla Lombok, donde nos cambiaron el boleto del minibús por uno para el ferri; también conocí a Jessica, de Quebec, con quien he compartido mi viaje en Lombok porque coincidimos en tener la misma ruta en Lombok y en estar viajando solas.
El ferri tardó desde las 9:30 hasta las 15:30 horas en cruzar sólo 25 km; y es que el “speed boat”, que demora una hora, costaba diez veces más... ustedes saben cómo soy con el ahorro. Probé, entonces, otra fruta exótica llamada Salak, de un sabor entre dulce, ácido y mucre, y de una piel como de reptil, con escamas.
Cuando llegamos a Lembar en Lombok, las playas paradisíacas ya se veían. Otro minibús y boleto nuevos esperaban por nosotros para ir a Bangsal, el puerto frente a las Gili; el viaje fue espectacular: selvático, bien espeso, con monos a lo largo del camino, pero con muchas curvas y árboles que tapaban la vista.
En Lombok, los hindúes de Bali se cambiaron por musulmanes. Al parecer están en elecciones, pues en los postes de la luz y en carteles hay fotos de hombres con atuendos “del terror”.
A las 16:30 horas llegamos a Bangsal, el puerto para cruzar a las islas Gili. Recibimos otro boleto; entonces aprovechamos de negociar el viaje de regreso al cree que de lo contrario saldríamos de la isla pagando una fortuna. A unos turistas que acababan de llegar a Bangsal les cobraron por cruzar lo mismo que a nosotras por todo el tour desde Bali.
Llegamos a Gili Air, la playa e isla paraíso. El mar turquesa estaba tranquilo como “taza de leche”, había palmeras y más tarde hubo un atardecer multicolor espectacular. Pero nada de espectacular fue acarrear mi mochila de 15 kilogramos en busca del lugar adecuado, lo que logramos caminando junto a Asim, un “agente colaborador”. El búngalo (como llaman acá a la cabaña) que arrendamos es bien “monono”, tipo palafito de paredes hechas de tiras de bambú, con mallas mosquiteras sobre las camas y un esperado baño asiático. En el baño, la tasa de porcelana va a ras de suelo, debiendo colocar los pies sobre el margen y agacharse en cuclillas, y para “tirar la cadena” hay que tirar agua al agujero con ayuda de un jarro plástico que está junto a una llave... “de ensueño”. El baño, en general, es medio terrorífico, pero es lo que sabía que vendría; pese a ello, el precio por la cabaña es baratísimo considerando que es por el búngalo completo y que como en todo alojamiento en Bali aquí también dan desayuno (panqueques con plátano o piña y miel o chocolate, y té o café), y ahora que tengo compañera dividimos el valor por dos. Esto se encuentra en la zona este de la isla, la más barata y precaria en cuanto a servicios.
En la noche cenamos en el restaurante del lado, en una plataforma exterior. Como es común en toda la isla, hay plataformas de bambú en altura, con mesitas bajas en el centro y cojines alrededor para sentarse o echarse por cuánto tiempo se quiera y sin consumir si así se desea. Como comida novedosa, pedí Olah-Olah (vegetales en leche de coco y lima, acompañado con arroz): delicioso.
Y ¡suácate!, el detalle del paraíso; en la isla se corta la luz a menudo, debiendo esperar a que un generador a combustible cargue el sistema nuevamente. Pero nada apura en la isla, y la luz regresó al poco rato. Luego nos fuimos a dormir.
En la mañana del jueves descubrimos el segundo “detallito” del paraíso, el agua de la ducha es salada. Proveniente del subsuelo, no es tan salada como la del mar, pero es salada; imagínense “la delicia” de pelo después de tres días lavándose con agua salada, y pensar que hay gente que va de vacaciones ¡por meses! El jabón no hace espuma con el agua salada, es como lavarse únicamente con sal, aunque al menos es refrescante... obvio, el paraíso no tiene agua caliente porque quién la necesita.
