El sábado volví con Jessica a Bali, en la misma
travesía que nos llevó a Lombok. Esta vez el ferri estaba lleno y las caras de
los turistas no tan motivadas.
Internet ha sido muy difícil de usar, es muy lento y
por lo tanto termino pagando mucho por, muchas veces, hacer nada. Pero, por
fin, aquí en Amlapura funciona bien.
Después de llegar a Padang Bai, en Bali, tuve que
escoger mi destino próximo, Candidasa, pues el paquete de viaje desde Lombok
incluía como única alternativa final en el noroeste de Bali a esta ciudad. Me
subí a un auto pequeño con otras dos personas que iban a Candidasa; el resto de
la masa iba a Kuta, Ubud y Denpasar; Jessica siguió a Ubud para continuar a
Canadá.
Candidasa era sólo una calle con restaurantes y
hoteles, turística y cara. Dormí allí porque ya era de noche, pero a la mañana
siguiente me fui a Amed.
Oí que Amed era muy lindo; pero no me lo pareció
tanto, sobre todo porque tiene mucha basura. Aunque si no fuese porque está
nublado, la vista sería mucho mejor, y por tanto más bonito.
Ayer domingo arrendé una moto para pasear por los
alrededores de Amed. Tirta Gangga resultó espectacular; tiene centenares de
terrazas arroceras en un valle largo y grande, que por falta de una vista buena
desde el camino no pude fotografiar en magnitud; es de quedarse con la boca
abierta, que de haberlo sabido antes, habría insistido en buscar alojamiento
allí, o al menos ver la posibilidad de hacer un tour.
Un policía, luego de un movimiento con la moto que
sospeché no era correcto, me detuvo. Pensé que “estaba perdida”, que me pediría
plata por alguna razón, pero luego de mostrarle todos los papeles en orden y la
licencia internacional (servía, era realmente internacional, igual a la que
tenía Jessica), sonreír un poco (porque era muy guapo) y ponerle cara de
turista despistada, dejó que siguiera mi camino sin más que sonreírme de
regreso para devolver mi coqueteo.
Escogí un solo templo de la guía para visitar, al
azar, porque no tenía mucho tiempo restante para regresar con luz. Así fue como
llegué a Pura Besakih; me cobraron entrada, me hicieron arrendar un “sarong”
(olvidé en Amed el que había comprado en Ubud), pero cuando un guía turístico
me insistió que lo necesitaba a él para entrar, partí empecinada el recorrido sin él.
Era una “cosa” ¡enorme!, ¡impresionante! No me quedé más que 15 minutos, pero ¡qué
cosa!, ¿linda?, sí, supongo, aunque impresionante ante todo.
Cuando llegué a Amlapura quise tomar otra ruta; me fui
por Ujung, y desde allí por los cerros bordeando la costa hasta Amed. Fue un
viaje larguísimo, pero ¡lindo! Se puso a llover poco antes de llegar a mi
hospedaje, lo que sumado a que iba rápido y por un camino algo agujereado, hizo
que en un frenazo la rueda trasera se resbalara en algo de arena, haciéndome
caer de lado y patinar un par de metro por el pavimento desolado; mi única
preocupación fue la moto, por lo que al ver que no le había pasado nada (al
parecer patinó sobre mí), seguí mi trayecto. Llegué empapada, sumando ropa mal
oliente, y con un “golpecito” poco grave gracias a la ropa larga que me
protegió, quedando sólo con el codo y la rodilla raspados. Fue gracias a la
ropa larga que devolví la moto sin inconveniente, al pasar desapercibido mi
sangrado.
Mañana tengo pensado ir al norte, a Lovina, y desde
ahí bajar al sur a los templos que se supone "hay que ver". Espero tener al menos
10 días para Java, porque he oído que es muy interesante, especialmente
Yogyakarta.
Que estén bien, que yo estoy perfecto.
Extra: Mamá, sigue cocinando, qué maravilla, espero
algo rico a mi regreso; pero por favor sin arroz que aquí quedaré "hasta
la tusa" de comerlo casi todos los días. Y los baños no son todos
terroríficos; yo creo que aunque feos, son más higiénicos que los nuestros al
no sentarse… manejo el equilibrio.
Antonia
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