Mi travesía desde Ubud a Gili comenzó el miércoles 2
de junio a las 7 am. El minibús nos llevó a Padang Bai, en Bali, para tomar el ferri
a la isla Lombok, donde nos cambiaron el boleto del minibús por uno para el ferri;
también conocí a Jessica, de Quebec, con quien he compartido mi viaje en Lombok
porque coincidimos en tener la misma ruta en Lombok y en estar viajando solas.
El ferri tardó desde las 9:30 hasta las 15:30 horas en
cruzar sólo 25 km; y es que el “speed boat”, que demora una hora, costaba diez
veces más... ustedes saben cómo soy con el ahorro. Probé, entonces, otra fruta
exótica llamada Salak, de un sabor entre dulce, ácido y mucre, y de una piel
como de reptil, con escamas.
Cuando llegamos a Lembar en Lombok, las playas
paradisíacas ya se veían. Otro minibús y boleto nuevos esperaban por nosotros
para ir a Bangsal, el puerto frente a las Gili; el viaje fue espectacular:
selvático, bien espeso, con monos a lo largo del camino, pero con muchas curvas
y árboles que tapaban la vista.
En Lombok, los hindúes de Bali se cambiaron por
musulmanes. Al parecer están en elecciones, pues en los postes de la luz y en
carteles hay fotos de hombres con atuendos “del terror”.
A las 16:30 horas llegamos a Bangsal, el puerto para
cruzar a las islas Gili. Recibimos otro boleto; entonces aprovechamos de
negociar el viaje de regreso al cree que de lo contrario saldríamos de la isla
pagando una fortuna. A unos turistas que acababan de llegar a Bangsal les
cobraron por cruzar lo mismo que a nosotras por todo el tour desde Bali.
Llegamos a Gili Air, la playa e isla paraíso. El mar turquesa
estaba tranquilo como “taza de leche”, había palmeras y más tarde hubo un
atardecer multicolor espectacular. Pero nada de espectacular fue acarrear mi
mochila de 15 kilogramos en busca del lugar adecuado, lo que logramos caminando
junto a Asim, un “agente colaborador”. El búngalo (como llaman acá a la cabaña)
que arrendamos es bien “monono”, tipo palafito de paredes hechas de tiras de
bambú, con mallas mosquiteras sobre las camas y un esperado baño asiático.
En el baño, la tasa de porcelana va a ras de suelo, debiendo colocar los pies sobre
el margen y agacharse en cuclillas, y para “tirar la cadena” hay que tirar agua
al agujero con ayuda de un jarro plástico que está junto a una llave... “de
ensueño”. El baño, en general, es medio terrorífico, pero es lo que sabía que
vendría; pese a ello, el precio por la cabaña es baratísimo considerando que es
por el búngalo completo y que como en todo alojamiento en Bali aquí también dan
desayuno (panqueques con plátano o piña y miel o chocolate, y té o café), y
ahora que tengo compañera dividimos el valor por dos. Esto se encuentra en la
zona este de la isla, la más barata y precaria en cuanto a servicios.
En la noche cenamos en el restaurante del lado, en una
plataforma exterior. Como es común en toda la isla, hay plataformas de bambú en
altura, con mesitas bajas en el centro y cojines alrededor para sentarse o
echarse por cuánto tiempo se quiera y sin consumir si así se desea. Como comida
novedosa, pedí Olah-Olah (vegetales en leche de coco y lima, acompañado con
arroz): delicioso.
Y ¡suácate!, el detalle del paraíso; en la isla se
corta la luz a menudo, debiendo esperar a que un generador a combustible cargue
el sistema nuevamente. Pero nada apura en la isla, y la luz regresó al poco rato.
Luego nos fuimos a dormir.
En la mañana del jueves descubrimos el segundo
“detallito” del paraíso, el agua de la ducha es salada. Proveniente del
subsuelo, no es tan salada como la del mar, pero es salada; imagínense “la
delicia” de pelo después de tres días lavándose con agua salada, y pensar que
hay gente que va de vacaciones ¡por meses! El jabón no hace espuma con el agua
salada, es como lavarse únicamente con sal, aunque al menos es refrescante...
obvio, el paraíso no tiene agua caliente porque quién la necesita.