Entonces nos esperaba nuestro día de snorkeling, que fue fabuloso; con corales y peces de todos los colores: amarillo, blanco, morado, azul, café, rojizos; vi y hasta toqué a una tortuga de mar, aunque la tortuga no estaba tan emocionada como yo porque me mando un tarascón en el dedo (no me hizo mucho). A la hora de almuerzo paramos en la isla vecina, Gili Meno, de arena aún más blanca y mar color calipso. De regreso el bote paró una cuarta vez para meterse al mar, pero no quise tirarme porque el pelo no se me secaba y estaba medio mareada; me dediqué a tomar fotos a través del vidrio del piso del bote, aunque no resultaron muy buenas.
El agua en Indonesia, sin duda, es la más tibia que he experimentado; no cuesta ni un poco meterse, aunque caliente no la llamaría. En este paraíso, además, no hay autos, motos ni policías; el medio de transporte son carretas pequeñas a caballo, que no usamos porque Gili Air es muy chica.
Ayer viernes decidimos caminar alrededor de la isla, por la playa; tardamos 2 horas. Colecté trozos de corales muertos impresionantes, de color rojo intenso y azulado. No sé si mandarlos o los llevarlos, ni si me los dejarán entrar a Chile. En la caminata, para variar, yo la “cabeza de pollo” dejé caer mi falda que colgaba del bolso. Para cuando me di cuenta había pasado harto rato... ¡diablos!; decidí regresar. No van a creerme, encontré una señorita que la estaba colgando en la pasada “para que el dueño la encontrase”... es que ya era mucho, esta cultura es muy “re” buena. Al regresar experimentamos la formación de una tormenta en Lombok, frente a nosotros, con viento, un mar agitado, un cielo negro azulado y un arcoíris fenomenal.
Hoy hicimos otra caminata; ahora por la villa, los caminos internos de la isla. Es bien campestre y tropical a la vez, como el Mato Grosso de las teleseries brasileras.
Asim, el “agente colaborador”, y ahora amigo, que se encarga de los negocios del lado sur-este de la isla, me dijo que la tierra de la isla fue dada a la gente hace mucho tiempo atrás, pero que ahora tiene precio (vale US$8.000 /ERA en la costa y US$6.000/ERA en la villa; 1ERA=10m2)… bueno, la isla sólo tiene unos 2,5 x 3 km. Esto puede explicar el porqué de algunas casas más aventajadas (ostentosas para estos lados, aunque nada lujosas para nuestra visión); pertenecen a extranjeros, han debido casarse con algún local antes de comprar. Entonces Asim me insinuó con una sonrisa “picarona” el que fuese su pretendiente… ¡musulmán tenía que ser!
En las noches en Gili probamos comidas variadas, todas maravillosas (15.000-30.000rp); “Pepes Ikan” (pescado Pepes) es un pescado cocinado a la parrilla dentro de una hoja de plátano que queda perfecto; esporádicamente tomé un jugo de fruta (5.000-7.000rp), pero regularmente tomé agua embotellada rellenada.
La isla resultó exquisita, pero no para quedarse por tanto tiempo, además de que nuestro lado este de la isla (el pobre) no era tan limpio. La gente en Lombok, en general, y peor en la isla grande que en las Gili, bota tanta basura a las calles como en Chile… qué pena.
Gili nos ofreció un deleite de colores, arcoíris, cielos negros de agua y atardeceres azul intenso a rosado, amarillos y plateados, descanso y sabores maravillosos. Es un “no perderse”.
Un beso a todos. Hasta la próxima.
Antonia

2/6/2010: 377.000rp (150.000rp atención; 150.000rp pasaje Ubud a Gili Air; 12.000rp ensalada de fruta; 5.000rp fruta; 5.000rp agua; 15.000rp cena; 40.000rp alojamiento cabaña privada compartida)
3/6/2010: 171.000rp (75.000rp días de snorkeling; 18.000rp almuerzo; 3.000rp llenado de botella con agua; 5.000rp piña; 20.000rp cena; 10.000rp jugo de coco; 40.000rp alojamiento cabaña privada compartida)
4/6/2010: 87.000rp (25.000rp cena; 7.000rp jugo; 12.000rp galletas; 3.000rp llenado de botella con agua; 40.000rp alojamiento cabaña privada compartida)
5/6/2010: 138.000rp (30.000rp cena; 3.000rp llenado de botella con agua; 65.000rp vasija de coco; 40.000rp alojamiento cabaña privada compartida)









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