Hoy domingo me vine con Jessica desde Gili a Senggigi, a la isla grande de Lombok. En la mañana nos levantamos muy temprano para tomar el bote de regreso a Bangsal a las 8:30 horas. En el trayecto, con un movimiento torpe de mi parte, mis lentes de sol “salieron volando” para perderse entre las tablas del bote, los que fueron rescatados por el copiloto sordomudo; qué extraño, me he topado con tanto sordomudo. Los lentes estaban “pal gato”, no sólo con el marco roto, sino también con el segundo lente movido de lugar, sucios y rallados… “de elite”.
En un minibús nos llevaron a Senggigi, como
opción de destino dentro de Lombok, pudiendo volver a Bali en cualquier
momento. Senggigi “no tiene mucho que desear”, no tiene nada interesante, está
a “medio morir saltando” y lleno de basura, pese a que la guía dice “Senggigi
es todo, excepto por turistas”.
Buscamos un hospedaje barato; encontramos una pieza
grande con cama doble y baño, todo muy limpio y por sólo 80.000rp. Entonces
fuimos a bañarnos a la playa, frente al Sheraton Senggigi, para refrescarnos;
qué lindo el hotel, y qué bestiales los jóvenes que, pese al calor, visten
ropas largas. Luego caminando, y aprovechando la insistencia de un vendedor, compré
un sarong de batik (65.000rp) para no seguir usando la toalla blanca multipropósito
que a esa altura estaba negra.
Después de la playa nos tomamos la anhelada ducha para
limpiarnos el pelo que estaba imposible de pegote después del paraíso, donde
también aproveché de lavar la toalla blanca, maniobra que fue algo difícil
porque esta vez, si bien el baño estaba limpio y tenía tasa “normal”
(occidental), no tenía lavatorio ni puerta, no pudiendo remojar... imaginarán
cómo uno se enjuaga los dientes sin lavamanos.
Caminamos. Fuimos a ver la meca del pueblo, que estaba
llena de autos negros y grises, grandes y con vidrios polarizados; eran los
musulmanes “potentados”, un “asunto” como de mafiosos. Y luego fuimos
a un local, cuando se puso a llover copiosamente, como si se tratase de una ducha.
Nada mucho que hacer más que oír las “tortuosas” historias del matrimonio del
que escapó la señorita que allí trabajaba.
Volvimos a la playa para ver
el atardecer que, como bien oí, fue uno de los más lindos que haya visto, de un
rojo intenso que cambió a morado espectacular. Entonces cenamos junto a la playa; comí Nasi Goreng Senggigi
(arroz frito con verduras, huevo frito, hojuelas de camarón y saté de pollo,
28.000rp). Y en la noche fuimos al internet (300rp/min), que funciona muy
lento. La vida nocturna de Senggigi es muy movida, es como si la ciudad fuese
otra durante la noche.
Mañana, y por cinco días, planeamos viajar en Lombok,
¡en moto! porque según Jessica es fácil y es la única forma para que no nos
“asalten” con los precios del transporte para turistas. Dependiendo del acceso
a internet estaré más o menos presente. Cariños,
Antonia
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