Entonces nos esperaba nuestro día de snorkeling, que
fue fabuloso; con corales y peces de todos los colores: amarillo, blanco,
morado, azul, café, rojizos; vi y hasta toqué a una tortuga de mar, aunque la
tortuga no estaba tan emocionada como yo porque me mando un tarascón en el dedo
(no me hizo mucho). A la hora de almuerzo paramos en la isla vecina, Gili Meno,
de arena aún más blanca y mar color calipso. De regreso el bote paró una cuarta
vez para meterse al mar, pero no quise tirarme porque el pelo no se me secaba y
estaba medio mareada; me dediqué a tomar fotos a través del vidrio del piso del
bote, aunque no resultaron muy buenas.
El agua en Indonesia, sin duda, es la más tibia que he
experimentado; no cuesta ni un poco meterse, aunque caliente no la llamaría. En
este paraíso, además, no hay autos, motos ni policías; el medio de transporte
son carretas pequeñas a caballo, que no usamos porque Gili Air es muy chica.
Ayer viernes decidimos caminar alrededor de la isla,
por la playa; tardamos 2 horas. Colecté trozos de corales muertos impresionantes,
de color rojo intenso y azulado. No sé si mandarlos o los llevarlos, ni si me
los dejarán entrar a Chile. En la caminata, para variar, yo la “cabeza de
pollo” dejé caer mi falda que colgaba del bolso. Para cuando me di cuenta había
pasado harto rato... ¡diablos!; decidí regresar. No van a creerme, encontré una
señorita que la estaba colgando en la pasada “para que el dueño la
encontrase”... es que ya era mucho, esta cultura es muy “re” buena. Al regresar
experimentamos la formación de una tormenta en Lombok, frente a nosotros, con
viento, un mar agitado, un cielo negro azulado y un arcoíris fenomenal.
Hoy hicimos otra caminata; ahora por la villa, los
caminos internos de la isla. Es bien campestre y tropical a la vez, como el
Mato Grosso de las teleseries brasileras.
Asim, el “agente colaborador”, y ahora amigo, que se
encarga de los negocios del lado sur-este de la isla, me dijo que la tierra de
la isla fue dada a la gente hace mucho tiempo atrás, pero que ahora tiene
precio (vale US$8.000 /ERA en la costa y US$6.000/ERA en la villa; 1ERA=10m2)…
bueno, la isla sólo tiene unos 2,5 x 3 km. Esto puede explicar el porqué de
algunas casas más aventajadas (ostentosas para estos lados, aunque nada lujosas
para nuestra visión); pertenecen a extranjeros, han debido casarse con algún
local antes de comprar. Entonces Asim me insinuó con una sonrisa “picarona” el
que fuese su pretendiente… ¡musulmán tenía que ser!
En las noches en Gili probamos comidas variadas, todas
maravillosas (15.000-30.000rp); “Pepes Ikan” (pescado Pepes) es un pescado
cocinado a la parrilla dentro de una hoja de plátano que queda perfecto;
esporádicamente tomé un jugo de fruta (5.000-7.000rp), pero regularmente tomé
agua embotellada rellenada.
La isla resultó exquisita, pero no para quedarse por
tanto tiempo, además de que nuestro lado este de la isla (el pobre) no era tan
limpio. La gente en Lombok, en general, y peor en la isla grande que en las
Gili, bota tanta basura a las calles como en Chile… qué pena.
Gili nos ofreció un deleite de colores, arcoíris,
cielos negros de agua y atardeceres azul intenso a rosado, amarillos y
plateados, descanso y sabores maravillosos. Es un “no perderse”.
Un beso a todos. Hasta la próxima.
Antonia
2/6/2010: 377.000rp (150.000rp atención;
150.000rp pasaje Ubud a Gili Air; 12.000rp ensalada de fruta; 5.000rp fruta;
5.000rp agua; 15.000rp cena; 40.000rp alojamiento cabaña privada compartida)
3/6/2010: 171.000rp (75.000rp días de
snorkeling; 18.000rp almuerzo; 3.000rp llenado de botella con agua; 5.000rp piña;
20.000rp cena; 10.000rp jugo de coco; 40.000rp alojamiento cabaña privada
compartida)
4/6/2010: 87.000rp (25.000rp cena; 7.000rp
jugo; 12.000rp galletas; 3.000rp llenado de botella con agua; 40.000rp
alojamiento cabaña privada compartida)
5/6/2010: 138.000rp (30.000rp cena; 3.000rp
llenado de botella con agua; 65.000rp vasija de coco; 40.000rp alojamiento
cabaña privada compartida)
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